Hay veces que sentimos que todo se junta, que cosas y situaciones que son de diferente naturaleza y sentido, parecen escritas dentro de un mismo pentagrama, dentro de un mismo párrafo. Y vamos como resbalando de una cosa a otra, sintiendo que estamos dentro de todo, y que la música mas que sonar para nosotros, la creamos nosotros y en ella habitamos también.
Estaba el otro día leyendo un poemario de Goethe, autor al que muchas veces recurro como bálsamo. Es como abrir su casa, y pasar mas que al s.XVIII con todo lo que esto supone desde fuera de alejamiento, de mundo y vida ya pasado, diríamos también desfasado, a una estancia muy confortable. Porque al ir recitando sus versos, lentamente paseando por sus palabras y paisajes, entramos en lo auténtico del hombre que vive y se revuelve con cada acontecimiento, sufre, se enamora bañándose en su propio sentimiento y deambulando por él ya para mucho tiempo. Se plantea el devenir, el sentido de cada cosa y de la vida, la belleza que detrás de las palabras se esconde, lo sutil, delicado y bello de los seres que conocemos, y amamos y nos reconfortan. Y llegué a este poema, » ¿Por qué nos diste las profundas miradas?», sentí que allí me iba a quedar por un largo rato. Ah,… me quedé, y aun estoy, enganchada con todo,» por qué nos diste destino, sentimientos para vernos mutuamente en el corazón,…?
POR QUÉ NOS DISTE LAS PROFUNDAS MIRADAS,
nuestro futuro contemplar recriminando,
nuestro amor, sin confianza bienaventurada
nuestra felicidad terrena imaginando?
¿Por qué nos diste, destino, sentimientos
para vernos mutuamente en el corazón,
y por todos los mas extraños movimientos
poder espiar nuestra verdadera relación?
…
Tu conocías cada rasgo de mi ser
espiabas cómo suena el nervio mas vital,
con una mirada sola me podías leer,
al que tan difícil penetra un ojo mortal.
Goteabas templanza en la flor ardiente,
enderezaste el salvaje correr extraviado
y en tus brazos de ángel nuevamente
se reponía el pecho destrozado.
Tal fino encanto a él quedaste unida
y lo ilusionaste mas de un solo día.
Su corazón junto a tu corazón hincharse
sentía y ante tus ojos complaciente,
todos los sentidos suyos aclararse
y apaciguar su sangre hirviente.
La tarde estaba fría. Enero no conseguía desprenderse de la niebla de cada mañana, y el jardín de casa estaba precioso todo bañado de niebla y de hielo tras las sombras de los arbustos. La casa de Goethe debía de tener jardines así, llenos de gorros de niebla en los que disfrutar viendo como cada palabra en ellos se tumba como en una nube, a descansar. Porque de todo esto va este poema, del amor. Sentimos muchas veces la deriva que ataca nuestra vida, la zozobra por lo que somos, sentimos y por la maraña de problemas que caen sobre nuestra almohada cada noche. Vivimos como dice Goethe, insensibles a la niebla, y su belleza, al amor y su mirada. Vivimos de manera simplista cada día, no yendo un poco mas allá de cada cosa, no dejando abierta la puerta a lo imprevisible que del jardín llega, no sintiendo que pueda entrar por allí niebla que nos inunde y nos haga vivir juntos ya para siempre.
La casa Goethe, está ya caldeada, y nosotros ,…nos está la mutua dicha rehusada de amarnos sin entendernos, ver en el otro lo que nunca fue, siempre de nuevo perseguir un feliz sueño,y en peligro de sueño vacilar también. De vivir sin conocernos, de no sentarnos juntos en el salón de casa, de vivir tras los cristales llenos de niebla y de desconfianza. La música comenzó a sonar. No sé muy bien como ocurren estas cosas, como sientes que esa es la música de ese poema y de ese momento, la música de la niebla y del mirarse con profundas miradas. El nocturno de Grieg, Lyriche Stücke, op. 54. Comenzó a sonar,… do,.. do….do,….
