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Hay muchas cosas de la vida que no son para nada lo que parecen. Muchas veces decimos que algo es mas duro que una piedra y no sabemos que esto no es del todo así. Cuando hace años decidí que iba a estudiar prehistoria creo que en el fondo lo hacía por estos objetos a los que nos referimos como duros e inertes, a los que ya veía de otro modo. Al coger en mis manos un guijarro tallado sentía y aún hoy lo sigo sintiendo, una emoción profunda que no tiene nada de “ pétrea”, el tener cerca de ti, al estudiar con la mirada, tocándolo, dibujando y siglando, algo que utilizó un hombre hace miles de años provoca sentimientos realmente de alto voltaje. Nos une con la cadena esa que al origen de la humanidad y de la vida nos lleva. No es un libro de texto que cuenta qué pasó, eres tu con esa piedra tallada hace tanto y eres a su vez parte de todo, de la evolución, del origen, de la vida. Muy emocionante, de veras.

Un sentimiento parecido, de profunda fascinación creadora imparable de belleza es la que sienten algunos artistas, algunos escultores como los que tuvimos la suerte de conocer y compartir con ellos hace unos días en la Universidad de la Mistica CITeS de Ávila. Ilia Galán que dirige la cátedra C. S Lewis de artes, al comenzar la presentación dijo algo que resume muy bien de que va este arte tan sublime: va de tocar. Si, va de sentir que podemos no sólo ver la belleza de las líneas, el equilibrio, los colores fundiéndose , de las sombras de los materiales, de la siluetas y sus juegos de contrapunto, sino de su corporalidad que se nos entrega a los espectadores que queremos de manera imparable tocarlas y estar así un ratito, algo que desde luego no permite ningún museo. Un arte que es quizá, pese a su apariencia el mas sensual de todos, el mas cercano a nuestros sentidos que hacia las grandes moles de piedra trabajadas, se lanza.

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Los tres escultores que allí mas que encontrarse, parecían hablar un mismo lenguaje que todos queríamos llegar a practicar. El abulense Emilio Sánchez tan conocido y admirado por su trayectoria tan ligada a la expresión de los materiales sacando de ellos el alma que llevan dentro y transformándose corporalmente en bellas esculturas, usando maderas que de sus quejidos sacan hondos cantares, hierros que se pulen como flechas hacia el cielo fundiéndose con la mirada, piedras que confunden su silueta con figuras de santos, de poemas, de canciones.

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El burgalés Alberto Bañuelos- Fournier con una obra tan monumental como lirica, y creo que decir esto no es una exageración para nada. Coger moles de piedras de toneladas, y estar con ellas conviviendo en la mente como sólo un artista puede hacer, es algo increíble y bellísimo. Vivir con ellas, nos contaba, estar siempre con ellas en la cabeza para sacar de allí el hondo sentido que él ve y siente, en un proceso creativo que nos contó en el que el silencio y la soledad se imponen como hábitat para esa relación intima, creativa y vital. Y de allí surgen esculturas enormes y tan grandes como mágicas que han admirado a miles de personas en todo el mundo por donde lleva Alberto sus creaciones, como en el Museo Nacional de Antropología de México DF donde juntó sus piedras con las de las culturas mayas, olmecas y aztecas y el publico sintió de manera especial que estaban como escritas en el mismo papel, que eran casi hermanas con miles de años de diferencia, apuntando todas al mismo lugar, el hombre que en su cabeza trabó todo y con ello durmió muchas noches.

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Si todos ellos hablaron del fondo del libro de su vida, de su manera de entender la existencia y su pálpito sobre todo, fue Amador Braojos, con sus esculturas sobre piedras semipreciosas y con su testimonio de vida, viajes tras las rocas en las canteras y minas de medio mundo, el que con su vida de monje contemporáneo, nos explicó todo este universo de espiritualidad y escultura. Un discurso que encajaba a la perfección en esta universidad abulense que hunde sus cimientos en la experiencia mística. Dejar durante meses, años a veces, las rocas con toda su corteza reposar en su taller construido en medio del campo, cerca de los huertos y de las estancias donde medita y vive. Y luego, explicar cómo descorteza, sacando poco a poco, lasca a lasca el corazón de la piedra semipreciosa, cuarzos rosas, amatistas,…. que de momento parecen iluminadas desde una fuente interior profunda de luz, maravillándose, de su belleza, a la que mas que atacar hay que acariciar. Sentimos ese deseo de acompañarlo, de coger las piedras de las gravera y buscar allí lo oculto a los ojos y que sentimos que habita cerca, muy cerca.

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Poder en una tarde de invierno compartir esta charla, entrar no solo en el taller de estos artistas de talla internacional, sino en su alma, fue un gusto de veras. Mi vocación y amor por las piedras siento que sigue intacta y me une no sólo con el pasado ese del que provengo dando estabilidad a mi vida sino al arte y al espíritu que llena de alegría y paz los salones de la mente y del corazón, disfrutando. Gracias a los tres y al CITeS, gracias. Se llenó todo de esculturas increíbles, tan pétreas, pesadas y voluminosas , guijarros tan suaves que aun creo que descansan en la mente de todos, ligeras, sublimes y llenas de gracia.

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