Estamos viviendo una primavera muy difícil.  La Pascua se llevó al cielo al Papa Francisco en medio de un panorama mundial que tiene la forma de una ola negra que nos asfixia. Catástrofes naturales que arrasan con miles de vidas, personajes que tienen en sus manos el destino de millones de personas que ven el mundo como un gran mercado en el que obtener beneficios, muertes, guerras, intransigencia y dolor.

En medio de todo busco algo que amortigüe tanta presión, algo que lejos de ser sólo un entretenimiento me sirva para buscar la paz y la verdad que sé, porque nuestra Santa nos lo dice, está dentro de nosotros. La costura es una especie de oración que siempre tiene un poder medicinal para miles de personas, cada puntada es algo así como una nueva cuenta de un rosario que amortigua las preocupaciones y nos reconforta el ánimo.

Busqué un tipo de bordado que me ayudara a relajarme y apareció el shasiko un tipo de puntadas, del tamaño de un grano de arroz, que se lleva haciendo en Japón desde hace siglos. Sobre una sencilla tela de algodón de color azul oscuro, los japonenses van cosiendo, puntada a puntada, motivos que parten de una cuadricula, y que tienen su propia simbología como las flores de los cerezos, los movimientos de las olas del mar o de los pájaros en el aire, las puntas de diamante. Un bordado que se hacía para reforzar las telas que eran costosas sobre todo para la población mas pobre del país.  Bordando en las casas, donde hombres y mujeres disfrutan con sus diseños en las épocas de menos trabajo agrícola o pesquero y ahora en los tiempos libres al terminar las jornadas laborales.

Me pregunto porqué volvemos desde occidente la mirada al mundo oriental en particular al japonés y la respuesta creo que está en la búsqueda de la sencillez de lo esencial y su belleza.  Los haikus están entre los poemas mas leídos y admirados por esa ventana de aire fresco que provocan. Belleza, contención y paz, quitando lo superfluo. Algo así ocurre con la práctica floral del Ikebana, representado con pocos elementos la naturaleza desde el suelo hasta las ramas de los árboles que nos introducen en el cielo. Agua, hoja, flor, rama, en un paisaje al tamaño de mi casa, de la mesa del salón. Los bonsáis y todo su mundo lleno de sabiduría en la verdadera esencia de los árboles, en cuyo cuidado sentimos que nos cuidamos también a nosotros.

Las casas las vamos decorando también siguiendo algunos de los postulados japoneses del estilo japandi, buscando espacios relajantes, líneas sencillas y materiales naturales. O la utilización del estilo wabi-sabi que busca la belleza de lo imperfecto, ayudándonos a valorar las cosas incompletas y efímeras que nos rodean, dándolas una nueva oportunidad y haciendo que se vean bellas en nuestro hogar. En la línea del kintsugi, buscando la belleza de aquello que se rompió en pedazos pero que al recomponerlo adquiere una belleza singular.

Entre todos los diseños de shasiko que he podido recopilar en plantillas, me centro en uno que hace la forma de las olas. Uno de los artistas que se cita en relación con este motivo, es Katsushika Hokusai, que vivió entre los siglos XVIII y XIX. Sus grabados como la serie “Treinta y seis vistas del monte Fuji”, han impresionado por su belleza a públicos de todas las partes del mundo. Así el dibujo de una gran ola fue el que eligió el musico Claude Debussy para que acompañara a su obra musical, La mer.

Para posicionarnos en este panorama tan complejo y difícil, el arte y las artesanías como este Shasiko, no son sólo entretenimientos y momentos de evasión. Creo que sacan de nosotros, en medio del sosiego que nos provocan, lo mejor que tenemos, nuestra humanidad. Mirándonos a nosotros mismos, reflexionando con un trozo de tela, podremos apostar por un mundo diferente, lejos de guerras y de violencia, buscando lo bello y sencillo de la humanidad, puntada a puntada. Mientras bordo cada grano de arroz rezo por Francisco dando gracias por todo su legado de humanidad evangélica y amor a los pobres, en medio de una ola negra  al estilo de la de  Hokusai , que llena todo de tristeza y preocupación.

El Homenaje a fray Victorino Terradillos en Arenas de San Pedro.

 

La tarde del 17 de enero de 2025 estaba muy fría en Arenas. Cogimos el coche y cuando entrabamos por el túnel de vegetación que envuelve el Santuario de San Pedro de Alcántara sentí una cierta nostalgia, un sentimiento cálido y triste a la vez, recordando otros momentos en los que iba a este templo a estar un rato a solas con la naturaleza maravillosa que se nos regala, con el Santo Pedro de Alcántara que tan amigo fue de Santa Teresa y a encontrarme con un fraile muy cercano y cordial, el padre Victorino Terradillos.

La fraternidad del Monasterio y los amigos del fray Victorino habían preparado un encuentro muy especial, con la presentación de dos libros dedicados a él, con unas bellas interpretaciones de música que nos ofrecieron las hermanas alcantarinas y con la recitación de versos de Antonio Pascual Pareja.

