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EL ÁRBOL DE NAVIDAD, reflexión sobre los árboles de Navidad naturales.

 

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Estos días navideños suelen estar decorados con la figura de un árbol lleno de adornos y luces al fondo. Una silueta que mas que pertenecer al mundo del comercio y del ritmo de vida actual, hunde sus raíces en nuestra propia historia y devenir como pueblos. El árbol mágico, fuente de fertilidad, de vida, lanzando sus raíces hacia lo mas profundo del suelo, arraiga reciamente regalándonos esa sensación tan reconfortante de la protección. Del árbol de hoja caduca que veneraban los pueblos germanos y escandinavos cuya copa albergaba la morada de los dioses se pasó a las coníferas que llevaron los primeros cristianos como san Bonifacio que en los gélido días de diciembre deambulaban por las parajes helados de Centroeuropa. De lo caduco se pasó a lo perenne, y los pinos y abetos se vistieron de las manzanas rojas del paraíso aquel en el que Adán y Eva pecaron por primera vez. La luz caía a veces entre las ramas abiertas en medio del bosque, mostrando el cielo y el mas allá que desde allí desciende. Las velas en las largas veladas invernales vestían de magia el momento recordando el transito de la luz y su juego entre las ramas. De las manzanas se pasó a las bolas, y las velas se mutaron como las calabazas de los cuentos en miles de cables llenos de luces multicolores. Las ramas se quisieron mas limpias; el porte mas reducido a conjunto con el rincón del salón; las agujas que caían comenzaron a verse como un problema a solucionar; el olor se prefirió de bote de ambientador; las raíces de hierro sucio se taparon de telas, y la forma debía ser perfecta: un cono erguido sin ningún hueco, sin doblez. “Que es mas ecológico un árbol de plástico”, “que es mas higiénico, que es mas práctico también “ dijo la vecina del quinto.

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Poco a poco hemos ido arañando esta palabra que nos llena la boca al nombrarla: navidad. Recubierta de plástico, ruidos y luces agresivas. Las digestiones de lo comido son tan pesadas como nuestra pesadumbre por el colesterol y la grasa. Mas que cantar villancicos tiernos como figuritas de mazapán, ponemos músicas machaconas que se repiten hasta el infinito y mas allá en las calles y los centros comerciales. El árbol mágico, aquel que nos protege con su copa, que nos abraza en las raíces esas que del suelo se levantan. El árbol que anida ilusión, donde las gotas del rocío brillan como diamantes, el que inunda todo con su perfume, llenando sacos de regalos con piñas, ramas e ilusión. Ese que han venerado nuestros antepasados, ante el que han rezado, bailando alrededor, ahora sale de una bolsa y de una caja de cartón del trastero. Lleno de polvo está el rey del bosque, lleno de pena el baúl de nuestro corazón : qué pasa con la magia, donde reside ,… quien la conoce, parece decir.

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Y cuando vives en una ciudad tan increíblemente bonita como la nuestra, con sus murallas de cuento, la sierra dibujándose en el firmamento, el silencio bañando todo de paz y das un paseo por un bosque cercano a no mas de media hora en coche de tu casa, parece que entras por un momento en el verdadero reino de la navidad. Ahí está con su forma erguida el rey de la magia de estos días; su olor sobre la nariz del que pasea por allí como en una nube; la luz se desploma en un momento entre el aire que corre abrazando todo en una cinta navideña llena de verdad. Regalos increíbles que van a parar a un lugar del que nunca nada ni nadie nos los puede quitar: nuestro corazón y su vecino de al lado, el recuerdo. Qué queremos dejar a nuestros hijos: un bosque o un erial quemado; un cesto de manzanas; un árbol lleno de vida o de polvo. Las luces parecen iluminar la ciudad en un momento bajo las nubes que se rayan sobre la sierra: Feliz Navidad.

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Articulo publicado en el suplemento de Navidad del Diario de Ávila. Viernes 19 de diciembre. 2014.