Cuando el verano termina y aparece el otoño con tantos días tristes y oscuros en la mirada, me gusta hacer punto con unas agujas gordas. Largas bufandas de colores que parece que me abrigan en los primeros fríos. Mas que por el calor que me dan desde un punto de vista físico, estas bufandas y estos ratos con las agujas me introducen en un mundo cálido y familiar, algo que me une con mi madre y mis abuelas, que me introduce en la historia. Con este pequeño viaje emocional, rompo el duro aspecto digital de la vida actual, donde las reuniones son a través de las pantallas de los teléfonos y las conversaciones se hacen por wattsap.

La actividad de tricotar nos adentra además hasta la prehistoria, cuando comenzaron nuestros antepasados a vestirse con las pieles de los animales mediante el uso de punzones y buriles. En actividades tribales colectivas para poder ponerse algo sobre el cuerpo. Y cómo poco a poco con el comienzo y el desarrollo de las actividades ganaderas y pastoriles, la lana de las ovejas comenzó a utilizarse, mediante largos procesos de esquileo y lavado para obtener los ovillos, usando para ello también la rueca. Desde entonces comenzó a difundirse el trabajo con la lana, siendo la rueca la actividad femenina mas sobresaliente en el ámbito familiar. Nuestra Santa Teresa sabemos que utilizaba la rueca en su celda de la Encarnación como parte del trabajo diario de la comunidad.

En el ámbito monacal, siguiendo las enseñanzas de San Benito, este tipo de trabajo manual con las lanas era idóneo para mantener el alma en la contemplación de lo eterno mientras con las manos se iban dando cuerpo a los ovillos y a los productos y prendas que de él salían en las manos de los monjes y monjas contemplativos. Este aspecto también lo recalca nuestra Santa. Al realizar estas labores manuales podemos meditar profundamente, el ritmo pausado y repetitivo es idóneo para relajarnos y entrar en unidad con lo mas hondo de nosotros mismos.

Curiosamente el trabajo con dos agujas de punto era una actividad reservada a los hombres hasta hace unos siglos. Se creó en el s. XIV el gremio de los calceteros al que para poder ingresar y formarse en sus actividades, tenían que pasar una serie de exámenes y evaluaciones durante nada menos que seis años. Para pasar el examen de maestría tenían que saber hacer una camisa, un gorro de punto cardado, un par de medias y un tapiz de distintos colores, aunque la variedad de piezas era distinta en cada región.

Ya en las ciudades medievales comenzaron a reunirse en unas determinadas calles las personas que realizaban estas labores, siendo las mujeres las que hilaban y los hombres los que sabían utilizar las agujas que tenían distintos tamaños y formas para adaptarse a cada encargo. Se reunían en el gremio para poder defender sus intereses y apoyarse en todo lo necesario, siendo muchas de las cofradías de naturaleza religiosa. Se establecían en los núcleos urbanos y obligaban a todos los que realizaban estos trabajos a regirse por un único estatuto, para controlar la actividad artesanal, evitando la competencia desleal, uniendo sus intereses para la obtención de la materia prima, la lana. Su organización era jerárquica, con maestros, aprendices que no cobrar nada en sus tres años de aprendizaje y vivían en el taller del maestro y dueño de los talleres y de los instrumentos de trabajo. En todo este panorama gremial las mujeres estaban excluidas hasta pasado el s. XVI. Ellas vivían en el campo y vendían sus productos en el mercado local.

El gremio de calceteros prosperó mucho a partir del s. XV cuando cambió la moda masculina y se sustituyeron las túnicas por otras prendas ajustadas y cortas que dejaban las piernas al descubierto y que era preciso proteger y vestir con los calcetines.

Cuando tiendo en mis manos los ovillos de lana y comienzo a mover las agujas siento esa conexión con todo esto, y me siento afortunada por momentos. Bienestar, meditación y relajación mientras voy llenando los sillones de casa de largas bufandas de colores donde recostarnos en las veladas invernales en familia. Recuerdo cómo era mi casa antes, con esas reuniones alrededor de la mesa camilla, y cómo había calor, cercanía y cariño, mientras a los niños nos ponían con las manos abiertas para ir devanando las madejas, entre conversaciones, recetas y tazas de café. Y comenzaban a aparecer los calcetines, las bufandas, los guantes y los jerséis que cada año iban creciendo en tamaño y colores, adaptando la lana a cada uno de los niños que íbamos tan orgullosos con ellos al colegio. El pasado me abraza en estas madejas que en mis manos me calientan.

 

 

Tener un amigo es tener un tesoro. Su amistad transforma nuestra vida porque sabemos que ya no estamos solos ante los problemas, las adversidades, el vértigo vital y los éxitos con su larga capa de pruebas. Sentimos su cercanía, y esto nos hace seguir con nuestro día a día de otra forma, nos entendemos, nos apoyamos, nos conocemos hasta en los detalles mas pequeños.

Teresa de Jesús era una amiga de verdad en medio de su azarosa vida llena de sobresaltos. Y hoy en día sigue siendo amiga nuestra y sobre todo maestra en estas cosas que están tan cercanas y con los mismos mimbres del amor. Maestra de amistad, de cómo estar cerca de los demás y de cómo disfrutar con ellos

Así, cuando Teresa reforma la orden del Carmelo con la fundación de San José en 1562 sabía que además de la construcción de aquel viejo caserón que habían podido conseguir con tanto esfuerzo, tenía que ir levantando otro edificio de naturaleza espiritual mucho más importante, lleno de amistad, confianza, fe y alegría para poder avanzar en la vida con determinada determinación, como un motor que impulsa todo hacia delante.