A los lados del altar había dos grandes carteles presentando el acto y uno de ellos me impresionó mucho porque era una fotografía de Victorino de tamaño real, con ese semblante risueño y lleno de bondad con el que siempre me recibía en esta capilla tan bella.

Todos los que estábamos allí tuvimos cosas que decir de Fraidio, como a él le gustaba poner en sus escritos. Desde el alcalde de Arenas Carlos García que recordaba la simpatía y la dedicación a las artes de Victorino, hasta los dos autores de los libros que a él se dedican: María Victoria Triviño y el fraile Julio Herranz, Guardián del Monasterio. Dos libros interesantísimos porque recogen dos materias que para Victorino eran muy importantes, su trabajo como mistagogo, ayudando y acompañando a tantas personas en el camino de la vida. Y la otra se centra en la figura de San Pedro de Alcántara al que dedicó tantos años y estudios. Todas las investigaciones quedaron recogidas en las actas del Congreso que se celebró en el 2022 y al que nuestro amigo dedicó tanto trabajo y entusiasmo.

Decía la hermana clarisa María Victoria Triviño que había elegido la foto que ilustra el libro con un río de montaña para hablarnos de la figura de Victorino y de cómo sus escritos, que salieron directamente de lo más hondo de su espiritualidad y de su interior son pepitas de oro para todos los que buscamos un sentido a la vida. María Victoria que ya presentó otro libro con los escritos de Victorino justo hace un año: “Fraidio. Semblanzas y escritos”. Son pepitas que hay que buscar y buscar, en ese ejercicio diario que es la meditación y que nos va ayudando tanto en nuestro día a día. Dijo algo que yo siempre he sentido al pensar en Victorino, que es un místico de nuestro tiempo y que su legado está ahí para que podamos hacerlo nuestro al leer sus escritos que son parte de su vida.

El libro que presentó fray Julio Herraez: “La ermita de San Andrés atrio de la gloria”. Las actas del Congreso Nacional en el IV Centenario de su beatificación y patronazgo, es muy interesante y va a ocupar un lugar importante en mi biblioteca porque la figura de San Pedro de Alcántara me interesa muchísimo, su relación con la Santa, sus escritos, su vida y todo está recogido en estudios muy profundos que nos van revelando muchos aspectos de la vida y el pensamiento de este gran santo. Con un bello apéndice final que hizo Victorino recogiendo muchas poesías dedicadas a San Pedro.

¡Qué gusto sientes cuando se hace un homenaje a un amigo! Y qué agradecimiento tan hondo, queridos hermanos de ese Santuario, por este momento.

Ahora en Ávila, leyendo los dos libros estoy de nuevo en ese mágico lugar. Gracias de corazón.

 

Mensajes de luz, como la estrella de Belén, en medio de tanta oscuridad y pena.

La comunicación interpersonal ha dado un vuelco a la realidad, el whatsap por ejemplo se ha constituido en estos días tan inciertos y duros donde las catástrofes naturales se unen a las guerras y la violencia, en un puente de comunicación entre todos. Podemos expresar nuestras inquietudes, opiniones y también podemos poner en marcha acciones que de otro modo serían mucho más difíciles de llevar a cabo con tanta rapidez. En cuestión de minutos podemos unirnos para aportar nuestros recursos y valías en la catástrofe que ha arrasado la provincia de Valencia, inundando y destrozando casas, negocios y sobre todo vidas. Llevándose por delante todo lo que tenía a su alcance de manera brutal, provocando dolor, muerte y sufrimiento.

Desde que en el año 2021 expuse mis acuarelas y arte floral en los espacios de arte del Hospital de San Andrés en Mombeltrán y en el Palacio de la Mosquera en Arenas de San Pedro (Ávila), conocí y entré a formar parte del grupo de artistas Arte-son. He podido, año tras año disfrutar con el arte que llena estos espacios, pintura, escultura, fotografía, cerámica, textil, vidrio. Creo que es una de las muestras de arte contemporáneo mas importantes que tenemos en Ávila, lugar de encuentro de artistas de toda España que nos llenan de belleza y de arte. Ponen a nuestra provincia en un lugar destacado del panorama nacional. Los visitantes se convierten, nada más entrar, en partícipes de lo que hay expuesto, con su mirada la obra de arte se crea en un momento. La creación personal, el hacer nuestro lo expuesto, es una de las señas de identidad del arte contemporáneo que traspasa lo meramente decorativo para decirnos cosas que son tan personales como variadas son nuestras sensibilidades hacia lo bello.

Así, cuando ocurrió la inundación y la dana barrió vidas, casas y negocios, el grupo de WhatsApp de Arte-son comenzó a llenarse de cientos de comentarios. El dolor y la desazón por lo ocurrido y por la falta de previsión y de ayudas, nos unió de manera mas profunda. Y cuando algo te duele mucho, sientes ese deseo de ayudar un poco a tantas personas, poniendo lo que cada uno pueda, dentro de una corriente de solidaridad que es lo único bello y bonito de esta tragedia.

