La belleza y el recuerdo
Cuando el otro día paseaba por la abadía de Burgohondo, disfrutando del paisaje y del lugar, me acordé de otra abadía por donde he estado veraneando: La Abadía de Tintern, de William Wordsworth. Unos días paseando por sus páginas, por sus versos, disfrutando de sus palabras y adjetivos. Creo que no exagero en esta comparación, los lectores entramos tanto en lo leído que desde luego tenemos la sensación de vivir ratos mas o menos largos por allí. Unos rincones, lugares, abadías por donde ya podremos volver en nuestra memoria. Y esto es uno de los mayores regalos que tenemos al leer, la larga agenda de casas y lugares, paisajes en los que vivimos sólo abriendo otra vez las páginas de un libro.
Pocas presentaciones puedo hacer de William Worsworth (1770-1850), creo que es tan conocido como admirado. Sólo unos versos de la Oda a la Inmortalidad han empujado a miles de espectadores a ir a ver la famosa película de Elia Kazán interpretada por Natalie Wood. Aquellos versos que dicen
“aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
porque la belleza sólo subsiste en el recuerdo.
Worsworth es un poeta romántico inglés que tiene un sello muy especial: su intima relación con la naturaleza. El nudo entre nuestra mente y lo natural se va atando a medida que nos adentramos libres de prejuicios en todo el mar de hojas, paisajes con rocas, ríos que se desploman y puestas de sol que rompen el cielo con sus colores. La palabra Romántico, referido a este momento cultural, es una de las mas incomprendidas y poco conocidas en su realidad. Tal y como comenta Gonzalo Torné, hay que situar su concepto lejos de desahogos sentimentales, empanadas místicas, y emociones en bruto. No, no es el Romanticismo Walt Disney, ni nada parecido.
El poeta y con él sus lectores, podemos desde su aportación poética y su mirada, estar en la naturaleza, contemplarla y escribir sobre ella desde nuestro propio mundo interior que completa lleno de belleza todo lo natural, lo que con los sentidos exteriores podemos apreciar de manera positivista. Empieza un nudo de unión entre el hombre, su interior y la naturaleza, en la que ambas partes van creciendo y lo que resulta es algo tan poético, como vital y sublime.
William definió la poesía como “un desbordamiento de sentimientos poderosos, recordados en tranquilidad”, la lectura personal en ese binomio interior que lo ata con el paisaje, la naturaleza, la belleza y la vida.
Creo que estas reflexiones, al margen de su interés poético y cultural nos vienen muy bien hoy en día. La naturaleza no es sólo algo que está ahí, para admirarla, su influjo dentro del hombre es tan grande, que sigue creciendo dentro de cada ser, en todo este mundo natural que cuando lo recordamos con tranquilidad, aparece. No es algo de fuera de la ventana, es el suelo de nuestro interior y refuerza además lo mas bello que tenemos como hombres, nuestra capacidad de recrear aumentando muchas veces la belleza natural que con el filtro de personas tan especiales como Wordsworth se refuerza.
“vivimos gracias al corazón humano
gracias a su ternura, sus alegrías y sus miedos,
y el soplo de la más humilde de las flores puede ofrecer
pensamientos que a menudo encuentro demasiado profundos para desgarrarlos.
La abadía de Wordswoth va caminando en este terreno, sembrado de grandes sentimientos batidos por vientos huracanados, los campos regados por el rio Dye. La relación con la naturaleza surgió en Wordswoth en su infancia y juventud, cuando recorría el campo buscando señales, siguiendo el rastro sonoro de cada palabra, de cada sentimiento, de cada impresión. La naturaleza se presenta como otro organismo que al hombre le cuestiona a cada poco, le subyuga y con él termina fundiéndose en algo mas, en ese sustrato del que se nutren los artistas, en el que viven las palabras de los poetas que hablan desde el corazón. Un corazón, el suyo, un bosque que se levanta,
Bosques jamás tocados por la muerte,
que subsistirán mientras la muerte exista.
Desde luego que hay un resplandor en la hierba, muchas veces mas fuerte en un poema que lees tranquilamente en un sillón de casa, donde la naturaleza sobre tu interior se desploma, cayendo a peso sobre ti, que impresionado fijas la mirada y con el bisturí diseccionas palabras, vas avanzando así, verso a verso. El regalo de viajar a tantos sitios, al leer con pasión, al buscar pistas en un libro.