EJERCICIOS DE CONTEMPLACION EN EL CAMPO EN SEMANA SANTA
Muchas veces cuando veo que se van acercando los días de Semana Santa me invade un sentimiento muy complejo lleno de muchos otros, como una argamasa de distintas cosas. Probablemente el mas acentuado tiene que ver con mis creencias y mi fe, el hondo sentir de la primavera que como Pascua llega a la vida tras un doloroso proceso de dolor, sufrimiento, soledad, incomprensión y abandono. Un camino a la muerte que abre la puerta a la vida verdadera. Creer que todo esto que pasó en la figura de aquel joven judío llamado Jesús, nos marca un camino a todos sus amigos, nos va ayudando a comprender nuestro propio proceso de muerte y vida, de fin del invierno y de la primavera que nace llena de brotes.
Llena de deseos de vivir esto, me marché al campo, sabiendo que la naturaleza me iba a ayudar. Morir a tantas cosas de mi que no me gustan y sobre todo allí me acercaba para, dejando al silencio y al tiempo en toda su amplitud, mirarme por dentro de manera honesta. El campo estaba realmente impresionante, despuntando a la primavera en los brotes de los fresnos y alisos, los prados encharcados que en algunas pendientes se vestían de Jacintos o de botones amarillos de los Narcisos, las Escilas comenzando a florecer en los cercados, las Violetas arrancando a mostrar su tímido olor, los primeros Eremurus, y las flores de las Prímulas se volvían a pintar, entre los capullos de los Geranios silvestres, el porte elegante de las Aguileñas. La garganta bajaba a toda prisa y envolvía mi silencio en una verdadera música, como una sinfonía de agua y de velocidad. La familia volvía a la vida sencilla del campo, a fregar en la pila de piedra y a cocinar bajo la claraboya de la casilla.
Sentí de manera instintiva que tanta belleza me quería marcar, dejar en mi su huella, que tenía que ir tras ella abriendo los sentidos a tope, dejando el pensamiento discursivo, la mente con todo su entramado mundo de pensamientos, sentimientos, anhelos, miedos, ansiedades, problemas, aparte, lejos de esa naturaleza increíble que se me ofrecía como regalo. Dejar a los sentidos su trabajo, y frenar en mi entrenamiento meditativo, dejando a un lado por primera vez en mi vida adulta los libros y la música. Poco a poco lo iba consiguiendo, con paciencia. No es fácil dejar a un lado la mochila toda llena de pensamientos y sentimientos aparte. Me costaba por momentos, y en otros me sentía muy feliz, liberada.Como una mariposa de las que por allí volaban, me dejaba caer, de una flor, a una hierba,…
La increíble sensación de todo lo que me rodeaba, iba siendo mi maestro y mi guía. Lejos de mi lanzaba hasta las oraciones que habitualmente llenan mi vida, las ideas y los propósitos, libros, análisis, estudios. El ruido tan musical y a la vez profundo de la garganta parecía que llevaba en su trajín de gotas, espuma y rocas chorreando, el agua hasta mi interior y que calaba profundamente por dentro, me refrescaba, y sobre todo me limpiaba. El agua se mezclaba con la suave brisa primaveral, y movía las hojas secas de los robles que a la puerta de la ermita se arremolinaban, y que con su barrido me llevaban también a mi entre ellas. El verde brote de los castaños se abrían tan dentro que hasta podía sentir el hondo quejido del dolor, de aquello que nace en un cuerpo envejecido por tanta dureza y rigidez.
Estaba en otro lugar al que nunca antes había ni soñado, y todo estaba impresionantemente dentro de mi. En apariencia yo estaba allí, sentada simplemente en actitud de escucha de todo, en términos coloquiales podríamos decir que sin hacer nada. Pero esto desde luego, os comparto, no es así ni mucho menos. Si dejamos a la naturaleza su verdadero poder, nos abrimos a todo aquello que nos regala en este santuario vivo y lleno de amor, nos encontraremos con la puerta del mismo y podremos oír cómo el aire que mueve todo nos invita a pasar muy dentro.
