Toglietemi la vita ancor 

 

Estaba el otro día en un recital de la mezzosoprano Joyce Didonato en el Teatro Real de Madrid. El nombre de Edén encajaba a la perfección con la orquesta barroca, el coro de niños y la soberbia interpretación de la cantante. Rompiendo todos los moldes de un recital tradicional, la diva norteamericana nos introdujo en un lugar al que sólo con la música podemos llegar si la dejamos explotar en nuestro interior con toda su grandeza y potencia. En un viaje que arrancando del paisaje mas remoto de la humanidad se va poco a poco transformando por la Belleza de lo natural y a la vez se va doliendo por todo el daño que vamos infringiendo con nuestras acciones y omisiones. La música se fundía como si fuera una sola sinfonía con obras que arrancaban desde el Barroco con Giovanni Valentini (1582-1679), Biagio Marini (1594-1663), Francesco Cavalli (1602-1676) o G. Friederich Händel (1685-1759) hasta Aron Coopland (1900-1990), con el Poema de Eight Poems of Emily Dickinson, titulado Nature, the gentlest mother.

De repente sentí que volvía a un estadio perdido que también se dolía. Volvía a la Belleza con mayúsculas, a aquella que es mía y dónde siempre quiero vivir. La naturaleza como madre que nos sostiene no siempre me produce una sensación de paz y de belleza, a veces sufro al ver cómo la machacamos sin piedad: basureros al borde de un camino, urbanizaciones estandarizadas que rompen el paisaje apacible, vertidos putrefactos en las aguas, venenos en convivencia con miles de toneladas de sal. ¿Dónde queda la Belleza del vuelo de las cigüeñas sobre los campos encharcados de las tormentas de un junio desatado?

Estoy leyendo a Raffaele La Capria, Nostalgia de la belleza, uniendo la Sierra de Gredos a los atardeceres de Capri, sintiendo ese aire fresco que provoca lo bello cuando vivimos con él, cuando es parte de nuestra existencia, lejos de teorías de manuales de arte, de las selecciones arbitrarias de los expertos en todo, que opinan sobre la naturaleza, lo artístico o la vida. Y es que como dice esta aria de Alesandro Scarlatti de su ópera “ Il Pompeo”, Toglietemi la vita ancor ,

Quitadme la vida cielos crueles,

si queréis robarme el corazón,

quitadme la vida…

Algo así nos explicó el gran poeta Antonio Colinas en el solemne y bellísimo acto de su investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca. El encuentro vital con la Belleza de un niño al que mandaban sus padres a un pueblo de la Bañeza a pasar los veranos y cómo iba viendo como yo ahora mismo, las praderas llenas de cigüeñas y las nubes mordiendo y durmiendo en las cumbres. Algo tan propio, una búsqueda en la que el poeta invierte su vida, buscando palabras y rimas para que sus lectores volvamos con ellas a esos espacios tan reales como efímeros.

La Belleza se compone de mucho mas que lo reunido en un manual. Con la música, la pintura y el pensamiento aparece la naturaleza, los árboles a los que agarrarnos para sobrevivir, las palabras que nos sostienen en los momentos de tristeza y nos aúpan al cielo cuando sentimos que lo que recitamos o escribimos es el verdadero predicado de nuestra vida.

Decía Emily Dickinson en estos versos que Coopland musicalizó y Joyce canta:

La naturaleza, la madre mas amable

vino un viento como una corneja

¿por qué me excluyen del cielo?

El mundo se siente polvoriento…

Las cigüeñas continúan volando incluso sobre basuras, dolor y suciedad. Las nubes sobre los cuadros de Turner, las arias de Haendel y Scarlatti, el suave terciopelo de una rosa que en junio se llena de rocío cada amanecer. La Belleza a la que a veces puedo atrapar y dónde vivir lo que realmente soy.