He contado más de 70 artistas en este movimiento de solidaridad, que aportan sus obras de arte para poder venderlas y con esos fondos ayudar en esta catástrofe. Las obras de arte se van a exponer y se pueden comprar en el Edificio del Reloj de Valencia del 19 de diciembre al 2 de febrero.

Todas las obras de arte que se van a poner a la venta, donadas por sus autores, saldrán con un precio mucho más reducido de lo habitual.

Podremos ayudar a tantas personas comprando estas obras de arte, llevándolas a casa o a la oficina, y en ellas siempre podremos entrar en ese momento solidario que nos envuelve. Junto con aquello que el artista nos muestre y que cada uno vaya descubriendo de manera personal, aparecerá este mensaje de ayuda, amor, acompañamiento, solidaridad. Y creo que no sólo coincide en estos días de navidad, que van a ayudar a vender tantas cosas, sino que vienen a mostrar lo que realmente engloba la palabra Navidad, un mensaje lleno de las cosas buenas que llenan nuestra vida, cuando ayudamos a los que sufren, cuándo nos apiadamos de aquel que ha perdido todo, que no tiene casa y que empieza una nueva vida sin algún ser querido, reinventado un mundo que todavía hoy está barrido, como el escenario de la mayor de las batallas.

Os felicito amigos de Arte-son por estar ahí siempre presentes, aportando belleza y arte para construir este mundo tan barrido y desolada que ha dejado la dana, la ineficacia de los políticos, la falta de sensibilidad y de empatía de los gobiernos. Dolor sobre dolor, en una Navidad donde los voluntarios y las aportaciones como esta de este grupo de artistas, nos mandan mensajes de luz, como la estrella de Belén, en medio de tanta oscuridad y pena.

El poeta Antonio Machado, en un poema que musicalizó Serrat, decía que amaba los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles como pompas de jabón. Uno de esos mundos sin duda es el de la música. Es un mundo porque podemos habitar en él, sentirlo, emocionarnos, y nos dice tantas cosas inefables.

Hay vivencias que dan la vuelta a nuestra vida, cada uno ha sentido esto en distintos ámbitos, en mi caso la música ha sido el vehículo para transformar muchas cosas. Al sentir que entro en este nuevo mundo, fascinada por lo que oigo, quiero seguir en ese suelo tan evanescente que se compone de sonidos y hacer de este paisaje sonoro, algo propio.

Recuerdo el año 2008 y una representación del oratorio de Händel “El triunfo del tiempo y del desengaño” en el Teatro Real de Madrid dirigida por el británico Paul McCreesh, fundador de The Gabrieli Consort, un conjunto vocal e instrumental especializado en la interpretación de obras del Renacimiento y del Barroco.  Ese nuevo mundo al que me refiero se abrió en un momento, y la música de Händel sonaba de otra manera tan diferente a lo que había oído antes. La utilización de instrumentos barrocos como el clavicémbalo, el violín, la viola da gamba, la tiorba, el laúd, con otra afinación basada en los temperamentos barrocos, creó un lugar realmente mágico e ingrávido. Y decidí estar allí y hacerlo mío, pasando de ser sólo una oyente sentada en el teatro, a interpretar las piezas que oía.

Abrí una puerta barroca hecha de sonidos y silencios, Bach, Händel, Scarlatti, Vivaldi o Soler. Encargué un clavicémbalo al constructor de claves Rafael Marijuan. Ahora cuando me siento a tocar se abre este lugar y siento que habito en él.  Dice el gran poeta y amigo Antonio Colinas en su poema “¿Conocéis el lugar donde van a morir las arias de Händel?, que ese lugar está aquí en Castilla, en mi caso en Ávila, al comenzar a tocar.

Händel y su música entra en las venas al modo de una inyección. Cuando se interpreta con su ritmo adecuado toma una fuerza como la de un motor de un coche de carreras. Las arias te hacen saltar con esa mezcla de dinamismo, lirismo y delicadeza. Una forma de animar al público que llenaba los teatros londinenses a dejar sus conversaciones y sus refrigerios, y ponerse a oír al castrato Senecino o a la soprano Francesca Cuzzoni.

En el 2009 el investigador Terence Best realizó un compendio de toda la obra para clavicémbalo de Händel, desde sus primeras obras alemanas, las que compuso en Italia y las que escribió en Inglaterra a partir de 1712 cuando ya se estableció. Muchas de ellas las escribió para sus alumnos y alumnas, por ejemplo en la época en la que vivió en Cannons, (1717, 1719). Recordemos como Scarlatti compuso en España para la reina Bárbara de Braganza, su alumna de clavicémbalo, muchas de sus 155 sonatas.

Acabo de volver de Londres donde he seguido el paso de Händel y sus partituras, he visto su tumba en la Abadía de Westminster, oyendo el Himno Funeral de William Croft que sonó en 1759 el día que todo Londres lloró su muerte en su casa de Brook Street, hoy Museo y visita obligada para todos los que adoramos su música.

