Un jardín

 

El próximo viernes 1 de diciembre presento en Ávila mi último poemario Un jardín amado donde descansar y ahora que tengo ya los ejemplares en mis manos vuelvo al momento de la escritura bajo los prunos de la entrada de casa. Eran esos días en que estábamos aún con la resaca del Covid teniendo miedo de nuestra propia sombra si se acercaba un poco más de la cuenta. El verano estaba siendo cruel, con temperaturas tan elevadas que muchos árboles centenarios se murieron, recuerdo unas nogalas majestuosas y cómo se iban secando desde dentro.

Durante los días del confinamiento mis plantas llenaron esas horas lentas llenas de presión y angustia, de buenas vibraciones y de paz. Mi relación con ellas cambió de manera sustancial, pasaron de ser seres bellos que dormitan en las terrazas, el invernadero y el jardín, a ser verdaderas doctoras de mi alma que en estos días estaba mustia y llena de tristeza. Comencé a relacionarme con ellas de manera más cercana, sintiendo por primera vez que también respiran, me acompañan y me ayudan en muchas cosas del día a día.

Abrirnos a lo natural de manera cercana, sintiéndonos un pequeño ser más de los que pueblan un jardín, es una experiencia llena de emoción que recomiendo a todos, y sobre todo cuando pasamos por malos momentos de tristeza por la pérdida de un ser querido, por tener una migraña pertinaz y dura o un estado anímico lleno de nubarrones.

El ser florista y empresaria en el sector de la jardinería me pone en contacto directo con mis clientes y su relación con las plantas, árboles, semillas y bulbos que adquieren. Muchas veces cuando lo único que mueve a la compra es un deseo de decoración de un determinado lugar de sus casas, me entristece un poco ver la cara de la plantita elegida para esa única función, que se llenará de polvo sobre una repisa encima de un radiador. Considerándolas sólo como elementos decorativos y bellos, que desde luego lo son de verdad, nos estamos perdiendo su verdadero valor en nuestras vidas como aliadas y amigas en nuestra casa.

Siento mucha ternura y una verdadera manta de compasión sobre mi cabeza cuando me pongo a cuidarlas, a cortar sus hojitas, a abonarlas y regarlas. Entro en un estadio de relación que me dice seriamente que estas plantas son seres vivos como yo, que son mis mascotas verdes, floridas y bellas. Me siento amada y comprendida, más allá de la contemplación avanzo por lugares mucho más etéreos, me permiten volar sobre los problemas y los dolores, dejando atrás la sombra de tanta ansiedad.

Abrí mi cuaderno rojo, y toda esa sensación de sentirme cobijada comenzó a reflejarse en los versos que iban saliendo lentamente, mientras las sombras de los árboles se iban moviendo como en un baile lento, con el cielo azul como escenario. Unos versos que quieren agradecer a todas mis plantitas la curación de tanto malestar, migrañas y angustias. A unos amigas llenas de hojas que son mis maestras de vida en muchas cosas, aportando sosiego, ternura y bienestar sólo a cambio de unos pocos cuidados, del riego, y del amor.

Descubrí, y ahora quiero compartirlo con todos vosotros mis lectores, que era la poesía la forma de expresar todo este mundo verde que me salva, porque es la expresión de estas plantas, de este jardín que tanto me aporta y donde puedo descansar sintiéndome amada, consolada y en paz. Es la palabra poética la que puede abrir espacios interiores donde encontrarnos con todo este mundo verde y florido, haciéndonos vivir por momentos en el jardín aún en los meses y días más fríos, tristes y duros. Un nuevo poemario que se llena también de mis acuarelas como expresión de los versos, ampliando  junto a ellos la estadía verde y tierna en un jardín amado donde verdaderamente siento que puedo descansar.

 

El canto azul.

El nuevo Club de Amigos de la Casa de la Poesía.

 

Cuando el poeta Carlos Aganzo escribió su poemario Paraíso claustral no podía imaginar que sus palabras iban a encabezar este artículo en el que quiero hablar de poesía, de amistad y de gratitud. No basta con vivir. Es necesario/ esculpir lo vivido. Los versos son así amigo Carlos, viven libres por ahí y a veces se posan en artículos de periódicos.