Teresa aparece en sus escritos pero sobre todo en lo que nos han contado de su vida y en sus cartas, como una maestra de vida, una amiga que pone la amistad como el cimiento de todo su pensamiento. La amistad es la que define su experiencia espiritual, y llega a definir a la oración, lo mas importante de toda su existencia, como un trato de amistad, algo que incluso hoy en día nos parece sorprendente.

Orar según nos dice Teresa, es tratar con quien sabemos nos ama. La amistad se constituye en los cimientos de su vida y de sus enseñanzas, y en esto nos enseña como una maestra.

Teresa fue una mujer muy cercana con todas las personas que estaban a su alrededor, era simpática y alegre, tenía un don de gentes, sabía tratar a todo el mundo y nos enseña cómo conseguirlo. Así podemos ir aprendiendo en sus escritos mayores, en la Vida, en el Castillo interior, en Camino de Perfeccióny en las Fundaciones, pero también en sus otros escritos más breves y sobre todo en sus cartas donde aparece su verdadero rostro humano y en lo que nos cuentan de su vida y de su manera de comportarse y de ser, recogido en los Procesos de beatificación y canonización que siguieron a su muerte.

Hay un Aviso que recogió Fray Luis de Leon  en la edición principede sus obras en 1588, que aunque hoy en día se cuestione la autoría de Teresa, recoge su enseñanza de manera tan clara que no puedo por menos que considerarlo como fruto de su puño y letra y de su propia experiencia personal, la que ha servido siempre de cimiento de todo su pensamiento: acomodarse a la complexión de aquel con quien trata en el alegre, alegre, y con el triste triste, en fin de hacerse todo a todos para ganarlos a todos.

Algo que hoy llamaríamos empatía que nuestra Santa ya ponía en funcionamiento en pleno siglo XV. Hay una expresión suya que recoge totalmente toda esta enseñanza, cuando nos dice que con un amigo, con la persona que tenemos al lado, tenemos que abajarnos, es decir que tenemos que pararnos un poco y mirar al otro y bajar hasta su propia vida, al momento que está pasando para ponernos en su piel  y así podremos entender qué le pasa, nos dolerán sus penas y nos pondrán muy alegres sus triunfos, seremos por momentos uno con él en la amistad y en el amor. Dos términos que Teresa siempre dice juntos, como unidos por las mismas fibras.

Teresa nunca habla de algo que no sea su propia experiencia, de algo que no haya vivido, y la amistad era lo que ocupaba su vida desde la infancia en la concurrida y alegre vivienda de don Alonso y doña Beatriz pegada a la muralla, donde jugaba con sus hermanos y con los niños que vivían por allí como los de la familia de Núñez de Vela. Los amigos y sus hermanos fueron lo mas importante en estos momentos infantiles de juegos y risas. Cuando siendo una niña murió su madre, se refugió tanto en sus amigos que su padre, tan preocupado por educar a sus hijos en la doctrina católica y en los valores de una familia hidalga castellana, no dudó en meter a la pequeña en un convento de agustinas. Era como una especie de internado donde la hermana María Briceño se convirtió en su maestra, en su madre y sobre todo en su primera amiga en el ámbito espiritual, mostrando a esta pequeña niña que eran estos sentimientos de amistad los que iban a formar siempre la urdimbre de toda su existencia.

Frente a su padre que aún desconfiaba de su hija que comenzaba a mostrar una inclinación hacia la vida religiosa, Teresa se apoyó en una amiga que estaba en el recién inaugurado Monasterio de la Encarnación, Juana Juárez, para ingresar en este enorme centro con cientos de monjas que vivían como en un pueblo medieval, libres  de las ligaduras familiares y dedicadas a la oración. Monjas entre las que la joven Teresa comenzó a encontrar a sus amigas, con las que hallar la fuerza para, un día después de la festividad de Todos Los Santos, entrar por las puertas del monasterio, a espaldas de su padre, que se disgustó mucho con la decisión de su hija.

La relación de Teresa con su padre, es una de las páginas más entrañables de todo su legado, cómo se fueron conociendo, y cómo Teresa fue entrando en el alma de su padre, y don Alonso en el de su hija inquieta y andariega, en un profundo amor que dio sentido a sus vidas y que  permitió a don Alonso caminar por las sendas místicas de la mano de su hija. Padre, hermanos y sobrinos que siempre estuvieron en el corazón de la Santa, intentando ayudarlos a todos soportando muchas veces las rencillas familiares y las pujas por los bienes. Entre todos sus familiares la relación de Teresa con su hermano don Lorenzo nos muestra la hondura de sus desvelos y cómo las preocupaciones englobaban también las del ámbito puramente espiritual y místico, con unas cartas bellísimas entre hermanos a las que hay que volver de vez en cuando.