Al plantearme la relación de Händel y España me he encontrado con un pasaje de la ópera Rinaldo, estrenada en 1711 en Haymarket, cuyo tema eran las Cruzadas y donde aparece nuestro caballero Raimundo de Borgoña al frente del ejército, compuesto sobre un poema de Torcuato Tasso “La Jerusalén liberada” de 1575.

Amigos, siento que he abierto una puerta llena de música y que esta Navidad que se va acercando nuevamente, se componen sin duda de ese mismo material efímero y mágico. Oír el Mesías, o volver como cada año a las Cantatas y Oratorios de Navidad de Bach, mundos sutiles, ingrávidos y gentiles como pompas de jabón, como pompas de Navidad. Felices Fiestas.

Desde hace años cuando llega la primavera suelo cumplir un ritual poético y me siento en medio de una pradera florida a leer el Cántico Espiritual de San Juan. La belleza de lo contemplado tiene un eco en los versos con los que parecen encajar a la perfección los árboles que se cimbrean, las violetas, las hierbas frescas, la luz que se columpia entre todo.

Mi Amado las montañas,

los valles solitarios nemorosos,

las ínsulas extrañas,

los ríos sonorosos,

el silbo de los aires amorosos

Este año mi lectura primaveral se ha visto envuelta en un manto de tierra. Me siento como un topo revolviéndose en sus corredores atrapada por una migraña cronificada que me deja fuera de la vida muchos días. Al dolor físico se une una pena profunda por vivir sólo a sorbos, mientras me siento atrapada en un escenario de oscuridad.

Cuando San Juan creó el poema más bello de la literatura en lengua castellana, se hallaba en una prisión toledana. Estaba como sepultado, en aquel pequeño cubículo, denominado por algunos estudiosos de su vida como sepultura, en una cárcel toledana dentro del Convento de los Carmelitas de Toledo. Le habían detenido en Ávila, en el Monasterio de la Encarnación la noche del 2 al 3 de diciembre de 1577, como si fuera un convicto.  Le montaron en un pollino con los ojos vendados y así llegó a Toledo para comenzar este cautiverio, en absoluta soledad y donde le imponían muchas “disciplinas” que hoy en día nos parecen inhumanas, como echarle la comida en el suelo del refectorio para que comiera como un animal, o no dejarle que se cambiase de habito y ropa, siendo atacado por un ejército de piojos.

Los cargos que se le imputaban tenían que ver con su fidelidad a Teresa de Jesús y a la reforma que había emprendido, y ambos eran definidos en Roma como descalzos desobedientes, rebeldes y contumaces.

Para poder escribir el poema, nuestro Santo no tenía nada. Su mini celda era el retrete del convento, no tenía luz, sólo una pequeña ventana dejaba entrar algún rayo de sol en algún momento del día, y no tenía papel ni pluma. Toda esa belleza donde él buscaba a su Amado estaba sólo en su cabeza, en su interior.

Me imagino las horas recitando por dentro todo, y viviendo, emocionándose con el amor que sentía en medio de la oscuridad más absoluta y del dolor físico y emocional.

Buscando mis amores,

iré por esos montes y riberas;

ni cogeré las flores,

ni temeré las fieras

y pasaré los fuertes y fronteras

 

Ahora que yo también recuerdo los versos en el eco que han dejado en mí tantas lecturas, en la oscuridad y la pena que el dolor me deja, entiendo todo y veo la vida de una manera más sensible y verdadera, con sus claroscuros. No hay en estos momentos difíciles que todos vivimos una oscuridad absoluta que nos deja fuera de la vida, aunque por momentos sentimos que es así y nos desesperamos. Nos dice el Santo que hay una especie de penumbra iluminada por lo vivido, por el amor recibido, por tanta belleza que se nos ha dado lo largo de nuestra vida, esas tardes y mañanas en la pradera llena de violetas con mis hijos alrededor. Nuestro lecho florido, de cuevas de leones enlazado, en purpura tendido, de paz edificado…

A Juan para insultarle le llamaban en el convento Lima sorda, porque no eran capaces de sacarle ninguna critica a Teresa renegando de su reforma. El síndrome de Estocolmo no le afectó en absoluto, todo el mecanismo de hablar sobre él como renegado de la causa, de su soledad siguiendo una cimera que ni Teresa ya seguía, no hicieron mella en su espíritu.  Estaba lleno de luz y amor, y esto bastaba para iluminar todo y llenar su existencia de belleza, consuelo y paz.

La lección que nos regala Juan dirigiendo su vida llena de dolor, oscuridad, incomprensión y sufrimiento es enorme. Esa noche que nos aplasta muchas veces no es tan radicalmente oscura, podemos volver a tantos momentos llenos de amor y belleza y reviviendo en ellos al modo de las moradas de Teresa, abrimos puertas y pequeñas ventanas en medio del sufrimiento.

He aprendido de Juan que cuando una migraña me azote, en esa mazmorra de mi cama, puedo volver a recitar como rumiando lentamente estas palabras tan bellas y llenas de verdad:

Más ¿cómo perseveras,

¡oh vida ¡, no viviendo donde vives,

y haciendo porque mueras,

las flechas que recibes

de lo que del Amado en ti concibes,?