Igual que abrí las puertas de casa a la niebla y me fui al jardín recogiendo aquello que veía relumbrar, para disfrutar de su belleza al abrigo del frío, ramitas de durillo, escaramujos de rosal, manzanitas enanas, ramas de tejo con gotitas de agua aun congeladas, ramas brotando de la salguera del rincón, igual abrí mis sentidos al momento, y quise fundirme en él. Ya no quería sólo recoger ramitas, sólo leer versos maravillosos. No, no quería escuchar sentada en el sillón la música sino entrar en todo yo de manera personal. Con una sola mirada me podías leer, me decía el momento que por allí pasaba,… con una sola mirada,…
Siguiendo a Goethe, me dije, ¿por qué no?,… por qué no avanzar por ahí viéndome en los ojos, en los suyos y recreando toda mi vida desde ahí. » Tu conocías,… dije,… cada rasgo de mi ser, espiabas cómo suena el nervio mas vital, con una mirada sola me podías leer, al que tan dificil penetra un ojo mortal» Y quise penetrar en esto, entrar en casa y descansar. Para penetrar en algo, hay que ser en esto activo y no pasivo. De nada sirve coger flores y ramas y usarlas sólo para decorar un lugar por muy especial y único que sea. Hay que verlas de otro modo si queremos entrar a esa casa. Tenemos que verlas como un regalo personal que nos abren las puertas de nuestro propio ser, de nuestra vida, de todo lo relacionado con la historia esa que a gatas sobre los días pasamos. Nacido y florecido para mi disfrute personal, y que me permite verme, me permite encontrarme aunque haya niebla y a veces su gorro me haga sentir triste. Con una sola mirada,…
Resbalé por los versos, sintiendo que eran míos y que iban también dirigidos a mi, porque en la mirada esa creadora de todo, yo me encuentro. Miré cada rama como propia y vi el paisaje que detrás llevaban, mi vida y su construcción y su predicamento que me abría perspectivas en el futuro, al sentir que o vivo de veras o mi vida será siempre desierto y desazón lejos de nieblas, de humedad y de amor. Y sólo me quedaba seguir en esto recreando la música de Grieg para poder sentir que mas que oyente pasivo, era, torpemente desde luego, la tensión al pulsar cada tecla, sintiendo la música y cómo cada sonido aparecía y se fundía con los demás de manera tan excitante como real. Sentada al piano y con la digitacion y ayuda de mi profesor Fernando, comencé a tocar una pieza que ya sé que siempre va a estar en mi biblioteca, en mi repertorio como si de un concertista se tratara, en mi propio corazón. La casa de Goethe se levanta, con flores la llenamos de vida, la música reproduce la belleza de la niebla, y las palabras abren las puertas de todo.
La belleza que creamos,
poseedores, propietarios de profundas miradas también,
mas que lectores, poetas,
mas que recolectores, floristas,
mas que oyentes, concertistas, pianistas del alma,
músicos que pulen cada día el suelo del salón.
Y en todo esto sigo a Goethe, en el ardor por vivir, por sentirse mirado y mirar, por ser flor emocionada, por correr siempre dejando con valentía trotar nuestro corazón.
Sentirnos mirados, y mirar.
Sentirnos descritos en un texto y escribir también lo que dentro de casa se vive.
Sentirnos amados y flores ardientes, y amar así también dejando la vida triste y monótona que tantas veces dibujamos.
Sentir la música, y en cada sonido vivir, arrancando del alma su pulso y su profundo ritmo y armonía vital.
Lanzarnos a todo esto, y al menos siempre intentarlo, al recibir belleza, luz, consuelo y el largo crepúsculo que nos circuncida,
Goteabas templanza en la flor ardiente, enderezaste el salvaje correr extraviado y en tus brazos de ángel se reponía el pecho destrozado.
Os dejo este precioso nocturno interpretado por la gran pianista Alicia de Larrocha.
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=UjCoXo8kb1g&w=420&h=315]