Entrelazados,… flores que dibujan paisajes interiores.
Los floristas siempre buscamos representar en nuestros arreglos un trozo de naturaleza, mostrar la vida verde que a nuestro alrededor observamos. Una pradera con sus hierbas dirigiendo su mirada a la luz, una rama seca de la que brota una mata de flores entre las cortezas, el reflejo de un grupo de ranúnculos flotando sobre el estanque,…
Pero cuando con flores queremos expresar ideas, sentimientos, vivencias personales, cuando utilizamos su forma, textura, color y aspecto para expresarnos, entonces estamos haciendo una pequeña criatura de arte floral toda vestida. El paisaje que queremos mostrar es nuestro propio sentir, aquello que hunde la almohada cada noche, aquello por lo que nos conmovemos hasta llorar al contemplarlo y vivirlo.
Así cuando esta mañana lancé un grupo de Agapanthos, Alliums, Hortensias, Astilbes y Liatris sobre la mesa del taller, y fui poco a poco entrelazando sus tallos, lo que realmente quería mostrar era un poco lo que por dentro de mi interior sentía. Tallos que se cruzan en un tejido del que es difícil saber dónde comienza o termina cada uno, donde la belleza del tallo de un Agapanto, su porte tan robusto casi como un bastón en el que sujetarse, se entrelaza con la ligereza tan tierna y vulnerable de los Astilbes, que como plumas florales aletean.
Muchas veces siento que mi vida no es sólo mía, que atravesada de tantas personas, vivencias, sentimientos y experiencias, está entrelazada, casi cosida. No puedes elegir no impresionarte por lo que te ocurre, decir en un momento, conmigo no va esta luz que sobre los pétalos se desploma, la belleza relumbrante de una corola, el sutil olor a tierra que de los troncos emerge.
Trenza mi vida, como si fuera de humo
y sobre el aire en nubes se dibuje
rallandose entre los cables, sobre las casas,
sobre el monte aquel que en grises se lava.
Trenza poco a poco mis pies, los cordones
sobre los dedos, recorriendo musgos,
pisando cortezas que secas en polvo
de plata al aire se lanzan, cosidas en hilos
Mira cómo todo lo transformas, el azul
en los pétalos se duerme, arropado entre
la sal que sobre la escena desciende, arañando
la piel de los dedos, la herida y el dolor.
Cómo puedo trenzar cosas tan desiguales,
el poso que en raíz hacia las margas desciende,
el planeo de las sombras entre matas de cantueso,
la libélula que mariposa en agua se transformó.
La mañana está toda diluida en cielo,
el azul sobre el verde se matiza, fundiéndose y
una mancha sobre la brocha rauda
avanza, ¿ dónde quieres imprimir todo esto?
Trenza mi interior como en una celda,
atenaza de vida cada giro del pie desnudo,
cada curva del paseo este que parece
que por la vereda, avanza.
Creo que hoy he abierto una nueva puerta en mi evolución como florista y como persona, al descubrir que no avanzo sola, que entre tallos y corolas puedo ver cómo mi vida discurre, sintiendo entrelazadas tantas cosas. Como ese sonido que de tecla a tecla salta, las Variaciones Goldberg, BWV 988 de Bach, interpretadas por Glenn Goud. Los sonidos se pegan a los dedos y el interprete parece que siente esto mismo que yo, que la melodía, el tempo, los contrapuntos enredándose unos en otros nos atraviesan. Dónde termina Glenn, y dónde comienza el sonido, dónde está Bach cuando lo oímos y parece que cose nuestros oídos y penetra hasta ese lugar profundo de nuestra alma. Ese lugar atravesado, tejido y entrelazado por tantas cosas, personas, sonidos, … lecturas, partituras de Bach, flores que silvestres por allí crecen. La vida.
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