La búsqueda de la Belleza nos empuja a lo mas íntimo de nosotros mismos y es el motor para poder sobrevivir a tanto ajetreo y violencia, a la fealdad y la intransigencia. Poder abrir un poemario de Colinas o de Dickinson en medio de una tormenta de finales de la primavera sintiendo que el sonido de las gotas al caer, como la cristalina voz de Joyce la otra tarde, abren ese espacio de paraíso donde reside el verdadero Edén. Y canturreo mientras la vista se pierde mas allá de los alisos en las laderas mordidas de piedras,…Toglietemi la vita ancor.

 

 

Este año nos está poniendo a prueba. Todas las restricciones que impone la pandemia así como el temor al contagio y el dolor por la perdida de seres queridos parece que son un poso amargo que va cayendo dentro de cada uno.

Las reuniones familiares se quedan muy reducidas, las fiestas sociales desaparecen, las calles parecen mucho mas tristes este año con cientos de negocios cerrados. En palabras de nuestro santo Juan de la Cruz sentimos que atravesamos una noche oscura llena de pesar y ansiedad. Pero si nos acercamos al santo de manera un poco mas cercana, leyendo sus obras y meditando lo que nos dice, la noche no es sinónimo de oscuridad y tristeza absoluta sino es un espacio donde vislumbramos la luz, transformando nuestro corazón. Un periodo de prueba que nos puede transformar si queremos vivir de manera mas sincera con nosotros mismos. Un momento de reflexión en la penumbra que nos reconstruye por dentro.

En Ávila estas navidades están llenas de esos pequeños rastros de la luz que nos pueden ayudar. Y tenemos que hacer una lectura desde la penumbra de estos días, viendo qué somos y cómo nos transformamos para ese renacimiento que supone la navidad.

Estamos en la ciudad mejor para vivir algunas experiencias navideñas únicas, las de la verdadera navidad alejadas de todo el ruido y el consumismo que rodea estas fiestas. La primera y mas sobresaliente es sin duda la propia ciudad amurallada, la decoración navideña mas bella que se pueda imaginar. La vista de una ciudad que en la noche parece elevarse en medio de un cielo azul, tan bella y sorprendente, aunque lleves toda tu vida viviendo entre estas almenas. Nos empeñamos en poner luces en las calles al modo de otras ciudades y tenemos en luz lo que nadie puede tener, una muralla bellísima iluminada.

Tenemos en segundo lugar una historia profunda y riquísima que aparece también en estos días como luces en medio de la oscuridad. Muchos pueblos desde la prehistoria han vivido en este mismo lugar donde ahora estamos tan tristes y desconcertados. Debajo de nuestros pies los yacimientos arqueológicos nos van mostrando sus costumbres y modo de vida, como vivían estos días de navidad que coinciden con el cambio de estaciones en el solsicio de invierno. Tenemos un yacimiento extraordinario en el dolmen de Bernuy Salinero, que nos habla de las gentes que vivieron en esta tierra hace miles de años y que también se conmovían con la oscuridad de estos días y buscaban como hacer para que la luz de la primavera comenzara a iluminar sus vidas. La posibilidad de ver el cielo y estar al atardecer del día 21 de diciembre en el dolmen es un regalo navideño para todos, porque nos habla de esta conexión con nuestras raíces mas remotas, uniéndonos entre nosotros.

La navidad es para todos un momento de renacimiento, un año nuevo siempre aparece como el mejor regalo de estos días. Decoramos nuestras casas y nuestros místicos Juan y Teresa nos hablan de lo que puede pasar en nuestro interior, en nuestro castillo si nos abrimos al misterio que nos envuelve en estos días. Lo exterior desaparece tras la recogida de los adornos y la limpieza de la casa, mientras lo que renace por dentro nos lleva adelante sacándonos del miedo, la ansiedad y la tristeza.

Tenemos por tanto una tercera experiencia navideña única en Ávila, poder leer lentamente a nuestros místicos en el lugar donde ellos vivieron y sintieron tantas cosas que nos explican, en una ciudad que estaba en su retina y en su corazón como en nosotros. Nadie tiene esto, a Teresa y a Juan a su lado en casa esta navidad.

