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LA MARIPOSA Y EL ACANTILADO.

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Cuando en estos días cargados de tantos exámenes, calificaciones, nervios y prisas, las familias andamos aprisionadas junto con los estudiantes con tantas preocupaciones, uniendo en un momento sin quererlo, el aprendizaje con los malos ratos, llevando la educación por un camino de dirección única y forzada, siento que es posible ver todo esto de manera diferente. Y me acuerdo de un autor al que descubrí como profesor por estos días de junio, hace ya unos años, en la feria del libro cuando me compré los dos gruesos volúmenes de sus clases recogidos en los cursos de literatura europea y rusa. Vladimir Nabokov pasó de ser el autor de Lolita, novela que por debajo de la tensión sexual de la historia encierra un entramado psicológico tejido como un capucho de seda, a convertirse en el mejor maestro de literatura que podemos imaginar, y a tener esa sensación de que estoy en su aula en cuanto comienzo a leer sus clases en las universidades norteamericanas . Al menos así lo es para mí, al permitirme ver cómo de manera académica es posible otra lectura de la literatura: el placer de leer los textos como libando los detalles que mas nos interesan, haciendo alrededor del significado, la trama y los personajes, una lectura personal a base de observaciones, matices y miles de sugerencias, que hacen que construyamos nuestra propia obra, siendo mas que lectores pasivos, protagonista de lo contado y en frases estructurado, capítulos, estofas,… Sí, he puesto libando a posta, para coger una imagen que tiene tanto que ver con Vladimir como con sus lectores, las mariposas esas que él, como entomólogo desarrolló toda su vida, desde que siendo niño subió a un desván de su casa de San Petersburgo y allí encontró una colección de estos lepidópteros así como un manual de clasificación. Un pequeño acontecimiento de la vida que como elemento que en una novela sería algo accidental y completamente secundario, se convierte en el eje de la vida contenida en el texto. Trabajaba Vladimir como profesor en Europa y en Estados Unidos después de tener que emigrar de su Rusia natal, escribía novelas y hacía mil otras actividades para poder con todas ellas, dedicarse a esta pasión, perseguir mariposas por ahí. Desde el niño con pantalones cortos y mofletes, al joven hercúleo de brazos torneados, al maduro anciano con un pantalón corto y una oronda silueta que se cayó por un precipicio suizo mientras con una red perseguía una mariposa y que le llevó a la muerte, en brazos de su querida esposa Vera. Nabokov nos enseña a leer de nuevo mirando la historia en miniatura, el efecto en apariencia mínimo que ilumina de repente el relato dotándolo de vida y llevando a los lectores a transitar de manera mas ligera, ya liberados del jugo de tener que seguir la trama principal sabiendo hasta el último detalle de los acontecimientos. Aparece detrás de cada autor un submundo apasionante, el de un verdadero embaucador que nos envuelve en un nuevo y diferente lugar a cada lector, y podemos a su vez ser capaces de seguirlo o no, pudiendo incluso llegar a afirmar que alguno de los grandes genios de la literatura mundial como Dostoyevski , en palabras de Nabokov es un escritor bastante vulgar, al menos para él lo era y me permite a mí, disentir completamente de esta afirmación.

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Podemos pues liberarnos de tanto academicismo, de repetir como loros lo que aparece en un manual en el que todo es para ponerlo ahí a modo de grabadora humana, pasando de un libro, a una hoja de examen. La posibilidad de pensar y tener una opinión sobre un libro, creerme que aunque suene raro en el mundo académico, existe de veras. Y la lectura que cada estudiante, cada lector, padre, comerciante, tendero,.. hace es genuina y personal, su opinión por tanto es en esto, como en la observación de un cuadro, la percepción de la melodía de una sinfonía, genuina y soberana también. Es cierto que esta manera libérrima de ir por los libros a modo de mariposa que liba de aquí para allá, tomado lo que les gusta y alejándose despreocupadas de lo que no, requiere de un aprendizaje en este sentido, con método, y con práctica continua. Enseñemos a nuestros jóvenes a disfrutar con el arte y la literatura, a volar sobre las cosas, a tener su propio mundo estético personal, a no conformarse jamás con repetir cosas que ya miles de personas dicen, a tener en definitiva su propio pensamiento y su alada voluntad de mariposa, aunque a veces nos dé miedo verles al borde del acantilado.