Entonces toda esta lección de vida siento que me levanta el ánimo y me consuela, llenando de belleza tanto malestar.

Y el cerco sosegaba,

y la caballería

a vistas de las aguas descendía.

Hasta hace poco no sabíamos que unos frutos parecidos a los limones pero mucho más grandes y olorosos que nacen en la finca al sur de Gredos, eran cidras. Una fruta apreciada desde la Antigüedad por su aroma y que también se ha usado como medicina y alimento.

Estábamos admirando la caja de cidras cuando una noticia se cruzó en la cocina de casa: hay una nueva exposición del Museo del Prado con el único bodegón que pintó Zurbarán y que se encuentra cedido por el Nortor Simon Museum, de Pasadena, California.

El cuadro con las cidras que podemos visitar en el Museo hasta el 30 de junio está provocando en los visitantes una sensación parecida a la de los otros cuadros del pintor extremeño: admiración y silencio. Su lenguaje pictórico a base de luces y sombras sobre fondo negro, levanta la imagen dando a todo un aspecto que se sale de lo cotidiano. Siento que la respiración se para un rato en medio de las figuras.

Zurbarán pintó este bodegón con cidras, azahar, naranjas y una rosa, a los 35 años mientras estaba ya enfrascado en la realización de sus grandes obras sevillanas para el convento dominico de San Pablo, con su famoso Crucificado y las del convento de Santo Tomás donde está la Apoteosis de Santo Tomás de Aquino.

Según Javier Portús, jefe del Departamento de Conservación de Pintura Española del Prado, el descubrimiento de este cuadro de Zurbarán ha dado un nuevo matiz a la lectura de su obra repleta de figuras de frailes y devotos. Nuevamente se acerca a lo divino y sacro mediante el trabajo minucioso, en este caso en las frutas que parecen salirse de la realidad destacándose de un fondo negro.

Al mirar el cuadro detenidamente podemos admirar la limpia distribución de los materiales, las cidras, las naranjas en la cesta con la rama de azahar, la rosa. Los sitúa en una línea compositiva con cadencia para que el espectador pueda admirar cada una de ellas de manera individual. Siete años antes de realizar este bodegón, pintó el cuadro conocido como “Curación milagrosa del beato Reginaldo de Orleans” y allí también dibujó una taza con agua y una rosa que tiene similitudes con este bodegón que admiramos en Madrid.

Esa distribución de las figuras de las frutas, la iluminación tan depurada sobre la negritud del fondo nos da pie a tener sensaciones íntimas que transcienden, envolviendo todo el conjunto en una esfera de naturaleza mística.

El empresario y filántropo norteamericano, Norton Simon, adquirió el cuadro en 1970 para regalárselo a su esposa, la estrella de Hollywood Jennifer Jones, conocida por su participación en la pelicular “Duelo al sol”.

El zumo de las cidras, así como de naranjas y limones junto con el agua del azahar, fue durante siglos un remedio natural para combatir algunos síntomas como la eliminación de gases, para el insomnio, relajar músculos y purificar el hígado. Recuerdo a nuestra Santa Teresa y cómo recomendaba a sus monjas este remedio, como nos muestran sus cartas, en especial las que envió a la hermana María de San José en 1577 cuando estaba en Sevilla.

Poder centrar la mirada en lo que nos rodea y contemplar su belleza única, es algo que debemos hacer, tal y como Zurbarán nos muestra.  En este sentido apuntan algunos artistas a lo largo de los siglos, estoy pensando en los bodegones de Antonio López, con sus membrillos, elegidos de manera cuidadosa y pintados de forma magistral para recoger toda su belleza, esa luz que aparece en su cuadro, “Sol del membrillo”.

La pila de la cocina se llena de cidras y mientras las coloco con detenimiento, un bodegón parece levantarse frente a la luz del jardín, y un fondo negro que emerge en mi interior hace que sólo vea la sutil belleza que las constituye y puedo sentir que el sol de Las Cinco Villas aún está impregnado en su rugosa y olorosa piel. Arte con mayúsculas entre mis manos,  oloroso y ácido, aquí en Ávila.

Corría el s. XII galopando en medio del medievo, en una época donde las mujeres estaban sometidas a un régimen de vida muy rígido que también oprimía a los varones.  Allí en un lugar en medio de viñedos, con el rio Rhin corriendo en la llanura, vivió una mujer excepcional. Me estoy refiriendo a Hildegarda de Bingen que edificó sus fundaciones alrededor del Rhin, un lugar donde tuve la suerte de estar hace unos pocos días.

Hildegarda se sale de todos los moldes que en aquella época oprimían a las mujeres, su voz comenzó a levantarse como un amanecer imparable sobre los cerros, rojo y vibrante en medio del gris del firmamento medieval. Sus monjas benedictinas, las que viven según su pensamiento en la Abadía de Eibingen ,  fundado en 1165 cerca de Maguncia, mantienen su legado para todos nosotros, su carisma y belleza. Poder oír cómo cantan las Horas siguiendo las composiciones musicales que Hildegarda nos dejó, nos transportan a otros momentos, algo que la música gregoriana provoca de manera inmediata en nuestro interior, afianzando la paz, el sosiego y la armonía.