Frente a la pesadumbre que oigo entre mis amigos sobre la situación y la ciudad en estos días, me atrevo a gritar que esto no es así. Hay aquí mas luces navideñas que en ningún otro lugar del mundo, y además son luces que nos hacen revivir anclándonos a nuestro pasado, dentro de una ciudad abrazada por una muralla que, en luces, se eleva. Feliz Navidad.

 

 

 

En estos tiempos donde prima lo digital en ocio, trabajo y relaciones interpersonales, me siento naufragar muchas veces, como si estuviera con los pies sin asiento en medio de un mar oscuro. Y vuelvo a anclar la mirada, a tocar, sentir, oler aquellas cosas que me enseñan, me consuelan, llenan mi vida de verdad y de vida. Libros con su olor tan característico en los que volver una y otra vez a los párrafos y capítulos favoritos, anotando ideas, dejando que todo quede ahí como testigo de tantos buenos ratos. El libro como un todo en si mismo, abriendo las puertas a lugares lejanos que comienzo a visitar, la belleza de sus hojas, los cantos y la edición, las láminas que hacen a los ejemplares únicos, bellos y llenos de rotundidad porque son y no porque parecen ser, reflejados en la pantalla de los ordenadores y los móviles. Porque los cojo y me pesan entre las manos, ocupan lugar y este es verdadero.

Los libros digitales como otro montón de cosas, películas, series, música, conversaciones, ideas, relaciones, se van volando en un momento presos de una actualización, el desfase de los soportes, un cambio brusco de presión, y comienzan a volar, dejándome una sensación de vacío y de soledad. Como esas imágenes de orientales que viven con un espectro de amigo, novia o sirviente en el salón.

Y todo se hace virtual, y siento que este momento de pandemia me empuja aun mas a este nuevo espacio, lleno de reuniones virales, trasformando las plazas, parques, bares y salones en la soledad de una pantalla que me lanza lejos de los demás. Falta cercanía entre nosotros y lo que me preocupa es que no sé si volveremos a abrazarnos y besarnos como antes, o si este camino lleno de pantallas viene ya para quedarse y aislarnos en casa, lejos del contacto real.

Todo esto cuando lo analizo me preocupa mucho. Estamos todos dentro del dominio de una nube digital, donde nuestras neuronas se van confundiendo con los circuitos de la red que va entrando por dentro modificando nuestra capacidad de decisión, hasta en los sueños todo esto repercute.

Dejamos nuestras relaciones en las redes sociales pensando que tenemos muchos amigos, y que nos comunicamos continuamente con ellos, y son los propios Ceos de las grandes compañías como Facebook, Twiter, WhatsApp, los que nos hablan de su trabajo en nuestro cerebro, siendo hackers de nuestro pensamiento, deseos, relaciones, como comenta Chamath Palihapitiya, que con Mark Zuckerberc construyó la red de Facebook del 2007 al 2011.  Chamath se encuentra ahora en el lado de las personas que conociendo lo que han hecho, se lamentan profundamente de su trabajo, y son verdaderos objetores de conciencia. La utilización de corazones y pulgares hacia arriba que fomentan el aumento de las endorfinas creando verdaderos procesos de dependencia al modo de las drogas mas conocidas. Los hackers ahora están en estas tareas, entrando a controlar nuestras neuronas.

Frente a todo esto, tenemos una herramienta muy fuerte que debemos aplicar desde ahora mismo. La herramienta del  “no”, para salir de la adicción y volver a ser las personas que realmente somos. Hacer un ayuno de esta nube que nos oprime, al menos alguna vez al mes. Así podremos disfrutar de los libros, de las plantas, de la música, las charlas con los amigos, los cuadernos, la escritura, los pinceles, las recetas de cocina.

Me imagino un futuro muy distinto a lo que quieren que vaya acostumbrándome. Sociedades mas cultas y comprometidas con el medio ambiente, responsables y solidarias con los que tienen menos y están menos preparados. Ayudándonos entre todos, hablando y sintiéndonos cerca, lejos de ser meros conejillos de Indias de desalmados con muchos masters y muy poca ética personal.