Hace cinco años se abrió en Ávila un lugar donde esculpir lo vivido, donde oír los cantos azules de los más de treinta poetas que nos han visitado y que han dejado un legado lleno de lirismo y belleza en nuestro corazón, en la Casa de la Poesía Juan de la Cruz. Grandes poetas y amigos que van ensanchando nuestra mirada cotidiana con su persona y obra.

No basta con leer, con escribir. Es obligado vivir según lo escrito, dice Carlos. Realmente si dejamos anclada a una lectura o escritura solitaria toda nuestra actividad literaria y poética, estamos dejando de disfrutar de muchas otras cosas importantes. La cercanía con quien ha escrito los poemas y con quienes como nosotros disfrutan oyendo recitar versos nos reconforta. La lectura y escritura se convierten en un verdadero placer cuando se asientan, en esta red de amistad con autores y lectores.  Momentos que enriquecen no solo el acto de leer o de escribir sino de vivir. Nos empujan por una senda nueva de vida y de creación que nos hace reflexionar sobre lo más hondo de nosotros, sobre la belleza, el arte y la vida.

Reunirnos para dejar a la poesía un lugar, aquel que se abre más allá de las palabras, y que nos amplifica la mirada y nos hace cantar una música sincopada con el latir del mundo. En un mundo tan complejo como el que vivimos, tan lleno de conflictos, violencia e intransigencia, la poesía enriquece a la vida, sacando la esencia de nuestra naturaleza, de nuestra humanidad. Nos ayuda a descubrir este tesoro oculto en nosotros, dejando que obre con toda su fuerza el mágico poder de las palabras escritas que viven en los poemas y transcienden la vida, como estas de Paraíso claustral.

Carlos ha unido en este poemario el jardín oculto al que se retiró un poeta chino del s. IX llamado Sikong con la celda del monje místico Bernardo de Claraval . Un puente que no es algo forzado, una licencia de creación poética, sino que nos habla de esa íntima relación que existe entre la poesía y la mística. Y es en Ávila donde todo esto tiene un verdadero sentido ya que aquí nació y vivió durante muchos años el poeta más sublime de la historia, Juan de la Cruz. Teníamos que abrir su casa en Ávila, teníamos que ir poniendo poco a poco las piedras de esta construcción en un terrero cercano a donde él vivió, en Monasterio de la Encarnación y donde hoy en día vienen cientos de personas de todo el mundo a estudiar sus libros y a encontrase con su persona en la Universidad de la Mística, CITeS.

San Juan fue un poeta que siempre compartía sus escritos con sus amigos, para ellos escribía. Era muy cercano con todos, y muchas veces cogía un papelito y escribía un poema que ponía en el bolsillo de una monja o de un seglar. En uno de estos papeles dibujó el famoso Cristo con esa perspectiva que tanto impresionó a Dalí y que se encuentra en el Museo de la Encarnación. Nos enseña a compartir poesía, a establecer lazos de fraternidad y de amistad, a construir juntos esta casa poética, a reunirnos cada ultimo martes de mes. A crear nuevos lazos entre nosotros como este nuevo Club de Amigos de la Casa de la Poesía: poetas, lectores y amigos que apoyamos esta construcción. Un club que estamos creando y al que os invito, amigos. Así en las normas de la Casa de la Poesía que este club de amigos presenta, se pone a la poesía, la amistad y la gratitud en el centro de todo. Un club desde donde agradecer tanto que se nos brinda en esta Casa de Poesía, dando las gracias a los poetas que vienen a vernos desde tantos lugares, a los que consideramos verdaderamente amigos. La amalgama de la respiración/con la mas pura vibración del aire. Amalgama de palabras, versos, amistad , belleza, sosiego, creación y paz.

 

Tu libro Las hierbas.. me ha supuesto una gratísima sorpresa porque no te conocía como poeta. La edición, con tus elegantes y sencillas ilustraciones, invitan a su lectura, de la que uno no puede salir defraudado.

Me gusta tu lenguaje contenido y preciso, el silencio de naturaleza espiritual que has logrado preservar entre las palabras, elegidas una a una como esas flores con las que edificas tus universos florales. Me atrae la profunda simbología de tus palabras, a la vez sencillas y evocadoras, la elementalidad de esos conceptos, tan próximos a la naturaleza, que se nutren de toda la simbología de los textos sagrados y que, desde su humildad, adquieren toda la trascendencia de lo alto, de lo inaprensible, de lo que permanece al margen de nuestra comprensión.

