Llevamos desde el mes de marzo metidos en casa, la pandemia nos ha cerrado la puerta. Nuestro hogar ha pasado de ser un lugar de tránsito entre quehaceres laborales, familiares y sociales, a convertirse en nuestro castillo, y aquí estamos tomando posesión de cada rincón, de cada territorio.

Natsume Soseki es un conocido y aclamado autor japonés, que además de cultivar el haiku, escribió una novela considerada por el publico nipón como nuestro Quijote, “ Kokoro”. La dedicación al haiku conlleva una nueva actitud ante las pequeñas cosas de la vida para darlas el verdadero sentido que tienen, como pequeños espejos del cielo, como muestras de Dios en las cosas diarias. Un día escribió este haiku que parece que podría haber salido de nuestras casas en estos días de confinamiento “ Sin decir nada, el niño/ ve un ciruelo a lo lejos/ y lo señala.

Cuando entramos en nuestro castillo familiar y reforzamos los candados, los prunus-ciruelos de Ávila estaban en flor. Desde la ventana mirábamos a lo lejos, aprendiendo a disfrutar en la lejanía de lo que normalmente está sobre nosotros. Los niños, como dice Soseki, miraban por las ventanas dejándonos un momento tan elocuente como difícil, conteniendo las carreras con los amigos, las pachangas en el patio, las clases y los deportes. Duras situaciones que se han convertido en maestras de algo que no se enseña en los colegios, la contemplación, la calma, el silencio y la soledad.

Captar las cosas pequeñas de cada día, mirarlas, disfrutar con ellas y agradecer cada detalle, es una de las lecciones que aprendemos en esta escuela nueva de cada casa- castillo interior. Poder organizar un cajón reencontrándome con cosas que me hablan de mi vida, regalos que me hicieron con tanto cariño, viejos pañuelos bordados metidos en sus cajitas, las láminas dibujadas, los alfilereros, las plumas estilográficas, los plumines con sus cartillas de caligrafía… Volver al mundo que abre en mi corazón cada pequeña cosa de mi vida, es viajar arriba y abajo por mi existencia, dando gracias por tanto como me ha dado.

Edith B. Holden, vivía apegada a lo que cada día le iba regalando, recogiendo en un diario al estilo victoriano, cada flor que se abría la lado del camino, el canto de un arrendajo sobre el grosellero, el movimiento del aire serpenteando las vaguadas floridas de su casa en Solihull, Gran Bretaña, a principios del siglo XX. Cada día iba a ver lo que le regalaba el momento, abriendo cada regalo pequeño que si no lo desempaquetaba, se iba a morir en el rincón del olvido. Tanto es así, que murió en una crecida del rio mientras seguía el movimiento de una rama, después de haber dejado puesta la mesa para la cena en casa. Me gusta leer estos diarios de personas que viven los momentos y los dan su verdadero valor como muestras de lo eterno que se nos regala. Aunque el momento al final sea difícil, aunque la muerte y la enfermedad nos azote, las pequeñas cosas de la vida nos van abriendo las puertas de lo eterno y de la verdad.

En estos días sólo había una noticia que abarcaba todo, y el resto de las miradas han estado centradas en casa. Hacer los puzles que estaban arrinconados en el baúl, intentar hacer un bizcocho o un pan, tocar el piano, bordar un mantel, escribir, dibujar, esculpir, leer… Disfrute, entretenimiento y sobre todo escuela de lo que soy. Te replanteas tu vida mirando lo que realmente importa, y el desarrollo de ti mismo en tantas facetas que hemos ido olvidando y desterrando por el exceso de trabajo, el ritmo de las obligaciones, muchas de ellas autoimpuestas, que han dejado aparte, muchas veces , el equilibrio personal, la fuente del bienestar, el tiempo para ser realmente lo que soy, y entregarme a estas pequeñas cosas que se me regalan, agradeciendo cada una, viviendo mi vida en plenitud.

Dios está en las pequeñas cosas que me rodean, hasta cuando las iglesias han cerrado temerosas de la pandemia, mi casa se ha convertido en un templo, mostrándome algo que intuía, que sólo en el amor está lo divino, y que esto se encuentra en los gestos y actitudes, en las pequeñas cosas de cada día.

 

2 comentarios
  1. Lourdes Álvarez
    Lourdes Álvarez Dice:

    He disfrutado leyéndote y te he reconocido.
    Exacto, el confinamiento nos ha dado el tiempo, dentro de “nuestros castillos” para disfrutar de nuestras pequeñas cosas. Muahhh

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    • mangeles1964
      mangeles1964 Dice:

      Qué gusto tenerte aqui!!! Las pequeñas cosas de cada día son las que nos ayudan en estos días de confinamiento tan duro.

      Responder

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