Comenzó a tener amigos y amigas en Ávila, a través de las visitas que las monjas tenían que hacer a las familias que ayudaban económicamente al convento, y también en las animadas charlas en los locutorios. Teresa era muy popular y querida, su alegría y cercanía hacían a muchas personas acercarse a la reja, algo que a ella en muchas ocasiones le causaba mucha preocupación porque se alejaba de sus horas de silencio y meditación, metiendo su mundo en la vorágine de las relaciones sociales y personales. Entre ellas tenemos que recordar a su gran amiga Guiomar de Ulloa, que tanto ayudó en las licencias, en la financiación  y las obras del convento de San José y que presentó a Teresa a un fraile muy delgado y espiritual, de maneras sencillas y muy entrañable, llamado fray Pedro de Alcántara, y allí en la casa de Guiomar se hicieron muy amigos y se ayudaron profundamente a nivel espiritual conectando de inmediato y a nivel práctico también con todos los inconvenientes que tuvo Teresa que sortear toda su vida.

Amigos espirituales de la ciudad de Ávila que constituyeron, junto con sus amigas de Encarnación el germen de la reforma, en sus encuentro orantes y de amistad, donde había personalidades tan especiales y espirituales como Marí Díaz que en ese momento estaba trabajando en la casa de doña Guiomar y que es una gran mística y santa.

Así cuando se fundó San José, aquel día sofocante de agosto, con toda la ciudad de Ávila en contra de un grupito de monjas que se habían desplazado, Teresa tenía que construir lo más importante, su pensamiento recogido en papel para ayudar a sus hijas y a sus amigos a caminar por la vida: todas se han de amar, todas se han de querer.

Puso a la amistad como la piedra angular de esta nueva construcción y todo basado en su propia experiencia más íntima al encontrarse en lo hondo de su alma con el amigo, con Jesucristo, con el que trata de amistad, con el que se siente amada y con fuerzas para transmitir todo esto. La experiencia mística de Teresa es el amor, y así debemos entender a nuestra amiga y sus mensajes, yendo más allá de éxtasis y levitaciones, aterrizando en esta relación de amor y amistad que rodeaba su vida y que nos enseña a caminar.

Cuando conocía a alguien, Teresa que era una mujer muy lista y que sabía que tenía que poner en marcha este proceso de “abajamiento”, hablaba tan desde dentro  contando su propia vida sin tapujos, como hace de manera sorprendente con todos nosotros en sus escritos , que ya quedaban amigos íntimos para siempre, con personas de toda índole y situación social, desde el rey Felipe II que siempre socorrió a Teresa en sus momentos más críticos en relación con las investigaciones de la Inquisición  y en todos los vaivenes de la orden descalza y su relación con la calzada, hasta los carreteros con los que iba por los caminos embarrados de Castilla y Andalucía, sus hijas  siempre con ella pasando frío bajo las telas de la tartana, en ventas desoladas, ríos en crecida, al acecho de maleantes y de ordas de poblaciones enfurecidas por el paso de tanta monja.

La biografía de Teresa está atravesada por miles de amigos a los que ella quería de verdad, así sus cartas nos van descubriendo el trato que tenía con ellos, cómo se hablaban cuando estaban en intimidad, con su padre del alma y confesor Jerónimo Gracián, con Juan de la Cruz el otro pilar espiritual y vital de la reforma al que Teresa siempre vio en su santidad y valía humana. Con sus hijas más queridas, a las que hablaba tan en confidencias, animándolas y a veces reprendiéndolas en otro aspecto de la amistad que Teresa también maneja con autoridad, en la ayuda a mejorar diciendo las cosas que pueden cambiar nuestra manera de ser y de comportarnos, así aparecen figuras de las grandes hijas de Teresa que luego llevaron su legado por España y por Europa, cómo María de San José, Ana de Jesús, Ana de San Bartolomésu última amiga, enfermera, secretaria, sus manos y su corazón.

En estos días de fiestas desde hace años me acerco a Teresa buscándola a ella de verdad mas allá de las imágenes barrocas y la ornamentación festiva.  En ella encuentro a una amiga que me enseña sobre cómo es y cómo debería ser la verdadera amistad apareciendo al momento una carga eléctrica que recorre todo. Sobre cómo debo proceder con los demás, sobre la espiritualidad más auténtica y la materia de la que está compuesta, sobre cómo mirar a los demás y abajarme para ver, sentir y vivir. De cómo sólo se nos pide el amor y sólo el amor en nuestra vida como decía tan bellamente san Juan y cómo la amistad se nutre de la fuente más honda de nosotros mismos. Somos y damos lo que tenemos, lo que descubrimos, lo que ponemos en marcha cada día. Mi amiga Teresa, mi maestra de vida y de amor.

 

 Y salí de mi tienda sombría

 

Parece increíble y cruel que volvamos a vivir cosas y acontecimientos históricos salvajes que parecían ya cosa del pasado, algo superado. Sentíamos que la humanidad había aprendido de sus errores mayúsculos, de tanta sangre y que no iba a transitar por un camino de violencia, muerte, guerra e invasiones. Pero este ataque bélico  de Rusia contra Ucrania, nos demuestra que todo puede volver a aparecer en las sociedades avanzadas e intercomunicadas del s. XXI.

Ivan Bunin es un autor ruso del s. XX que tuvo que salir de su país cuando comenzó Revolución Rusa, abandonando su hacienda y su carrera profesional y vital. Todo el mundo en el que vivía se desmoronó de repente con un estallido que sabemos cómo ha cambiado el panorama mundial desde entonces y todo lo que supuso en las guerras y atrocidades vividas en este siglo. Un escritor que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1933 y que tiene, junto a su obra en prosa una producción poética muy singular que estoy en estos días leyendo.

