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El poeta Antonio Machado, en un poema que musicalizó Serrat, decía que amaba los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles como pompas de jabón. Uno de esos mundos sin duda es el de la música. Es un mundo porque podemos habitar en él, sentirlo, emocionarnos, y nos dice tantas cosas inefables.

Hay vivencias que dan la vuelta a nuestra vida, cada uno ha sentido esto en distintos ámbitos, en mi caso la música ha sido el vehículo para transformar muchas cosas. Al sentir que entro en este nuevo mundo, fascinada por lo que oigo, quiero seguir en ese suelo tan evanescente que se compone de sonidos y hacer de este paisaje sonoro, algo propio.

Recuerdo el año 2008 y una representación del oratorio de Händel “El triunfo del tiempo y del desengaño” en el Teatro Real de Madrid dirigida por el británico Paul McCreesh, fundador de The Gabrieli Consort, un conjunto vocal e instrumental especializado en la interpretación de obras del Renacimiento y del Barroco.  Ese nuevo mundo al que me refiero se abrió en un momento, y la música de Händel sonaba de otra manera tan diferente a lo que había oído antes. La utilización de instrumentos barrocos como el clavicémbalo, el violín, la viola da gamba, la tiorba, el laúd, con otra afinación basada en los temperamentos barrocos, creó un lugar realmente mágico e ingrávido. Y decidí estar allí y hacerlo mío, pasando de ser sólo una oyente sentada en el teatro, a interpretar las piezas que oía.

Abrí una puerta barroca hecha de sonidos y silencios, Bach, Händel, Scarlatti, Vivaldi o Soler. Encargué un clavicémbalo al constructor de claves Rafael Marijuan. Ahora cuando me siento a tocar se abre este lugar y siento que habito en él.  Dice el gran poeta y amigo Antonio Colinas en su poema “¿Conocéis el lugar donde van a morir las arias de Händel?, que ese lugar está aquí en Castilla, en mi caso en Ávila, al comenzar a tocar.

Händel y su música entra en las venas al modo de una inyección. Cuando se interpreta con su ritmo adecuado toma una fuerza como la de un motor de un coche de carreras. Las arias te hacen saltar con esa mezcla de dinamismo, lirismo y delicadeza. Una forma de animar al público que llenaba los teatros londinenses a dejar sus conversaciones y sus refrigerios, y ponerse a oír al castrato Senecino o a la soprano Francesca Cuzzoni.

En el 2009 el investigador Terence Best realizó un compendio de toda la obra para clavicémbalo de Händel, desde sus primeras obras alemanas, las que compuso en Italia y las que escribió en Inglaterra a partir de 1712 cuando ya se estableció. Muchas de ellas las escribió para sus alumnos y alumnas, por ejemplo en la época en la que vivió en Cannons, (1717, 1719). Recordemos como Scarlatti compuso en España para la reina Bárbara de Braganza, su alumna de clavicémbalo, muchas de sus 155 sonatas.

Acabo de volver de Londres donde he seguido el paso de Händel y sus partituras, he visto su tumba en la Abadía de Westminster, oyendo el Himno Funeral de William Croft que sonó en 1759 el día que todo Londres lloró su muerte en su casa de Brook Street, hoy Museo y visita obligada para todos los que adoramos su música.

Al plantearme la relación de Händel y España me he encontrado con un pasaje de la ópera Rinaldo, estrenada en 1711 en Haymarket, cuyo tema eran las Cruzadas y donde aparece nuestro caballero Raimundo de Borgoña al frente del ejército, compuesto sobre un poema de Torcuato Tasso “La Jerusalén liberada” de 1575.

Amigos, siento que he abierto una puerta llena de música y que esta Navidad que se va acercando nuevamente, se componen sin duda de ese mismo material efímero y mágico. Oír el Mesías, o volver como cada año a las Cantatas y Oratorios de Navidad de Bach, mundos sutiles, ingrávidos y gentiles como pompas de jabón, como pompas de Navidad. Felices Fiestas.