La luz que abre nuestro entendimiento puede ser la misma que agosta los sembrados y las tierras de Ávila, porque es sobre la vocación del desierto sobre la que se trazan los caminos, inesperadamente fértiles, de la espiritualidad.

Me gusta mucho la valoración que de tu libro hace nuestro común amigo Álvaro Valverde. Es poesía de la compasión y del consuelo, de la amistad y del amor. Una poesía basada, como comenté yo mismo hace unos días (y que también recoge tu cita de Whitman), sobre la imagen, que es sobre la que se ha construido la mejor poesía de todos los tiempos.

Escribir desde la verdad es un riesgo en estos tiempos que corren. Es más, escribir desde la sinceridad y la honradez es sin duda un acto subversivo en medio de tanta impostura literaria. Por eso me alegra descubrir a una poeta que, ahondando en sí misma, y sin renunciar a la herencia de nuestra mejor tradición literaria, ha sido capaz de recoger lo mejor de sí misma.

Enhorabuena, amiga María Ángeles, gracias por hacerme partícipe de tu hospitalidad y de tu rico universo personal, tan próximo al mío.

 

RABINDRANATH TAGORE

Después del parón académico impuesto por la pandemia, retomamos las actividades poéticas en La Casa de la Poesía Juan De la Cruz de la Universidad de la Mística de Ávila. Y lo hacemos dando a conocer uno de los poemarios mas valorados y leídos en todo el mundo,  Gitánjali ( Ofrenda lírica) del gran Rabindranath Tagore, en su traducción directa del bengalí por Manuel Díaz Gárriz. Un poemario por el que Tagore ganó en Premio Nobel de Literatura en 1913. Tagore era un hombre profundamente humanista, poeta, dramaturgo, novelista, pintor, músico, pedagogo y místico.

 

Algunos libros y autores se encuentran durante muchos años, algunos toda la vida, bajo el influjo del tiempo vital en que los hemos leído. Como lectores no somos hoy en día los mismos que cuando éramos jóvenes y niños, lo que podíamos disfrutar y entender es al menos diferente sino completamente alternativo. Esta es la deuda que siento con Tagore, haber dejado mi admiración y lectura aparcada por decenios en las lecturas de mi juventud. Para los jóvenes de los ochenta, Tagore era una referencia, leíamos sus poemas y sobre todo extraíamos bellas frases que nos conmovían por su belleza y las colocábamos en las carpetas del instituto y colgábamos posters con imágenes de naturaleza con sus frases para que decoraran nuestro cuarto.

Este verano debajo de los árboles del parque he comenzado a  releer a Tagore y me ha dado un vuelco el interior. He sentido una enorme gratitud hacia él por mostrarme tantas cosas de la vida y sobre todo del mundo interior tan llenos de belleza y naturaleza, que lejos de estar fuera de nosotros, en su lectura siento que nos abre las puertas de lo hondo. Silencio, gratitud, belleza, música y vida en la simplicidad. Y no he parado de encontrar en muchos matices e imágenes a nuestro Santo Juan de la Cruz.  Y muchas veces he dicho por dentro: si es así Rabindranath, Juan también nos cuenta esto mismo…

Siempre había leído su obra poética en un bello libro azul de la biblioteca de mi  madre, de la editorial Aguilar, en la depurada y poética traducción de Zenobia Camprubí y revisada y enriquecida por Juan Ramón Jimenez, con un prólogo muy documentado de Ortega y Gasset. En él siempre he releído con admiración la parte relativa a la escuela experimental de Tagore, Santiniketan en Bengala occidental, entrando en su filosofía de base , con los alumnos viviendo con su maestro en una comunidad educativa autosuficiente.

Rabindranath fue el menor de los catorce hijos de Debendranath y Sarada, y vivió en una casa que era un centro cultural, donde los hijos se dedicaban a la música, el teatro o la poesía. Así sus hermanos fueron novelistas, músicos, dramaturgos. Era además un lugar imbuido de una honda espiritualidad, ya que su padre era la figura clave de la religión Brahmputra o Sociedad de Dios. Siguiendo al fundador, Roy Rammohun creían que los conocimientos de occidente no podían ser ignorados. Admiraban las tradiciones filosóficas liberales y criticaban de manera rotunda la religión existente en India con sus prácticas y sobre todo por su rígido sistema de castas.