Un escritor como él, es en el fondo de su ser, un verdadero poeta que mira la vida de forma especial, cabalgando sus sentimientos y observaciones con las palabras, buscando el sentido oculto de cada imagen, haciéndonos vivir en su mundo que va apareciendo verso a verso.

En un poema escrito en 1907, se va en imágenes a la tumba de Abraham, Isaac, Sara y Raquel en el Hebrón,  en una ancha llanada de piedra,/entre cuestas y rampas/… escuché en plena noche,/ como llanto de un niño,/ a un chacal que gritaba. Y parece que ese grito se junta en mi interior con los que las noticias nos muestran de la situación en Ucrania, donde hay lobos entre niños, y donde la población que había olvidado a sus muertos, vuelve a recorrer las cuestas empinadas llenas de pedregales, para encontrarse con ellos, reviviendo el dolor de una historia cuajada de violencia, guerra y atrocidades.

En este momento, en el que el alma de millones de personas se encuentra preocupada por todo lo que está ocurriendo y por lo que se avecina, recordando momentos que parecen similares y que fueron el desencadenante de las guerras mundiales, me pregunto cómo puede la diplomacia mundial, después de las lecciones pasadas, haber fallado de manera tan rotunda. Cómo no se pueden encerrar a los lobos en sus guaridas, al margen de los niños y de sus familias, cómo podemos estar así después de todo lo que el mundo ha sufrido hace unos años, que parecían lejanos y ahora están aquí en pie con nosotros.

Y salí de mi tienda, doliente, no sé qué buscaba… es como si toda la historia de Abraham se pusiera también de pie tomado la actualidad como escenario para desarrollarse, buscando una tierra donde vivir y donde no sufrir el ataque y la guerra. Esas largas caravanas de personas que intentan salir de la ciudad, mientras sobre Kiev y sus alrededores se oyen los bombardeos. Los miles de habitantes que buscan cobijo en los refugios subterráneos, el metro, y el miedo y la preocupación que como lobo hambriento va comiéndose por dentro el bienestar que parecía que como sociedades estábamos disfrutando.

Volver a la historia vivida nos enseña mucho de nosotros mismos y su reflexión empuja muchas veces nuestras acciones, tanto en el buen sentido, aprendiendo de los errores para superarlos, como en el negativo, intentando volver a momentos pasados que se consideran mejores en algún aspecto, olvidando el mapa completo de la situación. Este tipo de planteamientos que buscan retroceder a un tiempo de supremacía de un pueblo sobre otro, configurando un nuevo orden social, es lo que debe estar en al hoja de ruta de Putin. Volver a un mapa ya disuelto, donde países que hoy en día son soberanos, deben , en su planteamiento, volver a estar en la esfera de poder y de influencia de Rusia.

Un ataque que pilla a todo el mundo en medio de una pandemia que desangra las fuerzas tanto económicas como vitales, una pandemia que desde luego ha cambiado el panorama de poder en el mundo, en el que Rusia quiere, con estas acciones bélicas, dejar claro su papel protagonista en la esfera mundial, pasando por encima de todo, sin oír el llanto de los niños, siguiendo sólo el instinto de lobo que tras la piel de cordero, se esconde.

En la ruta de Hebron estamos ahora todos, llorando por las víctimas que no deberían estar ahí, fueron llevadas en plena noche alumbraban, inmóviles, silenciosas estrellas la tierra ancestral, olvidada… en una noche que a pesar de ser oscura y atroz presenta en su propio alumbramiento astral, tenue pero real, un atisbo de esperanza. Las estrellas siguen ahí brillando, marcando senderos de cordura, solidaridad y siguiendo el predicado de Abraham como padre de tantos creyentes en todo el mundo, de amor. Y es esto lo que puede transformar la sinrazón, cuando entre todos, al lado de las tumbas de los que se fueros antes de tiempo, mirando el firmamento, podamos ayudar a construir un panorama mas justo, humano y real.

 


La sierra de Ávila estaba ardiendo mientras leía “Las hierbas de los regatos están blancas. Crónica poética de un agosto en llamas”. El fuego se extendía sobre las laderas y cercaba mi pueblo. Algunos animales murieron en las fincas de las afueras. Y no pude evitar sentir una profunda pena por ese paisaje tan conocido y, al mismo tiempo, tan poco observado, que ya no estaría. El incendio llegó en las últimas páginas del libro, y la poesía de MaríaÁngeles Álvarez me reconfortó como consuela mirar postales antiguas: son sus poemas una imagen detenida enlo pequeño de la naturaleza. De aquello que no se admirahabitualmente.

Porque, ¿quién puede decir que se para a observar el color de las hierbas en los riachuelos? En este nuevo libro (y su segundo poemario) María Ángeles Álvarez detienesu mirada y su palabra (“La hierba de los regatos/están blancas/de tanto sol”) para ofrecernos una pausa muy cercana a la mística. Y hace que el mundo gire en torno a esas briznas de pasto, al dibujo de las lajas de granito, a las sombras duras que forma el verano en la tierra.

El campo abrasado/está lleno de costras/ vivas”. Sentimos la pesadez de las horas en las que el sol pega fuerte. La fragilidad frente a lo insondable. Y sin embargo, según avanzamos en la lectura, ese estío opresivo se convierte un páramo lleno de amor. El libro tiene una ascensión en espiral, como el viento que mueve el polvo. La voz de la autora pasa de un tono contemplativo y acompasado a un diálogo incendiario con el amado que inunda los poemas finales. “Eres/ el incendio/y la cerilla que lo prende”. El amor, los árboles, la lluvia, las gotas.