Hildegarda no sólo era una monja mística, a la que incluso el Papa Eugenio III y el arzobispo de Maguncia Enrique, creyeron en sus visiones, abaladas por San Bernardo de Claraval, sino que era médica, física, naturalista, escritora, iluminadora. La única mujer de su época que pudo hacer algo que sólo podían  desarrollar los varones, predicar libremente, mientras recorría en barco el Rhin o cabalgaba a lomos de su asno.

Sus libros, recogidos en Códices, recorren muchas disciplinas, tanto de pensamiento como de religión, música, remedios médicos, piedras que sanan, la cosmogonía, los animales, …. En todos ellos aparece su figura dentro de un ideal que muchos años después se llamará humanismo.

Creó Hildegarda hasta un alfabeto  lingua ignota, donde se inventó más de mil palabras y también diseñó nuevas grafías para los sonidos, creando un nuevo idioma cuyo sentido aun hoy en día se discute pero que tiene la apariencia de ser un tipo de lengua de naturaleza mística, para la comunicación dentro de la experiencia de Dios que movió toda su vida.

Los días estaban frescos y lluviosos, y pudimos tomar una infusión con una de sus famosas galletas de espelta de la alegría y de la inteligencia, mientras veíamos cómo las monjas atendían los viñedos desplazándose en bici por los caminos, cantaban y acogían a todos los peregrinos que por allí aparecíamos. El espacio natural donde viven las personas que admiramos y conocemos a través de sus libros, es realmente importante para poder llegar a vislumbrar su interior de manera más profunda. Igual que hay que venir a Ávila para llegar al corazón de Teresa de Jesús, en Eibingen podemos vivir por momentos en el mundo de otra santa, doctora de la iglesia como nuestra paisana. Fue investida doctora junto con San Juan de Ávila por el Papa Benedicto XVI en 2012.

Con sus palabras recogidas en los libros que podemos hoy en día leer en español como Scivias, Conoce los caminos, parece que los muros de la clausura del tiempo y de la sociedad que siempre ha considerado a las mujeres bajo sospecha, se rompen. Y la figura de Hildegarda, aparece como un foco de luz, una vela sobre el altar en medio de un mundo roto y en guerras cruentas, un lugar donde vivimos tan necesitado de testimonios valientes y llenos de la verdad que nos habita por dentro. Mientras oigo un CD con la música de Eibingen y me relajo aquí cerca de la casa de Teresa, amiga, madre y mujer excepcional, los petirrojos se lanzan a comer las ultimas manzanas enanas del jardín, y siento que hay una Lingua ignota parecida a la de Hildegardque nos comunica, a veces, por dentro.

La nieve que está encima

Estamos en Navidad, el día mas luminoso de todo el año, ¡Qué emoción estar con todos vosotros en estas líneas!  Esta fiesta cae sobre todos como una tormenta de nieve, llenando de magia el momento. Una experiencia radiante que también a veces nos deja fríos, congelados, por el recuerdo de otros años y momentos que no volverán.

Siento que lo que realmente celebramos en este día es el nacimiento de una palabra que nos llena de vida. La palabra amor, cuyo Portal de Belén se compone de muchas figuras, todas aquellas personas que nos rodean y con las que entablar lazos de empatía.

El otro día estaba visitando la exposición de Belenes del Santuario de San Pedro de Alcántara en Arenas de San Pedro, cuando entre todos los Nacimientos tan cuidados y bellos que tienen los franciscanos, me encontré con uno que representa a la familia de Jesús con una actualidad tan impactante como auténtica. Una pareja joven viviendo en un decorado de suburbios de una gran ciudad, a la intemperie, con un recién nacido acostado en una caja de frutas.  La Navidad aparecía ante nosotros.

El mayor regalo que tenemos que dar a los que nos rodean en Navidad es la palabra amor. Dejar esta capa de nieve en la que las redes sociales y las nuevas formas de comunicación nos están envolviendo, y hablar entre nosotros de manera cercana, creando un tejido de amistad. Esta sociedad en la que vivimos se la define muchas veces como la de la imagen. Lo que somos y la proyección que damos y lo que los demás opinen de nosotros se constituye en nuestra máxima preocupación. Una tendencia peligrosa que nos hace mostrarnos de manera muy poco real muchas veces, pasando de la belleza de lo que somos por dentro cada uno de nosotros, a un molde al uso de las modas del momento.