El interés por occidente determinó a los padres a enviar a sus hijos a estudiar a occidente, en concreto Rabindranath estuvo en Brigthon y en el universitario collage de Londres. Pero estuvo sólo un año y volvió a la India sin terminar sus estudios. Entiendo perfectamente que su delicado y meditativo espíritu no pudiera vivir en medio de las rígidas normas inglesas.

Fue cuando después de casarse muy joven, aterrizó como administrador de las propiedades familiares en Shilaihaha ( Banglades) y empezó a sentirse como un poeta, viviendo en una casa barco. La vista que se perdía en la superficie del agua, las ramas en su movimiento aéreo, el suave tintineo de los cascabeles que las jóvenes se colocaban en los pies.

La poesía siempre nace de la contemplación y de estadios de silencio, pudiendo captar los aspectos de la vida que están visibles pero que parecen no ser apreciados en un mundo de prisas y de superficialidad.

Si la traducción de Zenobia es un trabajo muy poético y bello, la reciente traducción directamente del bengalí del padre jesuita Manuel Díaz Gárriz está llena de verdad, experiencia y hondura. Recordemos que fue el propio Rabindranath el que tradujo del bengalí, su lengua materna, al inglés su poema Gitánjali y él no dominaba a fondo la lengua inglesa. Y de esta versión, Zenobia tradujo al castellano en poema. Según cuentan los estudiosos, la traducción de esta obra fue para Zenobia y Juan Ramón como un encuentro poético entre ellos, ya que disfrutaron amorosamente de estar juntos traduciendo las bellas palabras de Tagore. Hasta la llegada de Gitánjali a Europa en 1912, Europa ignoraba culturalmente a Asia.

El padre Díaz Gárriz misionero en la India es el traductor de este poema desde el bengalí. La India tiene 450 idiomas muchos de ellos de minorías y posee además veintidós idiomas oficiales, con mas de 230 millones de hablantes. Es una traducción que me conmueve profundamente porque al ir directamente a la raíz de cada palabra y al dejarla limpia, la devuelve a la verdad que llena de belleza insondable cada verso. La palabra poética es tan bella y potente que sólo en la desnudez de complementos disfrutamos de su esencia y verdad. Esta austeridad bella y rotunda es la que contemplo al leer el Gitánjali en esta traducción. Siento además que el poemario vuelve a ser lo que quería el poeta, una ofrenda a la vida, al amor y al desconocido amante que vive en las sombras de cada planta y cada raíz.

Releer a Tagore es una nueva aventura llena de sentido, mística y verdad.

Tú me has hecho inmortal. Así ha sido de tu agrado./Este vaso mío lo vacías y lo llenas/con vida siempre nueva

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DEJAD DE RESPIRAR Y QUE OS REPIRE LA TIERRA…

En estos casi cuarenta días de confinamiento, siento que los días se han ido posando lentamente sobre los pilares que asientan mi vida. Calma, serenidad, tiempo y espacio para volver a sentir qué es eso que me ayuda a vivir, a ser cómo soy, a levantarme cada día.

Y uno de esos pilares es la lectura, sobre todo la que se hace con calma dejando que cada palabra, capitulo, narración o verso ocupe su lugar.

Una mañana mientras me sentaba un ratito a leer después de todos los trajines domésticos, cogí un libro de la biblioteca como  el que agarra un flotador al saltar de la barca. El mar de abajo donde me lanzaba estaba y aun hoy está muy oscuro, y gigantes olas de preocupación y dolor me invaden . Claudio Rodriguez es siempre para mí un flotador que me saca para arriba y me muestra la luz, lo que está por encima de las palabras. Las suyas siempre me parece que al leerlas van saltando como chispas hasta llegar por encima de casa, del árbol, del cordel de ropa…

Un poeta del que al leer sólo alguno de sus versos, sientes un profundo respeto y admiración porque no se puede decir poéticamente algo mejor…

! Dejad de respirar y que os respire

la tierra, que os incendie en sus pulmones

maravillosos! Mire

quien mire, ¿no verá en las estaciones

un rastro como de aire que se alienta?