Destaca también la cuidadísima edición del libro. Cuadernos del Laberinto se caracteriza por la atención a los detalles y en este libro esto se plasma hasta en la elección del papel, en el que destacan, brillantes y llenas de fuego, las acuarelas también realizadas por la poeta. Me pregunto que habrá llegado antes, si el trazo o la palabra. En cualquier caso,  en todas esas líneas quedan atrapados el calor y la reflexión de esos treinta y un días de agosto.

Yo me quedo esperando el próximo libro de la poeta, como estos poemas (y el campo abulense) se quedan esperando a que la lluvia calme lo quemado.

ANHELO DE RAICES

Leyendo a May Sarton en el jardín de casa

En aquel primer fin de semana establecí el rito de la cena. Cuando me sentara a la mesa, tenía que haber flores; debía haber una botella de vino y que la mesa estuviera puesta con esmero, como por el mejor sirviente. Un libro abierto para poder leer, el equivalente a la conversación civilizada para un solitario. Todo estaba preparado como para recibir a un invitado y el invitado de la casa iba a ser yo.

May Sarton.

 

Vivimos en una sociedad liquida tal y como nos explica Zygmunt Bauman. Muchas cosas y aspectos de nuestra vida parece que se volatilizan, dejándonos flotar en el vacío tanto a nivel social como existencial. El relativismo sobre las cuestiones cotidianas, formas de vida, valores, anhelos, sensaciones acampa cada día de manera mas rotunda.

La introspección sobre lo esencial requiere de un lugar interior, una habitación propiaen la que proceder, tomando la expresión de Virginia Woolf. Requiere por tanto de un lugar en el que, a modo de un jardín, echemos raíces. Así lo refiere de manera muy bella y poética, la poeta norteamericana May Sarton(1912-1995), amiga de Virginia Woolf y de Elisabeth Bowen.  Echar raíces supone tomar posesión de lo que es nuestro y sobre lo que estamos perdiendo el dominio, cuando ya no somos conscientes de nuestros sentimientos, sensaciones, ideales, precepciones para sumergir todo en un magma común dominado por las opiniones manidas y comunes que nos envuelven con sus cantos de sirena.

Este lugar propio requiere para poder habitarlo, de momentos de silencio y de contemplación, como vamos leyendo en el libro de Sarton Anhelo de raíces. Después de una vida como poeta y profesora universitaria completamente transhumante por toda norteamerica, May mirando las pertenencias y enseres de sus padres provenientes de Gantes en Bélgica, decide pararse y buscar un lugar donde colocarlos para que constituyan físicamente el espacio que ella necesitaba para avanzar existencialmente, para constituir su propia casa. Y es que en nuestro interior tenemos también que dejar que echen raíces los recuerdos, las vivencias, las percepciones de toda nuestra vida.

Y comienza a desembalar su interior mediante los pequeños aspectos y actividades cotidianas como elegir las paredes para colgar los cuadros, el trabajo sobre un terreno de jardín pedregoso, la poda de un árbol, el canto de las bandadas de los colibríes. Y desde ahí, comienza a construir su propia vida, la verdadera, la que tiene que ver con su manera de ser, sentir y vivir, todo estaba preparado para recibir a un invitado, y el invitado de la casa iba a ser yo.

Compró una vieja granja del s. XVIII en un pequeño pueblo llamado Nelson en Nuevo Hampshire. Y poco a poco fue rehabilitándola y construyendo allí su vida y nos describe este intenso proceso cotidiano, mientras pinta paredes de blanco para captar la luz y elige el tono preciso para el suelo de la cocina. Unas bellas reflexiones sobre la amistad y el amor, la presencia real y vivida de las personas amadas que con sus visitas a nuestra casa se quedan viviendo en ella, llenando nuestra vida con su presencia. Sobre la naturaleza, en una relación con ella activa y recreadora de belleza y de vida, mientras se agrieta las manos plantando iris y moldeando parterres de flores. Y nos habla también de manera precisa, sobre el proceso creativo, cómo se desarrolla en medio de los quehaceres dando la vuelta a la existencia por momentos y asombrando en su proceder.

May escribe desde ella misma y retrata de manera exquisita el alma femenina. Al ir leyéndola he vuelto muchas veces a Virginia Woolf, a ese monólogo interior, al flujo de la consciencia que también me acerca a Marcel Proust. Escribiendo sobre lo interior, dando vida en lo relatado a las emociones e interpretaciones sociales y sobre todo las cotidianas de las que tan poco se escribe, incluso hoy en día.  En ese flujo de percepciones aparece la feminidad verdadera que voy compartiendo con la lectura. Lo femenino que lejos de estar sometido exclusivamente a la sexualidad que se mueve entre la heterosexualidad y la homosexualidad, es lo que describe el mundo y lo construye.

En estos días de principios de primavera avanzo por las horas al modo de May, plantando semillas y dejando que mis plantas echen raíces, viendo pasar el tiempo en el invernadero del jardín de la familia.

 

Cuando decimos que San Juan de la Cruz es el mejor poeta de cuantos han escrito en nuestra lengua es, junto a otras cosas (más propias de una clase de literatura que del placer de leer), por libros como este –Las hierbas de los regatos están blancas– que arrojaron luz y armonía sobre el año 2020 que pasó. Los mejores escritores lo incendian todo a su paso. Es la enorme paradoja en torno a la que danzan la mística y el amor: cómo el amor puede ser tan intenso que la vida no sea nada tras su paso ya; cómo morir se puede de tanto amor.