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«No soplaba viento más cortante que él,… no caía nieve mas implacable que sus designios». Cuento de navidad. Charles Dickens.

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Las fiestas navideñas con sus compromisos, regalos y comilonas caen muchas veces sobre nuestro ánimo como una gran nevada. La magia de ver las calles todas transformadas en un escenario de belén pasa muy rápido, al sentir que el peso de todo a veces nos deja sin respiración atrapados en nuestros propia historia. No encuentro otro momento del año mas melancólico, el fantasma de las navidades pasadas como dice Dickens en “ Cuento de Navidad” pasa por nuestra vida. Queremos volver a ser un poco los niños que fuimos, a recuperar con la nieve nuestra vida de antaño, envuelta en ese mágico escenario del recuerdo. Pero esa visión con su fantasma al lado se vuelve indigesta a veces al contrastar con el presente. Hemos ido poco a poco quitando con las manos la nieve, la magia de estos días parece pisoteada, los copos se vuelven molestos, sentimos mas el frio que la ilusión. Los cuentos edulcorados de navidad parecen pertenecer al mundo del cinismo social poco solidario. Así los criticamos .

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Decía Vladimir Navokov refiriéndose a Dickens que antes de empezar sus clases en las universidades norteamericanas de Wellesley y Cornell sobre literatura europea, le gustaba pasar su admiración de una mera frase o comentario escolar a un auténtico pensamiento, dejando a sus alumnos bucear durante unos minutos. Dirigía entonces esa admiración racionalizando y desmenuzando el universo de Dickens, en forma y fondo. La nevada aparecía en un momento bajo la forma de niebla cubriendo a todos y conduciendo al alumnado a otro lugar, el que el escritor ha creado. No leemos con nuestras mentes, no: el centro de nuestro deleite artístico parece estar en la espina dorsal, cuando sentimos ese escalofrío que nos estremece, una mecha real que crea en nosotros un deseo imparable de ser lectores ya para siempre

Cómo podemos sentir ese estremecimiento al leer estas historias, al comenzar la primera hoja de “Bleak House” Casa Desoldada; cómo podemos acordarnos de los fantasmas de Scrooge cada navidad si no fuera porque lo que cuenta, al margen de la época y la ambientación, es intemporal, clásico en todo el sentido de la vida. Sentir que llega la navidad y nos aplasta dejándonos con mas frío que el avaro del cuento al calentarse a la luz de una vela. Incapaces de conmovernos ante el hambre que se pega a tantas neveras vacías, ante la violencia doméstica que en huracán arrasa con el niño ese que ya nunca mas volverá a creer en navidad, ante el frío del despedido, del hambriento que rebusca en las puertas traseras de los supermercados.

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Y realmente continuamos estos días empujados por la inercia de la costumbre, preocupados por la dieta demasiado rellena de colesterol, nieva; por las reuniones trufadas con gente a la que sólo vemos estos días, granizo encima; las compras , las rebajas y los regalos, con hielo sobre las calles, y así año tras año el frío parece llenar todo con su capa de muñeco de nieve, de hielo pisado.

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“ El calor y el frío exteriores no influían en Scrooge. No había ardor que pudiera caldearlo, no había tiempo, por invernal que fuese, que pudiese aterirlo de frío. No soplaba viento más cortante que él, no caía nieve mas implacable que sus designios, no había lluvia mas indiferente a las súplicas” . Si lo clásico es aquello que expande su sentido y valor a lo largo de meses, años y siglos, desde luego que estas frases lo son. Intemporales como los cuentos, villancicos e historias sobre la inocencia, la bondad y los buenos sentimientos que nacen estos días asentados en el reloj del tiempo que marca el nacimiento de un nuevo año a estrenar lleno de oportunidades y esperanza. Y cuando nos abrigamos ante la nevada que se avecina, dejando abiertos nuestros sentidos para aprehender cogiendo todo aquello que flota, se resbala y vive a nuestro alrededor, nuestros vecinos y los vecinos de nuestros vecinos, sentimos ese latigazo que recorre la espalda y enciende la mecha de la navidad. Felices fiestas.

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Os dejo esta preciosa música en la que el chelo parece cantar, una interpretación increíble. Mirando a la luna. Feliz navidad.

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