Ayer estuvimos en el dolmen de Bernuy Salinero para ver la puesta del sol y el firmamento en el solsticio de invierno. Aunque la tarde y la noche estuvieron nubosas y el cielo no permitía ver los astros , planetas y estrellas, el momento fue impresionante.

Las puestas del sol en Bernuy en estos días de otoño- invierno son bellísimas, con sus colores tan marcados sobre las montañas. Disfruté mucho en un viaje que como un regalo me volvía a situar en el momento del descubrimiento y en los días de la excavación. La emoción por ir redescubriéndose una parte de la prehistoria de Ávila, siguiendo la huella a nuestros antepasados de hace milenios. En unos momentos que interrogan al hombre de todos los tiempos, en la muerte y su conexión con la vida, en un circulo continuo en medio de la naturaleza, fuego, piedra, agua y firmamento.

Recordar el descubrimiento hace mas de 30 años, y hacerlo con tanta gente que se acercó al dolmen, mis hijas, mi querida amiga y arqueóloga Rosa Ruiz. Momentos por los que doy mil gracias a Dios.

 

Este año nos está poniendo a prueba. Todas las restricciones que impone la pandemia así como el temor al contagio y el dolor por la perdida de seres queridos parece que son un poso amargo que va cayendo dentro de cada uno.

Las reuniones familiares se quedan muy reducidas, las fiestas sociales desaparecen, las calles parecen mucho mas tristes este año con cientos de negocios cerrados. En palabras de nuestro santo Juan de la Cruz sentimos que atravesamos una noche oscura llena de pesar y ansiedad. Pero si nos acercamos al santo de manera un poco mas cercana, leyendo sus obras y meditando lo que nos dice, la noche no es sinónimo de oscuridad y tristeza absoluta sino es un espacio donde vislumbramos la luz, transformando nuestro corazón. Un periodo de prueba que nos puede transformar si queremos vivir de manera mas sincera con nosotros mismos. Un momento de reflexión en la penumbra que nos reconstruye por dentro.

En Ávila estas navidades están llenas de esos pequeños rastros de la luz que nos pueden ayudar. Y tenemos que hacer una lectura desde la penumbra de estos días, viendo qué somos y cómo nos transformamos para ese renacimiento que supone la navidad.

Estamos en la ciudad mejor para vivir algunas experiencias navideñas únicas, las de la verdadera navidad alejadas de todo el ruido y el consumismo que rodea estas fiestas. La primera y mas sobresaliente es sin duda la propia ciudad amurallada, la decoración navideña mas bella que se pueda imaginar. La vista de una ciudad que en la noche parece elevarse en medio de un cielo azul, tan bella y sorprendente, aunque lleves toda tu vida viviendo entre estas almenas. Nos empeñamos en poner luces en las calles al modo de otras ciudades y tenemos en luz lo que nadie puede tener, una muralla bellísima iluminada.

Tenemos en segundo lugar una historia profunda y riquísima que aparece también en estos días como luces en medio de la oscuridad. Muchos pueblos desde la prehistoria han vivido en este mismo lugar donde ahora estamos tan tristes y desconcertados. Debajo de nuestros pies los yacimientos arqueológicos nos van mostrando sus costumbres y modo de vida, como vivían estos días de navidad que coinciden con el cambio de estaciones en el solsicio de invierno. Tenemos un yacimiento extraordinario en el dolmen de Bernuy Salinero, que nos habla de las gentes que vivieron en esta tierra hace miles de años y que también se conmovían con la oscuridad de estos días y buscaban como hacer para que la luz de la primavera comenzara a iluminar sus vidas. La posibilidad de ver el cielo y estar al atardecer del día 21 de diciembre en el dolmen es un regalo navideño para todos, porque nos habla de esta conexión con nuestras raíces mas remotas, uniéndonos entre nosotros.

La navidad es para todos un momento de renacimiento, un año nuevo siempre aparece como el mejor regalo de estos días. Decoramos nuestras casas y nuestros místicos Juan y Teresa nos hablan de lo que puede pasar en nuestro interior, en nuestro castillo si nos abrimos al misterio que nos envuelve en estos días. Lo exterior desaparece tras la recogida de los adornos y la limpieza de la casa, mientras lo que renace por dentro nos lleva adelante sacándonos del miedo, la ansiedad y la tristeza.

Tenemos por tanto una tercera experiencia navideña única en Ávila, poder leer lentamente a nuestros místicos en el lugar donde ellos vivieron y sintieron tantas cosas que nos explican, en una ciudad que estaba en su retina y en su corazón como en nosotros. Nadie tiene esto, a Teresa y a Juan a su lado en casa esta navidad.