La muerte blanca de la luz inmensa que nos inunda el corazón de amor: “Las hierbas de los regatos/ están blancas/ de tanto sol” –ha escrito, sintetizándolo a la perfección, la poeta María Ángeles Álvarez. O tal vez no lo haya escrito, y solo lo ha escuchado en su interior como reverberación de otras palabras que leyera: “¡Oh Llama de amor viva/ que tiernamente hieres/ de mi alma en el más profundo centro!”. Como amanuense ha transcrito, así, con paciencia gozosa e infinito alborozo, el eco de las palabras de aquel abanderado del amor y de la fe que fue –que es cada día más– Juan de la Cruz.

En este contexto de la mística sanjuanista, la poesía de María Ángeles Álvarez surge de la paradoja y el asombro de los contrastes. “La charca/ se incendiaba”, o “A veces/ me quemas/ sin llama” son inicios de alguno de sus poemas. Algunos de sus finales son: “Lirios que nacen entre cenizas/ floreciendo en las dunas/ de mi sed” o “Mi alegría entonces/ es seguir así/ en la nube de calor/ que me está matando”. Tal vez una adherencia de la mística que la impregna. “Sé regar plantas/ y me muero/ de sed” –nos dice–. Y también: “Eres/ el incendio/ y la cerilla que lo prende”. Ninguna metáfora como la de la sed para aludir al ansia de conocimiento de los místicos; ninguna como el fuego para aludir al amor. Bien lo sabe la autora, que habla de la sed desde el alto corazón roquedo de la meseta; que habla de calor allí donde mora el frío.

Con un pie en esta corriente poética –tan presente en la poesía castellanoleonesa de las últimas generaciones– que abandera el sentimiento cercano del campo y el paisaje, y el otro en la tradición poética de nuestros dos principales escritores místicos (ella y él), la poesía de María Ángeles Álvarez traslada al paisaje castellano el fuego místico del sentimiento amoroso, reflejando en la naturaleza que hay a su alrededor sus propios sentimientos de amor humano. Las hierbas de los regatos están blancashabla, por tanto, de la naturaleza de lo humano. Habla de los contrastes del amor: “Una mano amorosa/ que quema,/ que va arrasando con todo”.

Asunción Escribano. Poeta 

Asunción Escribano es una escritora salmantina, catedrática de «Lengua y Literatura Españolas” en la Facultad de Comunicación de la Universidad Pontificia de Salamanca, donde es responsable de las materias asociadas con la Lengua y la Literatura y sus relaciones con los Medios de Comunicación Social, con la Publicidad, con la adaptación literaria a formatos audiovisuales; con la creatividad y con la escritura literaria.

Es profesora en el Máster y Diploma de Especialización en Creación Literaria de la Universidad de Salamanca.

Es miembro del Instituto de Estudios Medievales, Renacentistas y de Humanidades Digitales (IEMYRhd), de la Universidad de Salamanca.

Forma parte de «E-LECTRA. Grupo de Investigación sobre Lectura, Edición Digital, Transferencia y Evaluación de la Información Científica» de la Universidad de Salamanca.

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Foto: Carmen Borrego

Es Doctora en Lengua española por la Universidad de Salamanca con la tesis titulada “Uso periodístico de la lengua: los títulos en prensa”, dirigida por el catedrático D. Ricardo Senabre, y defendida en la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca.

Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca, y Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Pontificia de Salamanca.

Máster en Creación Literaria por el Grupo Planeta y la Universidad Internacional de Valencia

Diplomada en Música, en la especialidad de Piano en el Conservatorio de Salamanca. Tiene la Certificación de Aptitud Pedagógica (C.A.P.) por la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Salamanca.

Blog Literario: asuncionescribano.net

Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Asunción_Escribano_Hernández

Cada vez me doy mas cuenta de la relación tan profunda que tenemos los hombres con el medio donde nacemos y vivimos, con la naturaleza donde existimos. El suelo con su variedad de colores, minerales, las piedras, los árboles y arbustos que crecen alrededor. Los pequeños roedores, las águilas que surcan el cielo. Los ríos, arroyos, las tranquilas charcas donde se refleja el sol. El firmamento que se enciende al declinar cada día marcando rutas misteriosas encima de nosotros.

Nuestros antepasados mas remotos, los que vivieron en esta misma tierra hace mas de 5000 años tenían todavía una relación mas íntima con lo natural.  De su fusión con la naturaleza surgieron sus creencias, sus divinidades, ritos de distinto tipo. La explicación de los enigmas de la vida como los muertos y su relación con los vivos, el agua como elemento básico de la existencia, las luces que allá en el cielo cada día relumbran, las manchas rojizas de las rocas que muestran de manera natural siluetas llenas de significado…

No eran seres para los que sus creencias eran algo externo sólo sujetas a ritos en determinados momentos, sino que estas eran lo que movía su existencia, las que organizaban socialmente los grupos jerarquizados y lanzaba a los miembros de cada grupo a ser productivos para los demás, cazando, preparando el alimento, construyendo casas, enterramientos y lugares de rito y ceremonia. Eran seres rastreadores de indicios y huellas en lo que les rodeaba.