El futuro comienza ahora mismo, y voy a empezar a hacer ayuno de muchas cosas que me sientan muy mal y con las que no quiero vivir mi vida. Volviendo en este bucle vital a fijarme en lo concreto y tangible que ponga mis pies y mi cabeza en el suelo de la realidad y de la vida.

 

 

 

 

 

Mi libro ” Un castillo lleno de flores”es un regalo para una amiga que me ayuda en miles de cosas de mi vida diaria, Teresa de Jesús. La lectura de las Moradas o el Castillo interior abrió en mi interior un montón de puertas a lugares por los que voy desde entonces transitando. Lugares que eran míos pero que no los conocía, estaban bajo la niebla que oscurecía tantas cosas que vivimos por dentro.

Cuando pienso en esta obra, me recorre un escalofrío, la aventura tremenda en la que me metí a nivel personal, el trabajo ingente de diseño de todo lo que veía  retratado en 140 diseños de arte floral, recogidos en acuarelas con todas las especificaciones de plantas, flores, luz, color, lugar, ambiente. El trabajo enorme el taller de flores de Donzoilo realizando los arreglos de cada página, mas de tres años de desarrollo de la obra. El trabajo con el gran fotógrafo Jesús Gallo, de dos años y medio persiguiendo luces, colores, perspectivas por toda la ciudad de Ávila, la lluvia, el granizo, el roquedo, el basurero, el interior…

El diseño del libro con María Palomo, las tardes en el despacho maquetando, buscando la mejor toma, … La edición del libro al pie de las máquinas de la imprenta Palermo, buscando que cada flor mantuviera su color verdadero.

Siento Teresa que esta es una obra única en mi vida, que juntas hemos hecho. El cansancio aun hoy lo siento, y las preocupaciones por tantos papeles que tuve que asumir, autora, escritora, florista, editora, diseñadora, … Pero esta obra está ahí, para que nuestros lectores puedan recorrer sus páginas disfrutando de la belleza de tus palabras, en mis flores y los lugares por donde juntas transitamos.

El día 5 de septiembre desarrollamos en Ávila un recital poético musical muy especial. Una actividad dentro del Congreso mundial Sanjuanista “Cántico Espiritual”.

La noche del Cántico, la de Juan, se juntaron con la de Ávila estrellada, allí en  un lugar al lado de la muralla, Castillo del interior.

Ya tenemos el Youtube del Recital del Cántico y lo compartimos con todos nuestros amigos. Se retransmitió en directo a mas de 18 países.

Un acto que comenzó juntando a todos los poetas que tenemos a Juan de la Cruz como guía y fuente de inspiración, a los poetas de la Casa de la Poesía y a los Juglares de Fontiveros, en un sencillo momento con musgos, menta y tomillos entre nosotros.
Fue emocionante leer entre todos estos versos tan sublimes del Cántico, la música de fondo, y poder poéticamente dialogar con Juan de la Cruz.
Un grupo de amigos, de poetas tanto de la Casa de la Poesía como de los Juglares de Fontiveros, en el CITeS que es la casa de Juan, donde viven sus hijos e hijas y todos los que siguen su legado de amor y luz.


Damos mil gracias a todos los que hicisteis posible este momento, los poetas, los músicos, amigos, colaboradores…. A los que con vuestra presencia nos acompañasteis en la lectura y que erais la parte esencial de ese momento, compartiendo poesía y vida.
Gracias Fernando Campillo y María Tellechea por esa música tan llena de emoción y belleza.
Gracias a Milagros Quintela, Danilo Ayala, Juan del Santo, Julio Collado, Esther Bueno, Jose María Muñoz Quirós, Asunción Escribano, María Ángeles Perez Lopez, José Pulido, Carlos de Gredos, Alfredo Perez  Alencart, Miguel Angel Mesa Bouzas, Clara Janés, Ilia Galán.
Gracias al p. Javier Sancho y toda la Comunidad de Cites por hacerlo posible, siempre con tanto cariño.
Mil gracias a Todos!!!
Congreso Mundial Sanjuanista que se desarrolla en la universidad de la Mística, CITeS de Ávila, la Casa de la Poesía Juan de la Cruz ha desarrollado un recital poético con música en directo.