Sería natural aquí la mueret.

No se tendría en cuenta

como la luz, como el espacio. !Muerte

con sólo respirar ! Fuer de día

ahora y no me quedaría sin sentido

en estos campos, y respiraría

hondo como estos árboles, sin ruido.

En esta fiesta del libro escojo a Claudio, siempre Claudio.  Así les digo a mis hijas en estos días, siempre Claudio hijas. Volver siempre a Claudio y encontrareis la esencia de la poesía, y toda su luz.

Leyendo a Claudio con el ensayo de Jose Luis Rey » BRUJAS A MEDIODÍA». Anotaciones a la poesía de Claudio Rodriguez. Me siento muy identificada con Jose Luis Rey en muchas cosas, y me encanta que la lectura de los poemas y su análisis la realice un poeta. El ensayo va por otros caminos de significado, de formas expresivas, logros, nuevos caminos, sutiles matices, sombras y resistencias… Gracias José Luis

 

MUJERES OLVIDADAS DE LA HISTORIA

 

Coinciden en estos días mis lecturas, música, poemas, reflexiones y exposiciones de pintura con la obra de grandes mujeres de la historia, muy poco conocidas algunas, otras ocultas en los pliegues del tiempo y la sociedad. Su obra y pensamiento vienen no sólo a mostrar el trabajo de la parte mas oculta de la historia, la de las mujeres, sino nos aportan una nueva manera de contar, de expresar, de vivir y de ser de la humanidad dentro del interior femenino.

Estoy leyendo a la monja carmelita descalza Cecilia del Nacimiento(1570-1646) cuya poesía es tan bella y lirica como la de su padre Juan de la Cruz con el que debió coincidir en su convento de Valladolid, lugar donde algunas monjas hicieron de copistas de las obras del santo, como el Cántico. La poesía tan brillante de la hermana se ha leído durante siglos como la obra del santo o como la de una monja que escribía al estilo o copiando al poeta. Releyéndola en un estudio critico de su poesía, encontramos no a una mera copista, sino a una de las poetas más brillantes de la poesía en español. El próximo martes 26 de noviembre vamos a conocerla y a leer sus poemas en La Casa de la Poesía Juan de la Cruz de la Universidad de la Mística.

La familia de Cecilia era un foco doméstico de humanismo, música especialmente el clavicordio, pintura, caligrafía ya que los Sobrino fueros secretarios de la corte, y grandes lectores entre otros de Luis Vives. Su madre Cecilia Moriles ha sido considerada como una de las mujeres más instruidas de su momento, en lenguas sabias y vivas, en ciencias naturales, filosofía, teología y cosmognía manteniendo conversaciones con Andrés García de Céspedes el matemático- cosmógrafo más brillante del momento.

Este mismo ambiente familiar ilustrado, ha sido el suelo en el que han surgido las dos mujeres pintoras que en esto días muestran su obra en el Museo del Prado, Sofonisba Anguisola( 1535-16259) y Lavinia Fontana(1552-1614). Sus cuadros han sido reconocidos desde el momento de su creación como obras de arte singulares pero su autoría, la mano femenina que los realizó, se fue perdiendo, y al igual que le pasó a Cecilia, se atribuyeron sus obras a varones, reconocidos pintores como Alfonso Sanchez Coello en relación a los cuadros de Sofonisba.

Sofonisba estuvo pintando en la corte española durante 14 años, con retratos admirables del propio rey Felipe II y de sus esposas Isabel de Valois y Ana de Austria. La familia de Sofonisba educaba a sus hijos en igualdad, y sus hijas fueron grandes pintoras de reconocimiento social dedicándose a este trabajo y organizando un taller que se constituyó como en el caso de Lavinia, en el sustento familiar, dando clases a sus pupilos y desarrollando un amplio abanico de temáticas.

Me sorprende con dolor que haya sido muy recientemente a través de investigadoras  del arte  como María Kusche, cuando se haya visto todo esto y haya vuelto la autoría de estas obras de arte a sus auténticas autoras que todavía no figuran en los manuales de texto.