Los arqueólogos sacamos y estudiamos los materiales que aparecen en las excavaciones desde ahí podemos ir dando forma a pequeños retazos de la vida de los pueblos primitivos, usando distintos métodos de datación y con nuestro conocimiento sobre tipografía y elaboración de los materiales. También miramos alrededor, mirando al cielo, integrando nuevos conocimientos y perspectivas al estudio, como las que nos ofrece la Astroarqueología, una disciplina que se define como una astronomía de la cultura, buscando la relación de lo que vemos en el cielo con los restos arqueológicos de los yacimientos.

Todos los pueblos primitivos tenían esta fascinación por el cielo estrellado, allí encontraban indicios de un primitivo calendario, y en algunos momentos de la prehistoria, como en el megalitismo, esto era todavía mucho mas intrínseco: sabemos y podemos comprobar cómo se tenía en cuenta el firmamento, y los movimientos del sol para la situación y orientación de los dólmenes y de los cromlech o círculos megalitos. El cielo era en estas etapas el elemento vector de las construcciones y marcaba el ritmo  de las celebraciones y ritos.

La situación de los dolmenes en sitios abiertos al firmamento es algo que podemos vivir al llegar a Bernuy y adentrarnos por el camino que desde el pueblo nos lleva al yacimiento. Igual que ahora podemos divisar desde lejos la silueta del dolmen, los pueblos primitivos durante milenios sabían que estaba allí, sabían su función como lugar de enterramiento y de celebración de ritos relacionados con el mas allá. El fuego, que aparece en el suelo de la cámara en la excavación, así como los otros fuegos que sabemos que se encendían en la entrada, en el exterior, se juntaban con la piedra, indicando el sentido de viaje iniciatico hacia el interior del monumento. Aparecen cuarzos cristalizados que con el fuego y el agua, que había en esta época de año por aquí, muestran el circulo mas profundo de creencias en el mas allá, juntando todo bajo el cielo y su enigmáticos misterios.

Poder venir en el solsticio de invierno aquí y ver con detenimiento el firmamento, respirando el aire que envuelve las tardes – noches de diciembre en medio del campo abulense, es una experiencia arqueológica y vital única, para mirar con los telescopios y la ayuda de los expertos astrónomos que nos van a acompañar, es una ocasión para tener una experiencia de cómo vivían nuestros antepasados. Así uniendo lo que observemos y vivamos con toda la información que los arqueólogos vamos descifrando y mostrando en los estudios que continuamente van actualizando , aumentará el conocimiento de esas épocas tan remotas de nuestra historia.

Una actividad abierta a todo  el que quiera acompañarnos. La organiza el Ayuntamiento de Ávila, con la dirección de la arqueologa municipal Rosa Ruiz Entrecanales y colabora Jose Raúl Muñoz director  del Grupo de Observadores Astronómicos de Ávila que explicara el firmamento  desde los telescopios que se colocaran en el recinto para que podamos ver y disfrutar con la visión del cielo en el solsticio de invierno en el dolmen de Bernuy Salinero. En un día en el que se podrá ver la conjunción Jupiter- Saturno.

 

Este año he diseñado unas mariposas  para la inauguración del Festival del Piorno 2019 : las realizamos con otros diseños y arreglos en el taller que desarrollamos el día 16 de mayo, en el programa del Piorno en flor que desarrolla ASENORG.

Ya antes de ir a impartir estos talleres en Gredos, para impulsar el amor hacia las flores silvestres, la emoción de vivir en sitios tan privilegiados como Gredos, y empujar el trabajo y la colaboración de los vecinos, ya estoy llena de piornos en mi interior. Es el primer paso, piornizarse,… que significa dejar que toda esa belleza natural entre por dentro, me relaje y me haga disfrutar con su colorido, aroma y silueta toda llena de dulzor amargo.

 

Elegí unas mariposas de papel para que en su sencilla imagen todos volásemos un poco sobre la vida, disfrutando relajadamente de lo que la naturaleza nos regala a cada poco. La actitud de ir por ahí mariposeando, oliendo, posándonos entre flores, arbustos y musgos.

Ver a los vecinos cómo se acercan a estos talleres, en este caso en Navalperal de Tormes, un precioso enclave de la Sierra, con unas vistas increíblemente bonitas. El Aula de la naturaleza donde se desarrolló el taller parecía que estaba dentro de un jardín botánico de piornos, allí salíamos acoger algunas flores, y me parecía increíble cómo todo esta colocado y diseñado con tanta gusto,… por la madre naturaleza.

Las señoras de los pueblos disfrutaron haciendo mariposas, delicadamente pusieron el nombre botánico a cada especie de piornos, realizaron jarrones y arreglos con Moss de manera vegetativa, ramas, cortezas, musgos,… setas.

Dejamos nuestros deseos a los que iban a participar al día siguiente en la inauguración, en forma de arreglos. Piornos como plantitas para ir recreando en nuestros pueblos, jardines, rotondas, entradas de localidades, terrazas, la belleza de esta flor. Cuidándola como lo que es, una verdadera reina,…

Siempre es un gusto coger la furgoneta de Donzoilo y lanzarnos a Gredos, sentirme así, madre pionera, semilla del amor por las flores silvestres,..un regalo de la vida.

 

 

Oración en forma de flores por la paz.