Tengo estos días unos pedidos de acuarela y estoy dibujando , disfrutando también.  Y me sorprendo con todo el proceso creativo viendo cómo el agua lleva las partículas de la pintura y va moviéndose por ahí, mientras con las brochas voy dirigiendo su lengua de color.

Y luego se seca, y  es otra cosa, parece que dibuja formas llenas de texturas y de color.

Cruce de caminos

o cómo puedo ir detrás

de cada ola de pintura

que en el papel se ancla,

deteniendo la mirada

en pigmentos y agua,

en vueltas

sombras

y luz

 

 

 

LAS ROSAS DE ANTONIO LOPEZ  EN SILOS

 

 

Hay cosas que creadas con siglos de diferencia parecen encajar en un mismo puzle estético y vital. Me refiero a la exposición que el pintor Antonio López muestra en la sede de las Edades del Hombre en Santo Domingo de Silos. La sintonía de su obra con las piedras labradas del claustro, la silueta enhiesta del famoso ciprés, el cielo azul labrado sobre tierra rojiza de los campos de Castilla a finales del mes de mayo.

El camino por Castilla, las carreteras que serpenteando te llevan entre los campos que juegan al ajedrez con la mirada, arados y en barbecho, las pequeñas colinas rocosas y las cárcavas por dónde los ríos se cuelan en su correr. Y en medio de ellos la obra del hombre que se levanta como una especie de tributo a tanta belleza.

Mientras nos explicaban los capiteles y toda la iconografía, la delicada orfebrería que sobre la piedra trabajaron los hombres hace tanto tiempo, tuve un deseo de volver a aquella época, la paz conventual y la vida de los monjes benedictinos. Su laborioso trabajo en la biblioteca, la recolección de tantas hierbas para completar las recetas de la botica. Las reuniones en la sala capitular, las celdas y el frio que decoraba todo por allí.

El hombre y su búsqueda, la palabra y la paz, la proporción bella, la naturaleza al alcance de una acequia, y el canto gregoriano sonando entre las paredes desnudas.  Parámetros en los que no parece parase el tiempo. Eso es lo que sentí al cruzar una sala del Museo y entrar en la Exposición de Antonio López. La conversación con todo lo que veía se iba llenando de interlocutores porque la mayor parte de los cuadros del genial pintor tenían como protagonistas a unas rosas blancas que habíamos preparado en el taller de Donzoilo para el pintor y su esposa María Moreno hace unos años, cuando desarrollaba unos curso y talleres de pintura en el Palacio de los Serrano de la obra social de la Caja de Ávila.

Un puzle de sensaciones, percepciones y sentimientos. Es como si volviera Gonzalo de Berceo y me lo encontrara por allí. Mientras leo la Vida de Santo Domingo de Silos con la historia del santo, recordando cómo se representaba en teatros didácticos en el claustro. Viendo cómo estaba el escritor en su pupitre largos ratos, con las palabras para componer los versos alejandrinos dando cuerpo a la obra del Mester de Clerecía.

 

Leo la vida del santo en el Poema, y la de aquella ciega de Cornejana que llegó a su tumba que está en medio del claustro, y allí oró pidiendo la vista a Santo Domingo.  Cómo Sancha, que así se llamaba se curó para poder en vida cantar los laudes al Señor, mientras el lazarillo que desde el pueblo la acompañaba daba gritos de emoción por el milagro.

Es como si me fuera a recolectar a las huertas del Monasterio las hierbas para curarla, aprendiendo cada remedio y tisana, volviendo la vista atrás a los conocimientos que tras de las bellas ilustraciones botánicas se esconden.

