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En estos días de finales de octubre, la luz se va acortando poco a poco en un camino lento pero imparable hacia el invierno. La noche va ganando la batalla al día, y una especie de melancolía vital se apodera de todos. Parece que esto ha sucedido así desde hace mucho tiempo. Ya los celtas celebraban por estos días, en las fiestas de Samhain , el fin del verano y la puerta de acceso a la época de oscuridad del invierno, bailando y haciendo hogueras, para ahuyentar a los malos espíritus relacionados con la muerte y los enterramientos. Y quedó curiosamente recogido en una fiesta irlandesa antigua en la que los niños son los protagonistas con el famoso “truco o trato”, juntando de manera festiva, la muerte y la vida, en las risas y los disfraces de los mas pequeños. Un antepasado de las fiestas de Halloween en el mundo anglosajón. Los romanos celebraban en estos días, fiestas en honor de Pomona, diosa de las cosechas y los frutales, con montones de manzanas; algunas recubiertas de caramelo nos han llegado hasta hoy.

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Nuestra festividad católica de “ Todos los Santos”, viene de los primeros años de la expansión del cristianismo y de la costumbre de venerar las reliquias de cada mártir, que llevó, debido a su gran número, a juntar todas las fechas de homenaje en un solo día, coincidiendo con el primero de Noviembre, con sus días frescos y tristes, que parecen moverse entre la vida y la muerte. La costumbre de visitar los cementerios arranca de esto y todavía tenemos los “ huesos de santo”, como dulce en nuestras mesas.

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El campo parece que se prepara para el largo invierno, las despensas se llenan de conservas y sacos de alimentos. Y las hogueras iluminan el monte de noche estos primeros días de noviembre con las fiestas de la Calbotada en el Valle del Tietar desde hace siglos, uniendo a todos los vecinos alrededor de las castañas asadas en el monte, para alargar las fiestas de la luz unas horas mas antes del duro invierno.

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Realmente, cuando reflexionamos sobre nuestra historia, nos damos cuenta de que muchas tradiciones, ritos y costumbres como estas, tienen su origen en la relación de los hombres con el medio natural. La influencia de los astros, la luz, la naturaleza y su ciclo vital parece que como un motor nos mueven todavía, en pleno s. XXI, junto con otros factores relacionados con nuestra propia cultura, religión e historia personal. Un movimiento que más que ser lineal, creo que tiene forma de circulo, algo así como el de una lavadora cuando centrifuga su carga. Cogemos de nuestro pasado el recuerdo de lo que vivimos y nos marcó, la familia, aquellas personas que han ido modelando nuestro interior hasta marcarlo profundamente. A esto unimos la influencia del medio, la cultura y la tradición en la que nacimos. Y en este pensamiento hacia el pasado, el movimiento nos empuja, lavado tras lavado, hacia el futuro, dejando claro que lo que somos hoy tiene mucho que ver con nuestro propio camino como personas, familias y sociedades, con nuestra historia. Así cuando estos días recordamos a nuestros familiares y amigos difuntos, estamos repitiendo un gesto ancestral que hunde sus raíces en estos días en los que vemos cómo la naturaleza parece oscurecerse entrando en una noche que nos interroga sobre nosotros mismos, la vida frente a la muerte y nuestro devenir. Y sentimos que no estamos solos, que nuestros antepasados están acelerando el motor de esta lavadora, mostrándonos el giro, cómo éste modela el día a día y nuestro pensamiento, mientras nos lanza a avanzar como personas y sociedades. Sí leemos estas fiestas en este lenguaje tan manchado de agua y jabón, mas que tristeza o melancolía vital, echando tanto de menos a personas que tanto queremos, las vivimos llenos de energía, al conocer que su legado nos impulsa a continuar con nuestra vida, aunque la oscuridad avance entre hogueras, mientras los días juegan a “ truco o trato” con las noches.

Columna del Diario de Ávila. 30 de octubre. 2014. Sección ” Musgo sobre granito”.

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