A principios del s. XX vivía una niña en Japón llamada Kaneko Misuzu, sus poemas son un sencillo canto a la necesidad de empatía y comprensión, en un pueblo que cree realmente que la poesía nos ofrece modos de observar la vida, mientras nos enseña que en el corazón humano la palabra cae en un jardín fértil. Cuando en 2011 todo el país nipón se dolía de las consecuencias del terremoto y posterior tsunami que azotó la zona de Tohoku, eligieron los sencillos poemas de Kaneko para abrigar el frio de los corazones de tantas personas, y durante días fueron transmitidos por las cadenas de la televisión. Si digo “¿Vamos a jugar?” Dices “Vamos a jugar” / … ¿Eres un eco? No, eres todo el mundo.

En estos días leyendo sus poemas recogidos en el libro: “El alma de las flores”, he encontrado un terreno propicio para entender dónde vive la verdadera Navidad, lejos de tanto consumismo, luces intensas que nos revuelven el ánimo, músicas de villancicos que sentimos que nos dan una verdadera paliza emocional mientras duran horas y días enteros. Esta actitud de oír a los otros y de hacer nuestras sus cosas, problemas, éxitos y dificultades la explicaba nuestra Santa Teresa en un bello término profundamente navideño, abajarse.

Cuando el evangelista Juan se planteó comenzar a contar la historia de Jesús, después de una contemplación profunda, determinó que debía empezar a poner lo primero, lo más importante, para que así pudiéramos ir entendiendo de qué va la historia de la salvación y el color verdadero del misterio de Belén: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios”. Una palabra que nace por dentro cuando dejamos espacio, cuando vivimos abiertos a lo que nos rodea, sintiendo que es posible un mundo donde la cercanía vaya construyendo puentes e hilos entre todos, dejando a la palabra amor, habitar entre nosotros.

Decía Kaneko desde la librería de su familia en la ciudad de Shimonoseki: La nieve que está encima/ debe de sentir frío/ la luz de la luna, helada, la atraviesa. / … La nieve que está debajo/ debe de sentir el peso/ de cientos de personas sobre ella/…

Mi regalo navideño este año se encuentra envuelto en esta nieve, esperando poder sentir el peso de tanta gente que me rodea, poniendo en marcha la palabra amor, como uno de los veleros que veía esta joven poeta alejarse por el horizonte de su casa al borde del mar. Una playa, una muralla, el cielo siempre azul, la nieve y el hielo sobre el granito: ¡Feliz Navidad!

Un jardín

 

El próximo viernes 1 de diciembre presento en Ávila mi último poemario Un jardín amado donde descansar y ahora que tengo ya los ejemplares en mis manos vuelvo al momento de la escritura bajo los prunos de la entrada de casa. Eran esos días en que estábamos aún con la resaca del Covid teniendo miedo de nuestra propia sombra si se acercaba un poco más de la cuenta. El verano estaba siendo cruel, con temperaturas tan elevadas que muchos árboles centenarios se murieron, recuerdo unas nogalas majestuosas y cómo se iban secando desde dentro.

Durante los días del confinamiento mis plantas llenaron esas horas lentas llenas de presión y angustia, de buenas vibraciones y de paz. Mi relación con ellas cambió de manera sustancial, pasaron de ser seres bellos que dormitan en las terrazas, el invernadero y el jardín, a ser verdaderas doctoras de mi alma que en estos días estaba mustia y llena de tristeza. Comencé a relacionarme con ellas de manera más cercana, sintiendo por primera vez que también respiran, me acompañan y me ayudan en muchas cosas del día a día.

Abrirnos a lo natural de manera cercana, sintiéndonos un pequeño ser más de los que pueblan un jardín, es una experiencia llena de emoción que recomiendo a todos, y sobre todo cuando pasamos por malos momentos de tristeza por la pérdida de un ser querido, por tener una migraña pertinaz y dura o un estado anímico lleno de nubarrones.

El ser florista y empresaria en el sector de la jardinería me pone en contacto directo con mis clientes y su relación con las plantas, árboles, semillas y bulbos que adquieren. Muchas veces cuando lo único que mueve a la compra es un deseo de decoración de un determinado lugar de sus casas, me entristece un poco ver la cara de la plantita elegida para esa única función, que se llenará de polvo sobre una repisa encima de un radiador. Considerándolas sólo como elementos decorativos y bellos, que desde luego lo son de verdad, nos estamos perdiendo su verdadero valor en nuestras vidas como aliadas y amigas en nuestra casa.

Siento mucha ternura y una verdadera manta de compasión sobre mi cabeza cuando me pongo a cuidarlas, a cortar sus hojitas, a abonarlas y regarlas. Entro en un estadio de relación que me dice seriamente que estas plantas son seres vivos como yo, que son mis mascotas verdes, floridas y bellas. Me siento amada y comprendida, más allá de la contemplación avanzo por lugares mucho más etéreos, me permiten volar sobre los problemas y los dolores, dejando atrás la sombra de tanta ansiedad.

Abrí mi cuaderno rojo, y toda esa sensación de sentirme cobijada comenzó a reflejarse en los versos que iban saliendo lentamente, mientras las sombras de los árboles se iban moviendo como en un baile lento, con el cielo azul como escenario. Unos versos que quieren agradecer a todas mis plantitas la curación de tanto malestar, migrañas y angustias. A unos amigas llenas de hojas que son mis maestras de vida en muchas cosas, aportando sosiego, ternura y bienestar sólo a cambio de unos pocos cuidados, del riego, y del amor.