Más allá del tiempo, volando al s. XI me llevan las partituras para citara salterio de otra mujer impresionante, la abadesa alemana, santa y doctora de la iglesia Hildegarda de Bingen(1098,1179) con una obra extraordinaria que abarca pintura, escritos de botánica y medicina natural, astronomía, mística, pensamiento, teología, música. Una mujer adelantada a su tiempo que puso el camino para avanzar a muchas otras, y cuya existencia y obra se está rescatando de la niebla por su absoluta actualidad.

He titulado este articulo con una imagen de otra gran mujer de la historia, Christine Pizan  (1364-1430), veneciana criada en París, amiga de Juana de Arco que al enviudar desarrollo una obra de literatura para poder subsistir, con libros que hoy leemos con admiración por la defensa de la mujer y su lugar en la sociedad. Creadora de la organización Querella de las Mujerespara defender los derechos y que estuvo en marcha hasta el s. XVIII. En su obraCiudad de las Mujeres(1405) hablaba de este nuevo descubrimiento de la sociedad, el papel de las mujeres, en un proceso de sacar lo oculto, y dejar que se pueda saborear todo lo que nos muestran y dan el verdadero gusto de la humanidad en su totalidad, “como quien va mondado una fruta”.

 

 

 

El día 5 de septiembre desarrollamos en Ávila un recital poético musical muy especial. Una actividad dentro del Congreso mundial Sanjuanista «Cántico Espiritual».

La noche del Cántico, la de Juan, se juntaron con la de Ávila estrellada, allí en  un lugar al lado de la muralla, Castillo del interior.

Ya tenemos el Youtube del Recital del Cántico y lo compartimos con todos nuestros amigos. Se retransmitió en directo a mas de 18 países.

Un acto que comenzó juntando a todos los poetas que tenemos a Juan de la Cruz como guía y fuente de inspiración, a los poetas de la Casa de la Poesía y a los Juglares de Fontiveros, en un sencillo momento con musgos, menta y tomillos entre nosotros.
Fue emocionante leer entre todos estos versos tan sublimes del Cántico, la música de fondo, y poder poéticamente dialogar con Juan de la Cruz.
Un grupo de amigos, de poetas tanto de la Casa de la Poesía como de los Juglares de Fontiveros, en el CITeS que es la casa de Juan, donde viven sus hijos e hijas y todos los que siguen su legado de amor y luz.


Damos mil gracias a todos los que hicisteis posible este momento, los poetas, los músicos, amigos, colaboradores…. A los que con vuestra presencia nos acompañasteis en la lectura y que erais la parte esencial de ese momento, compartiendo poesía y vida.
Gracias Fernando Campillo y María Tellechea por esa música tan llena de emoción y belleza.
Gracias a Milagros Quintela, Danilo Ayala, Juan del Santo, Julio Collado, Esther Bueno, Jose María Muñoz Quirós, Asunción Escribano, María Ángeles Perez Lopez, José Pulido, Carlos de Gredos, Alfredo Perez  Alencart, Miguel Angel Mesa Bouzas, Clara Janés, Ilia Galán.
Gracias al p. Javier Sancho y toda la Comunidad de Cites por hacerlo posible, siempre con tanto cariño.
Mil gracias a Todos!!!
Congreso Mundial Sanjuanista que se desarrolla en la universidad de la Mística, CITeS de Ávila, la Casa de la Poesía Juan de la Cruz ha desarrollado un recital poético con música en directo.

 

Tengo la sensación de llevar a en la espalda un saco muy pesado llamado mes de junio, con toda su carga. Es un mes mucho mas denso que cualquier otro, quizá porque aquí en Ávila nos desesperamos al ver que el verano no llega y que el frio nos acompaña hasta la cama cada día.

Surge ese deseo de fin de estación, que tal vez explique con qué gusto me he lanzado a la lectura del libro de la poeta Anne Carson “Tipos de agua”, El camino de Santiago.

Poder iniciar un nuevo camino hace que cada día y todos sus momentos se vayan perfilando de manera nueva. Supone vestirse un traje, el de peregrino y comenzar a andar por ahí.