Un puzle conventual y poético, con las voces de Gerardo Diego cantándole al ciprés, lo natural y verde saliendo como flecha en medio del reino de la piedra. En esos versos tan elocuentes, “enhiesto surtidor de sombra y sueño, que acongojas al cielo con tu lanza”.

Puzle con el presente, el paseo por los claustros y las rosas de Antonio López que van cuadro a cuadro mostrando aquello que sólo lo natural y vivo pueden regalarnos, su transformación, el ritmo de las horas, de los días y minutos. En dialogo con el claustro solemne e inmutable, las rosas se abren y van lienzo a lienzo viviendo para morir, delante de los ojos del espectador que sabe en lo hondo de su corazón lo que esto significa, el paso del tiempo y la belleza efímera de las cosas.

Es increíble lo que la vida a veces nos regala. Un paseo por Castilla y por una de las bellezas del románico, parecen fundirse como dos amantes, las rosas que se van deshojando, lo tierno y lo pétreo, le paso del tiempo en un lugar eterno de cientos de años y de millares de pasos por allí. El cielo se estampa en las raíces del ciprés que escala alturas, y el trabajo de la floristería se junta con la obra de un autor único que dibuja la vida a golpe de pinceladas sueltas que en la distancia se convierten en matices y en luz.

 

Este año he diseñado unas mariposas  para la inauguración del Festival del Piorno 2019 : las realizamos con otros diseños y arreglos en el taller que desarrollamos el día 16 de mayo, en el programa del Piorno en flor que desarrolla ASENORG.

Ya antes de ir a impartir estos talleres en Gredos, para impulsar el amor hacia las flores silvestres, la emoción de vivir en sitios tan privilegiados como Gredos, y empujar el trabajo y la colaboración de los vecinos, ya estoy llena de piornos en mi interior. Es el primer paso, piornizarse,… que significa dejar que toda esa belleza natural entre por dentro, me relaje y me haga disfrutar con su colorido, aroma y silueta toda llena de dulzor amargo.

 

Elegí unas mariposas de papel para que en su sencilla imagen todos volásemos un poco sobre la vida, disfrutando relajadamente de lo que la naturaleza nos regala a cada poco. La actitud de ir por ahí mariposeando, oliendo, posándonos entre flores, arbustos y musgos.

Ver a los vecinos cómo se acercan a estos talleres, en este caso en Navalperal de Tormes, un precioso enclave de la Sierra, con unas vistas increíblemente bonitas. El Aula de la naturaleza donde se desarrolló el taller parecía que estaba dentro de un jardín botánico de piornos, allí salíamos acoger algunas flores, y me parecía increíble cómo todo esta colocado y diseñado con tanta gusto,… por la madre naturaleza.

Las señoras de los pueblos disfrutaron haciendo mariposas, delicadamente pusieron el nombre botánico a cada especie de piornos, realizaron jarrones y arreglos con Moss de manera vegetativa, ramas, cortezas, musgos,… setas.

Dejamos nuestros deseos a los que iban a participar al día siguiente en la inauguración, en forma de arreglos. Piornos como plantitas para ir recreando en nuestros pueblos, jardines, rotondas, entradas de localidades, terrazas, la belleza de esta flor. Cuidándola como lo que es, una verdadera reina,…

Siempre es un gusto coger la furgoneta de Donzoilo y lanzarnos a Gredos, sentirme así, madre pionera, semilla del amor por las flores silvestres,..un regalo de la vida.

 

 

La familia de Bach

 

En estos días me cuestiono donde se encuentra la libertad del individuo, cómo los hombres de todas las épocas pese a los condicionamientos políticos, sociales, de género, han podido vivir en ella. Es cierto que determinadas actitudes, mentalidades, realidades que se imponen en la historia y en algunas sociedades y momentos incluyendo los actuales, no favorecen este suelo en el que pueda desarrollarse la libertad personal.