Frente a la pesadumbre que oigo entre mis amigos sobre la situación y la ciudad en estos días, me atrevo a gritar que esto no es así. Hay aquí mas luces navideñas que en ningún otro lugar del mundo, y además son luces que nos hacen revivir anclándonos a nuestro pasado, dentro de una ciudad abrazada por una muralla que, en luces, se eleva. Feliz Navidad.

 

 

Cada vez me doy mas cuenta de la relación tan profunda que tenemos los hombres con el medio donde nacemos y vivimos, con la naturaleza donde existimos. El suelo con su variedad de colores, minerales, las piedras, los árboles y arbustos que crecen alrededor. Los pequeños roedores, las águilas que surcan el cielo. Los ríos, arroyos, las tranquilas charcas donde se refleja el sol. El firmamento que se enciende al declinar cada día marcando rutas misteriosas encima de nosotros.

Nuestros antepasados mas remotos, los que vivieron en esta misma tierra hace mas de 5000 años tenían todavía una relación mas íntima con lo natural.  De su fusión con la naturaleza surgieron sus creencias, sus divinidades, ritos de distinto tipo. La explicación de los enigmas de la vida como los muertos y su relación con los vivos, el agua como elemento básico de la existencia, las luces que allá en el cielo cada día relumbran, las manchas rojizas de las rocas que muestran de manera natural siluetas llenas de significado…

No eran seres para los que sus creencias eran algo externo sólo sujetas a ritos en determinados momentos, sino que estas eran lo que movía su existencia, las que organizaban socialmente los grupos jerarquizados y lanzaba a los miembros de cada grupo a ser productivos para los demás, cazando, preparando el alimento, construyendo casas, enterramientos y lugares de rito y ceremonia. Eran seres rastreadores de indicios y huellas en lo que les rodeaba.

Los arqueólogos sacamos y estudiamos los materiales que aparecen en las excavaciones desde ahí podemos ir dando forma a pequeños retazos de la vida de los pueblos primitivos, usando distintos métodos de datación y con nuestro conocimiento sobre tipografía y elaboración de los materiales. También miramos alrededor, mirando al cielo, integrando nuevos conocimientos y perspectivas al estudio, como las que nos ofrece la Astroarqueología, una disciplina que se define como una astronomía de la cultura, buscando la relación de lo que vemos en el cielo con los restos arqueológicos de los yacimientos.

Todos los pueblos primitivos tenían esta fascinación por el cielo estrellado, allí encontraban indicios de un primitivo calendario, y en algunos momentos de la prehistoria, como en el megalitismo, esto era todavía mucho mas intrínseco: sabemos y podemos comprobar cómo se tenía en cuenta el firmamento, y los movimientos del sol para la situación y orientación de los dólmenes y de los cromlech o círculos megalitos. El cielo era en estas etapas el elemento vector de las construcciones y marcaba el ritmo  de las celebraciones y ritos.

La situación de los dolmenes en sitios abiertos al firmamento es algo que podemos vivir al llegar a Bernuy y adentrarnos por el camino que desde el pueblo nos lleva al yacimiento. Igual que ahora podemos divisar desde lejos la silueta del dolmen, los pueblos primitivos durante milenios sabían que estaba allí, sabían su función como lugar de enterramiento y de celebración de ritos relacionados con el mas allá. El fuego, que aparece en el suelo de la cámara en la excavación, así como los otros fuegos que sabemos que se encendían en la entrada, en el exterior, se juntaban con la piedra, indicando el sentido de viaje iniciatico hacia el interior del monumento. Aparecen cuarzos cristalizados que con el fuego y el agua, que había en esta época de año por aquí, muestran el circulo mas profundo de creencias en el mas allá, juntando todo bajo el cielo y su enigmáticos misterios.

Poder venir en el solsticio de invierno aquí y ver con detenimiento el firmamento, respirando el aire que envuelve las tardes – noches de diciembre en medio del campo abulense, es una experiencia arqueológica y vital única, para mirar con los telescopios y la ayuda de los expertos astrónomos que nos van a acompañar, es una ocasión para tener una experiencia de cómo vivían nuestros antepasados. Así uniendo lo que observemos y vivamos con toda la información que los arqueólogos vamos descifrando y mostrando en los estudios que continuamente van actualizando , aumentará el conocimiento de esas épocas tan remotas de nuestra historia.

Una actividad abierta a todo  el que quiera acompañarnos. La organiza el Ayuntamiento de Ávila, con la dirección de la arqueologa municipal Rosa Ruiz Entrecanales y colabora Jose Raúl Muñoz director  del Grupo de Observadores Astronómicos de Ávila que explicara el firmamento  desde los telescopios que se colocaran en el recinto para que podamos ver y disfrutar con la visión del cielo en el solsticio de invierno en el dolmen de Bernuy Salinero. En un día en el que se podrá ver la conjunción Jupiter- Saturno.