Las horas pasaban tan lentas en apariencia como fugaces en mi corazón, como en una cadena de momentos dichosos que te hacen sentir que ya no puedes mas con tanto, que lo que se regala es demasiado para ti. Al pasar a contemplar todo, a sentirme mirada y empujada, llena de agua que entre rocas arrancaba todo por dentro, por primera vez me empecé a ver de manera diferente. Recordé a Teresa de Jesús, y ese consejo de ir por el camino del » conocimiento de si», una sugerencia que cambió de sentido, pasó en un momento de ser algo que yo podía conseguir por mi misma a ser un regalo. !Un regalo de verdad! Me he mirado muchas veces por dentro, pero sólo cuando realmente mi actividad meditativa frenó y dejé que lo que me rodeaba me mostrara lo que quisiera, entonces sentí este regalo de verme así. Y realmente, lo que vi, y aún sigo viendo, tiene muchas cosas, como capas, hojas, hilos, madejas y barros que no me gustan nada.
Y comenzó en estos días la vivencia de la Pasión del Señor, porque me vi tan llena de cosas que debería arrancar, pulverizar y dejar al margen, que realmente sufrí y sentía dolor profundo. Un dolor que por primera vez se mezclaba con el disfrute del momento, era como si desde la cruz se me dijera » disfruta» en vez de » llora y sufre por tu traición». Repetía sin poder parar estos versos del Cántico de San Juan de la Cruz. Eran como un mantra para mi, como las cuentas de un nuevo rosario:
» Gocémonos amado,
y vámonos a ver en tu hermosura,
al monte y al collado
do mana el agua pura,
entremos mas adentro en la espesura.
Todo así , en esta pasión llena de entrega y gozo, remueve el corazón mucho mas. El amor, la dicha del momento, se mezclaban con el deseo de cambiar, de morir, de ser un poco mas digna de tanta belleza, de la naturaleza que me rodeaba, de la familia tan amorosa que esperaba a que hiciera la comida, de las procesiones, las torrijas, y la vida que en todo se filtraba.
El silencio y el tiempo al dejarlo abierto en nuestra vida, mas que ser tiempo perdido, poco productivo, es realmente forjador de vida y de verdad. Vivimos en una vida en la que parece que hacemos todo lo posible por vivir fuera de nosotros mismos. Podemos estar años, incluso decenios sin darnos cuenta, no dejando la puerta abierta a nuestra propia humanidad, a aquello que nos define como personas. En este camino, que desde luego precisa de estar muchas veces en silencio, y dejar que el momento nos envuelva con los sentidos finos, la mente quieta y el corazón entregado, encontramos nuestro equilibrio. Estar todos los días un ratito así, entrenarnos en esto, como hacemos en otras muchas cosas de la vida, para poder encontrar nuestro verdadero lugar viéndonos como somos con los verdaderos ojos del corazón, esos que nos miran de veras.
La Pascua llegó iluminando mi interior como nunca lo había hecho. La vida espiritual está llena de emoción, amigos, y no deja que un momento se pueda confundir con otro, ya que tratando de lo mismo, se llena de colores muy diferentes, de nuevos olores a primavera, la tierra llena de barro y de hojarasca se va convirtiendo en pradera florecida al sol. Es diferente porque yo soy diferente en cada día de mi vida, voy avanzando por ella, a veces tropiezo, me equivoco, confundo cosas, y otras encuentro nuevas rutas por las que parece que me van llevando.
Ahora que ya estoy en mi trabajo diario en la floristería, en la empresa y en medio de todo el trajín de llevar mi casa y familia, siento que el regalo de esta Pascua debo no dejar que se vaya llenando de polvo y de verdín. Volver cada día un ratito a ese lugar increíble que se abre dentro, a encontrarme conmigo y a ir afinando los sentidos para empezar a ver, oír, sentir, acariciar, ayudar a los demás. La actividad contemplativa es así un nuevo entreno para la vida diaria, para ser mas permeables a las necesidades, el amor, la ternura que los demás nos dan y que nosotros queremos también entregar.Y además todo lo vivido siento que me ha abierto realmente el corazón, si, ha sido así. Estuve en la puerta de ese santuario interior de lo natural de mi existencia, y la Pascua floreció ante mi rasgando todo como la rama que se abre en el brote. Entonces como esa otra María que tenía también el corazón pillado, siento que debo salir por ahí a contar estas cosas, a compartirlas con todos, y a volver cada día a esta Galilea tan hermosa con su santuario interior, cerrando los ojos del cuerpo y abriendo los del corazón.
Feliz Pascua a todos.
Os recomiendo la lectura de estos libros , en este nuevo camino, para empezar a entrenarnos:
» El libro de la vida» de Teresa de Jesús.
«El Cantico Espiritual «de San Juan de la Cruz.
» Ejercicios de contemplación» Franz Jalics