Anne me cautiva en este libro por muchas cosas, su manera libre y radical de escribir, concisa y esencial. Por contar una aventura en forma de camino con imágenes nuevas que arrancan desde ella misma, sin la necesidad de anclarse en las metáforas de otros para avanzar. Por el encabezamiento de cada capítulo, paso a paso con un texto japonés de distintos autores, Zeami, Tanizaki, Shikibu, Basho, que me va familiarizando con ellos, samuráis, poetas, profesores, en una cultura que voy descubriendo muy parecida a estos caminos rotundos, sobrios y llenos de belleza. Los libros tienen esta peculiaridad del pegamento, de unirnos a otras personas, circunstancias y paisajes.

 

El camino de Santiago es para los peregrinos una aventura iniciática que nos conduce hacia otro lugar, sacándonos de la rutina que envuelve la vida diaria. Supone vestirse un nuevo traje, el de peregrino y comenzar a vivir en el país de la sed ya siempre hambrientos. Supone zambullirse en el agua de la existencia, en una búsqueda de nuevos horizontes, redescubriendo cada pequeño objeto y hecho del camino como un regalo personal. Leyendo el momento a cada paso, sintiendo el cansancio físico que arranca de cuajo las preocupaciones cotidianas que antes de caminar tenía. Todo cambia de percepción. Parece que volvemos por momentos a ese reino de lo que somos que comenzamos e vislumbrar en la infancia que lejana aparece a veces al borde del camino.

 

Recuerdo también al poeta Czestaw Mitosz, al que al leer sus versos he visto siempre en medio de un lago, en el mágico entorno del Valle del Issa. Desde aquel niño polaco criado en el régimen zarista, que vivió en primera persona la revolución. Sus estudios universitarios en Varsovia seguidos del horror nazi del ghetto donde vivió. Cuando miraba por la ventana de su casa norteamericana de Berkeley el jardín, creía vislumbrar las viejas formas acuáticas de un paisaje tan lejano en el tiempo como cercano en su interior.

Comenzó escribiendo poesía, y este quehacer continuó dando cuerpo a toda su vida, jalonando este camino que iba acomodándose a sus pies.

Ceslaw fue una figura muy grande en Polonia, a donde volvió cuando cayó el telón de acero, y su estatua se encuentra en el monumento de Gdansk, lugar del nacimiento de Solidaridad, junto con el Papa Juan Pablo II y Lech Walesa. Pensamiento profundo en forma de versos, acción social bañada de compromiso por los demás y misión evangélica. Un grupo de ingredientes que hicieron que aquel camino se anduviera de verdad, mientras colmaron la sed y el hambre, a base de oraciones, versos y mítines.

En 1963 ya en la universidad de Berkeley, Ceslaw escribió en versos este camino al modo de Anne.” Menguan los ríos, menguan las ciudades, / Jardines hermosos muestran lo que antes no veíamos, hojas lisiadas y polvo. / Cuando hice a nado el lago me pareció enorme, si estuviera ahora por allí me parecería un lebrillo para afeitarme.

Muchas veces no me doy cuenta de la potencia vital de gestos que parecen sencillos, como este de iniciar un camino al comienzo de las vacaciones, cuando dejamos todo nuestro traje cotidiano y vamos por ahí más ligeros de equipaje, viendo cómo al volver somos seres distintos, transformados por el mismo camino de agua. Decía Kan –Ami, actor, músico y poeta japonés del s. XIV, ahora regreso a la casa en llamas pero, ¿dónde está el lugar donde solía vivir?

El mes de junio sigue muy frio, con la lectura a veces podemos encender el corazón y nadar.

María Ángeles Álvarez es una poeta, arqueóloga e historiadora apasionada por lo frágil, por lo insignificante, por lo pequeño que cumple la misión de dejar la huella de lo sagrado en el mundo. Así lo manifiesta en su reciente poemario Y el aire al soplar, publicado por “Cuadernos del Laberinto” donde, con un lenguaje depurado, rescata aquellos instantes que pasan desapercibidos para la mayoría, pero que llamados por su nombre hacen de la vida un lugar habitable. Una “gota de lluvia/ que colgando de un cable de luz/ sobre el precipicio se balancea”, por ejemplo, una leve sombra de lo que se nos impone como algo pasajero que apena influye en el discurrir de nuestros afanes. Pero cuya suma puede construir una colección de imágenes que salven, al final, de lo turbio y de lo oscuro que nos rodea.​​

Los elementos de la naturaleza dialogan profundos con el poema. No es de extrañar que así sea en alguien que está dedicada a uno de los oficios más hermosos del mundo, el de cuidar de las flores. El aire que sopla revela en su danza toda la luz que le acoge: “Y el aire al soplar/ podía desprender/ el lengüetazo del sol/ sobre las hojas”. Todos esos elementos forman un coro que acompaña al sujeto lírico que tiene una conciencia profunda de pertenecer al mismo mundo que ellos simplemente por el hecho de poder ser consciente de su existencia.