Descubrí, y ahora quiero compartirlo con todos vosotros mis lectores, que era la poesía la forma de expresar todo este mundo verde que me salva, porque es la expresión de estas plantas, de este jardín que tanto me aporta y donde puedo descansar sintiéndome amada, consolada y en paz. Es la palabra poética la que puede abrir espacios interiores donde encontrarnos con todo este mundo verde y florido, haciéndonos vivir por momentos en el jardín aún en los meses y días más fríos, tristes y duros. Un nuevo poemario que se llena también de mis acuarelas como expresión de los versos, ampliando  junto a ellos la estadía verde y tierna en un jardín amado donde verdaderamente siento que puedo descansar.

 

El canto azul.

El nuevo Club de Amigos de la Casa de la Poesía.

 

Cuando el poeta Carlos Aganzo escribió su poemario Paraíso claustral no podía imaginar que sus palabras iban a encabezar este artículo en el que quiero hablar de poesía, de amistad y de gratitud. No basta con vivir. Es necesario/ esculpir lo vivido. Los versos son así amigo Carlos, viven libres por ahí y a veces se posan en artículos de periódicos.

Hace cinco años se abrió en Ávila un lugar donde esculpir lo vivido, donde oír los cantos azules de los más de treinta poetas que nos han visitado y que han dejado un legado lleno de lirismo y belleza en nuestro corazón, en la Casa de la Poesía Juan de la Cruz. Grandes poetas y amigos que van ensanchando nuestra mirada cotidiana con su persona y obra.

No basta con leer, con escribir. Es obligado vivir según lo escrito, dice Carlos. Realmente si dejamos anclada a una lectura o escritura solitaria toda nuestra actividad literaria y poética, estamos dejando de disfrutar de muchas otras cosas importantes. La cercanía con quien ha escrito los poemas y con quienes como nosotros disfrutan oyendo recitar versos nos reconforta. La lectura y escritura se convierten en un verdadero placer cuando se asientan, en esta red de amistad con autores y lectores.  Momentos que enriquecen no solo el acto de leer o de escribir sino de vivir. Nos empujan por una senda nueva de vida y de creación que nos hace reflexionar sobre lo más hondo de nosotros, sobre la belleza, el arte y la vida.

Reunirnos para dejar a la poesía un lugar, aquel que se abre más allá de las palabras, y que nos amplifica la mirada y nos hace cantar una música sincopada con el latir del mundo. En un mundo tan complejo como el que vivimos, tan lleno de conflictos, violencia e intransigencia, la poesía enriquece a la vida, sacando la esencia de nuestra naturaleza, de nuestra humanidad. Nos ayuda a descubrir este tesoro oculto en nosotros, dejando que obre con toda su fuerza el mágico poder de las palabras escritas que viven en los poemas y transcienden la vida, como estas de Paraíso claustral.

Carlos ha unido en este poemario el jardín oculto al que se retiró un poeta chino del s. IX llamado Sikong con la celda del monje místico Bernardo de Claraval . Un puente que no es algo forzado, una licencia de creación poética, sino que nos habla de esa íntima relación que existe entre la poesía y la mística. Y es en Ávila donde todo esto tiene un verdadero sentido ya que aquí nació y vivió durante muchos años el poeta más sublime de la historia, Juan de la Cruz. Teníamos que abrir su casa en Ávila, teníamos que ir poniendo poco a poco las piedras de esta construcción en un terrero cercano a donde él vivió, en Monasterio de la Encarnación y donde hoy en día vienen cientos de personas de todo el mundo a estudiar sus libros y a encontrase con su persona en la Universidad de la Mística, CITeS.

San Juan fue un poeta que siempre compartía sus escritos con sus amigos, para ellos escribía. Era muy cercano con todos, y muchas veces cogía un papelito y escribía un poema que ponía en el bolsillo de una monja o de un seglar. En uno de estos papeles dibujó el famoso Cristo con esa perspectiva que tanto impresionó a Dalí y que se encuentra en el Museo de la Encarnación. Nos enseña a compartir poesía, a establecer lazos de fraternidad y de amistad, a construir juntos esta casa poética, a reunirnos cada ultimo martes de mes. A crear nuevos lazos entre nosotros como este nuevo Club de Amigos de la Casa de la Poesía: poetas, lectores y amigos que apoyamos esta construcción. Un club que estamos creando y al que os invito, amigos. Así en las normas de la Casa de la Poesía que este club de amigos presenta, se pone a la poesía, la amistad y la gratitud en el centro de todo. Un club desde donde agradecer tanto que se nos brinda en esta Casa de Poesía, dando las gracias a los poetas que vienen a vernos desde tantos lugares, a los que consideramos verdaderamente amigos. La amalgama de la respiración/con la mas pura vibración del aire. Amalgama de palabras, versos, amistad , belleza, sosiego, creación y paz.