Diseño floral del Encuentro Islamo-cristiano: construir la paz. Universidad de la mistica. CITeS. Ávila  17-19 noviembre 2017

     

En este mundo tan lleno de conflictos, atentados y guerras, donde la intransigencia se va adueñando de muchas conciencias, levanto estas flores y comparto con vosotros una oración por la paz. Flores con las que voy construyendo este diseño floral, flores que son ahora palabras con las que dibujar , con las que meditar un rato, con las que orar al Padre creador del Universo.

Hablar decía Teresa es orar,

descubrir que todo arranca de dentro,

que allí, en ese jardín del alma

es dónde tenemos que construir,

plantar y cultivar la paz.

 

Encuentro y vida,

arrancando a caminar por otras sendas,

sintiendo que mi camino se parece al tuyo,

que mi interior está pintado con los mismos colores

que el tuyo, ahora que te tengo cerca, hermano.

 

Hay un lugar que es la cima de un monte

poblada de musgos , desde donde a veces

puedo ver lo que hay tras las ramas,

el cielo recortándose sobre el sol.

Desde donde tu también oras

y te encuentras con tu ser.

 

Cima para escalar y para construir sobre ella,

un refugio del espíritu,

arrancando la escalada violenta que arrasa la esperanza,

ayudando así a otros a caminar.

 

Fondo bajo el agua, sintiendo la inundación

de vida que recibimos,

si como hojas nos tendemos y abiertos

vamos cambiando y aceptando nuestro propio color,

el que desde el origen nuestro Señor nos ha pintado,

el colorido de nuestra piel y nuestra canción.

 

Son las ramas, velas de verdura,

orando por todos en su pequeñez,

elevando la voz, flor a flor,

en cada hoja roja , en cada brote verde,

el otoño rotundo y radical que vive

en cada mirada de paz,

construyendo puentes,

transformando el corazón.

 

Ayer día 11 de junio se entregaron los premios de la decoración con piornos en el Parador de Gredos de Ávila. Y yo que iba para acompañar a los pueblos y personas que se presentaron a concurso, y poder entregar algún premio, me encontré con una sorpresa que me hace especial ilusión: ser embajadora de Gredos!!!

Para mi todo este festival del piorno en flor es como un sueño hecho realidad: las flores naturales silvestres como elementos de disfrute, de fiesta, de desarrollo tanto personal como comunitario. Llenar los pueblos y las casas, las plazas, los puentes, las fraguas, los molinos de decoraciones con piornos, hacer que estos bellos pueblos de la Sierra sean aun mas increíblemente bonitos. Y esto es así de manera rotunda, no sólo por la belleza y el disfrute de las creaciones, sino por todo lo que la realización de las mismas levanta dentro de cada uno de los que en estas tareas se adentran. Horas de planteamientos y diseños, buscando la belleza oculta en mi casa, la plaza del pueblo, la ermita, viendo lo valioso y bello de las flores silvestres que nacen a mi alrededor,… viéndolo todo con otros ojos distintos. Llegando a apreciar lo nuestro y a ver cómo con imaginación y destreza puedes hacerlo aun mas bonito.

Es también muy especial lo que crea entre nosotros. Voy a explicar técnicas de arte floral, considerando los piornos como las flores preciosas y delicadas que son, y con todos los que se acercan a estos talleres, se crean vínculos entre nosotros, parece que hablamos un mismo idioma: el de los que amamos la naturaleza, nos sentimos muy orgullosos de su belleza y queremos contribuir un poco a hacerla aun mas bonita, como en un bucle sobre la marea amarilla que envuelve la mirada. Los vecinos van reforzando sus lazos de amistad y de vecindario, juntándose para realizar las obras, recolectando piornos, realizando los arreglos. La individualidad que muchas veces planea sobre nuestra vidas se siente invadida de optimismo y trabajo compartido, amistad y cooperación.

Es muy bello en si este concepto: devolver un poco a la naturaleza lo que ella me da, así como un regalo. Reponiendo mis fuerzas, animándome a avanzar a lo largo de la cadena de obligaciones de cada día, haciéndome disfrutar con la vista, envolviendo todo mi ser en esa nube amarilla de dulzor tan agreste. !Es increíble lo que la naturaleza nos da en Gredos sólo en un paseo tranquilo!

Ser embajadora parece que me empuja a pregonar estas cosas. A buscar la riqueza donde se encuentra de verdad, partiendo de lo que somos y tenemos. Inventar un festival como este de la nada, levanta tanta riqueza personal y social sobre unas matas floridas silvestres de la sierra, estar orgullosos de mi propias raíces y pueblos y mostrándolo a los demás. Eso es crear riqueza sin duda. Y crea riqueza porque al ser auténtico, nacido aquí entre nosotros, se percibe por todo el mundo como algo de verdad, contrastando con tantas iniciativas que son copia de otras y que al copiarse desvirtuar la idea primitiva.

Al ir por estos pueblos hablando y enseñando a amar lo natural como fuente de disfrute personal, ahondando en el lenguaje de las flores mas intimo y auténtico, estamos sin duda creando algo distinto. Algo que se va levantando dentro de nosotros, somos mas sensibles, percibimos lo que nos rodea como algo para nosotros, el aire, el perfume, el intenso color amarillo de los piornos. Y estamos escribiendo en un nuevo lenguaje floral, en el que el piorno significa, alegría, fiesta y amistad. Energía tope para muchos días un poco menos radiantes.

Gracias a ASENORG, a mi querida amiga y piornera mayor Isabel Sanchez Tejado por esta distinción que me llena de emoción!!!

GRACIAS!!!!

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