También los espacios naturales le sirven a la autora como modo simbólico de hablar de su vida, de sus relaciones humanas, porque no hay nada más expresivo que la vida hablando de la vida. Con versos cortos, a veces constituidos por un solo término, como fogonazos que dejan su impresión en la retina, acumula su verdad: “Quise que fueras rama/ y flor/ y fruto maduro,/ mientras tú/ mirabas/ las raíces/ que lentamente/ regalabas/ a/ mis/ pies.”

El poemario suma, de este modo, espacios simbólicos con espacios reales, en una danza rítmica de la que participa quien lo lee. Universo humanizado que se hace uno con las acciones de quien lo habita y viceversa (“No sé cuándo/ plantaste/ tu árbol/ aquí), en una fusión que le debe mucho a ese “Cántico Espiritual” de nuestro místico más amado, alguno de cuyos versos encabezan el libro. Igualmente comparten los poemas con el fontivereño toda su simbología aérea: “Y entonces/ un pájaro se posó/ en su garganta/ y comenzó a cantar”. El ascenso y el canto, la luz y el vuelo. Y también la salvación y la necesidad: “Son las palabras,/ aves en vuelo/ que a veces pasan/ cerca/ y de sus alas/ se escapan/ surcando la frente,/ descansando/ en ella”.

Pero como ya he adelantado, de entre todos los elementos de este poemario destacan los temas sanjuanistas, a veces explicitados por las citas que encabezan algunos de los poemas: las aves y su vuelo, el jardín, el diálogo entre los amantes,… y también la palabra desde sus múltiples perspectivas. La unidad lo preside todo. Lo alto y lo bajo se funden en quien contempla el universo como si fuera uno en su interior: “Al levantar los ríos/ los enredaste/ en el cielo.// Las algas/ se confundían/ con las estrellas,/ y todo el reflejo/ de la luz sobre al aguaCaudex/ se hizo nube.// Y paseaban sobre mí/ que miraba/ su fuga/ en su ascender/ entre los árboles.”

Es, para concluir, Y el aire al soplar un hermoso poemario con fragancia de haikus y conciencia de la necesidad del tiempo y la entrega en los procesos: “Para ser barro,/ utuoso y pardo,/ el que deja los pies manchados/ y la memoria turbia,/ hay que dejarse/ moler”, o “Firmas con tu luz el cielo/ mientras te enraízas profundamente/ en el vuelo”. La naturaleza en estado puro es el contexto en el que germina un poemario caracterizado por el fulgor de hermosas imágenes de todo tipo, si bien destacan las de la relación entre entre la amante y el amado (“Tiene tu música/ salmos por dentro/ y su pulso va marcando/ mis horas,/ entre rocas,/ entre mares”), entre las que cobra importancia la imagen del árbol como elemento simbólico en torno al cual la autora logra generar bellos símiles: “Soy así,/ invasiva,/ llena de raíces/ que van conquistando/ tu agua”.

Entre los recursos utilizados predominan las anáforas siempre sugerentes e intensificadoras (como en este poema tan evocador del cuarto evangelio: “Si pudiera dirigir el aire […] Si pudiera dirigir el viento [,,,] Si pudiera dirigir el agua […] Si pudiera dirigir el curso/ de tu agua,/ ya no tendría sed.“). También otros juegos fonéticos, como el eco, con los que se consigue además resaltar la semántica hermosa de sus términos (“Un sonido/ que es un nido “); igualmente la paranomasia o semejanza fonética (“que surgió/ un día/ en medio/ del miedo”), la anadiplosis combinada con la aliteración (“Pradera oscura,/ oscura caverna,/ donde a veces/ aúllas cantando”), y tantos otros que muestran el perfecto dominio que su autora tiene del lenguaje, y de sus recursos retóricos.