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MEDITANDO BAJO LA LLUVIA.

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Llevo unos días oyendo una música que parece que viva se mueve por aquí , porque sin saber cómo, repito la melodía una y otra vez. El segundo movimiento, Andante, del trio in A minor ,114 de Brahms para clarinete , piano y cello.  Cae sobre mí, una y otra vez como lluvia, así sin esperarlo. Y mientras  en un momento quiero  aprender a tocar el clarinete para disfrutar aun más de su belleza, en otro quiero tocar el piano, o el cello,  o todos a la vez, en un sueño imposible. Interpretado por primera vez el 24 de noviembre de 1891 en Meiningen, por el propio Brahms al piano, y con el virtuoso clarinetista  Richard Mühlfeld, y Hausmann al cello, consiguiendo un equilibrio sonoro muy complicado entre instrumentos de viento y cuerda. Según los críticos musicales, es de una inspiración contenida, con momentos de pasión entre sombríos latidos. Moviéndose entre  el penar y el consuelo en medio de los intercambios melódicos del clarinete y el cello con el piano arpegiando y completando cada frase musical, cada idea.

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Y  comienza a llover y las yedras del muro de casa se llenan de miles de gotitas que resbalándose van lentamente cayendo.  Las carnosas hojas de las Echeverias de la terraza, las hojas enrojecidas del haya de la pradera, las gotitas que de los tilos se lanzan, las prímulas caladas y transparentes. Lluvia  verde que cae sin parar a un ritmo misterioso pero tranquilo y un sonido bellísimo que conmueve a todo el que se para un rato a contemplar la pradera.

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Movimiento y agua sobre movimiento y sonido, fundidos sobre mí en color verde yedra. Sobre mi, que tranquilamente me dejo llevar y mojada disfruto del momento. Mirando lo que pasa , el ritmo, el color y la lluvia, como nos cuenta John Berger en este texto de su ensayo “Algunos pasos hacia una pequeña teoría de lo visible”. Será posible, me pregunto descifrar su cadencia y ritmo,  y escribir sobre ellas , gotas de lluvia, una partitura, una poesía, una canción.

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» Estás tumbado al sol en la hierba. Sobre ti hay un haya. Una ligera brisa mece las ramas más finas y agita las hojas. Desde lejos, este movimiento constante de las hojas parece nieve verde cayendo delante de la superficie verde del árbol, igual que en tiempos parecía caer nieve plateada delante de las pantallas grises de los cines.

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Con los ojos semicerrados miras hacia arriba. Los tienes semicerrados porque estás mirando fijamente. Una rama se prolonga más que otras. Es imposible contar las hojas que tiene. El cielo azul que ves a través y alrededor de estas hojas es como el papel blanco entre letras y palabras. Parece que su distribución contra el cielo no es arbitraria. Te preguntas de pronto si no será posible explicar su secuencia como uno puede explicar la secuencia de las letras y de las palabras en un libro. Entonces descubres una imagen, que, como un buen profesor, da dirección a tus confusos pensamientos. Para poder llegar a existir, te dices a ti mismo, todo debe traspasar el centro mismo de la diana. Todo lo que no logra dar en el centro sencillamente no existe. Pero a menudo las palabras de un profesor se tornan decepcionantes cuando desaparece. Así que vuelves a intentar comprender por qué puede decirse que esa rama representa la totalidad de la primavera… Pensado así es posible que seas un filósofo, pero no creo que seas un pintor».

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Y si, tengo los ojos semicerrados para que lo que miro, permanezca un poco tiempo mas, persiguiendo siempre la silueta , la de la gota que rauda corre muro abajo, entre hojas mordisqueadas por los caracoles que siempre viven cerca de la puerta de casa. Y también como dice John,  pienso que todo lo que no logra dar en el centro no existe, esta lluvia habita, sin duda para mí, que mojada hasta los huesos me siento, como hoja de hiedra salpicada de lluvia, ozono y luz. John  Berger es un critico de arte, pintor y escritor de difícil definición, entre ensayista y poeta . Largas frases al modo de Proust, y la sensibilidad de un artista especial, con una profundidad de mirada que  trasciende la realidad, llevándonos a círculos de pensamiento concéntricos alrededor de la belleza, siempre en su busca. Y  encuentras una imagen, profesor de tu pensamiento, que es capaz de en si misma, fundir la primavera, la lluvia y el cielo, el amor y la vida que verde desde las  gotas  de las hojas  de este haya mágico, se desploman sobre mi. Rachear su camino con mi aliento quiero,  como las gotas al estamparse contra el cristal del salón, sobre la rugosa corteza de mi piel, así en movimientos y frases dignos del mismo Brahms.

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Y cuando meditas un rato , sumergida en esta melodía, tienes ganas de formar parte del concierto que a tu alrededor se va poco a poco organizando, pasas de la placentera actitud de sentir la lluvia y mojarte a querer llevar la melodía de alguna de las estrofas que  Brahms compuso. Una melodía llena de melancolía y ternura como la lluvia, con gotitas que miran siempre al infinito del que nacen,  y que contra nuestro cristal se chocan  dejando “ divinas heridas de diamante”.Tienen las gotas, un vago secreto de ternura,.. así hablaba Federico. En un besar azul que recibimos y que nos preña de frutos, de ilusiones y proyectos. Gotas que desde el infinito nos miran y que muchas veces cuando se chocan contra el cristal,  en tristeza mueren. Son poetas de agua vestidos, chorreando cielo , chorreando en nuestro cielo.

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LLUVIA . Federico García Lorca.



La lluvia tiene un vago secreto de ternura,


algo de soñolencia resignada y amable,


una música humilde se despierta con ella


que hace vibrar el alma dormida del paisaje. 

 



Es un besar azul que recibe la Tierra,


el mito primitivo que vuelve a realizarse.


El contacto ya frío de cielo y tierra viejos


con una mansedumbre de atardecer constante. 

 



Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores


y nos unge de espíritu santo de los mares.


La que derrama vida sobre las sementeras


y en el alma tristeza de lo que no se sabe.

 

El amor se despierta en el gris de su ritmo,


nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,


pero nuestro optimismo se convierte en tristeza


al contemplar las gotas muertas en los cristales. 

 



Y son las gotas: ojos de infinito que miran


al infinito blanco que les sirvió de madre.

 

 

Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio


y le dejan divinas heridas de diamante.


Son poetas del agua que han visto y que meditan


lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.

 

 

¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,


lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,


lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,


la que llorosa y triste sobre las cosas caes! 

 



Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,


tristeza resignada de cosa irrealizable,


tengo en el horizonte un lucero encendido


y el corazón me impide que corra a contemplarte.

¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman


y eres sobre el piano dulzura emocionante;


das al alma las mismas nieblas y resonancias


que pones en el alma dormida del paisaje! 


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Y con John vuelvo a coincidir esta mañana:  una rama muestra la totalidad de la primavera, cuando, lejos de ser una rama más, una lluvia más, un conjunto de gotas que sobre mí resbalan, son las gotas que verdes arraigan en mi jardín, en mi imaginación . Quiero como John dibujarlas en un papel,  un poema rimar, interpretando al piano un precioso trío de Brahms, …mientras la belleza nace y se concentra ahí, avanzando  tranquila sobre el cristal. Das al alma  las mismas nieblas y resonancias que pones en el alma dormida del paisaje, mientras tranquilamente llueve.

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