Vengo replanteando esto, oyendo y estudiando una música que cada día me impresiona mas, la de Johann Sebastian Bach. No hago mas que pensar en cómo en una situación histórica tan comprimida como era la de la sociedad alemana luterana del s. XVIII, en la vida de un músico de la iglesia ,un Cantor de Santo Tomás de Leipzig, con veinte hijos, teniendo que componer música religiosa toda su vida para atender los distintos oficios religiosos, enseñando a los pobres niños a su cargo en la parroquia música y canto para interpretar cada día sus composiciones, podemos ver la obra más libre, bella y completa de un músico genial.

Desde las perspectivas actuales consideramos que un artista, un creador en cualquier rama del arte tiene que poder trabajar en lo que él vea, sienta, lo que le motive, donde las musas aparecen en un determinado momento. Pero esto no es así, en un ambiente tan apretado, lleno de tantas normas, leyes, consideraciones de naturaleza religiosa y social, puede desarrollarse la verdadera libertad, que sale como pájaro de tantos barrotes.

La familia de Bach han sido músicos profesionales desde 1619, organistas, maestros cantores, componiendo música religiosa, cantatas, corales, preludios para acompañar y meditar, en un concepto de la música como instrumento para rezar mas que como una expresión artística en sí misma. Los músicos luteranos del centro de Alemania se dedicaron a componer e interpretar muy arraigados en la tradición antigua de naturaleza polifónica religiosa frente a los músicos del norte del país que empezaron a conocer y a componer en estilos mas relacionados con la ópera, como vemos en otro genio del momento Haendel.  Cercanos al ámbito católico, ya que era en Roma donde comenzaba a oírse y a componer en un estilo en la línea de las óperas dentro del ámbito eclesiástico y del Vaticano.

Si la vida de un músico era en estos momentos y ámbitos alemanes muy regulada por normas y conceptos, imaginemos lo que era para una mujer. Y tenemos un ejemplo sobresaliente en la propia mujer de Bach, Anna Magdalena. Sabemos hoy en día, después de los estudios del profesor  Martin Jarvis que se reflejan en la reciente película “ Crónica de Anna Magdalena Bach”  de Daniéle Huillet que  no fue simplemente la copista de su marido como se leía su vida hace años. Jarvis sostiene que ella compuso por ejemplo el aria de “Las Variaciones Golberg” o el Primer Preludio de “El Clave bien temperado”.

Se casó Anna Magdalena con el maestro Johann en 1721 cuando era una joven soprano que ya se ganaba la vida con su talento vocal. Era la segunda esposa de Bach, y juntos tuvieron trece hijos. Hija de un trompetista de la corte de Zeitz , estaba al tanto de toda la música que se iba componiendo en el momento y ayudó mucho a su esposo, no sólo en su familia numerosa y como ayudante a la hora de transcribir la ingente obra musical que creaba Bach, sino que fue creando a su alrededor un ambiente de libertad y de amor por la música. Organizaba veladas musicales en casa, invitando a los amigos y propiciando la creación de los Conciertos del Café.

Pero el ambiente en el que vivían era realmente rígido y muy cruel, así al menos lo leo yo. Cuando murió Johann, Anna tuvo que irse a los pocos días de su casa en la Escuela de Sto. Tomás, buscando un lugar donde poder sacar adelante a sus cinco hijos pequeños. Sólo pudo disponer de un tercio de la herencia de Bach, que era más o menos el sueldo que ganaba como maestro y músico durante un año. Llegó a pasar hambre, a pedir para poder mantener a sus hijos.

Y al ir oyendo la enorme obra de este genial músico nos sobrecoge la emoción por cada giro de la melodía, las arias de las cantatas, el delicado estudio de la belleza sonora de cada instrumento.  Recoge Ramón Andrés “Los días, las ideas y los libros” la lista de volúmenes que componían la biblioteca de Bach al morir, y entre ellos me encuentro con una traducción alemana de “Llama de amor” de San Juan de la Cruz de Müller. Libertad como reducto del hombre. En familia Bach encontró la llave de la creación y la puerta para la libertad individual.

Articulo publicado en el Diario de Ávila, el 4 de abril de 2019