Vacaciones en el campo, meditando con San Juan de la Cruz en familia
A mis hijos Santi, Brianda, y Mencía
Llegan los días de vacaciones y desde hace ya muchos años, nos dirigimos al campo cargados de chanclas de agua, bañadores, cremas protectoras, partituras, libros, cuadernos, perros, piensos, cajas para recolectar frutas,… Mas que ir al campo, lo que realmente hacemos es volver a él. A nuestra verdadera casa.
Este año decidí llevar sólo un libro, y dejar que nos acompañara en el verano, me refiero al Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz. Quería leerlo en profundidad tomando tiempo entre cada palabra, dejando que cada una volara por donde quisiera.
Desde hace años, cuando mis hijos invitan a algún amigo a pasar estos días con nosotros, siempre saben que tienen que pasar por una especie de rito familiar, leer para todos en voz alta y lentamente el Cántico.
¿Adonde te escondiste,
Amado y me dejaste con gemido?,
como el ciervo huiste,
habiéndome herido,…
Comencé a seguir al santo en todas las cosas que iba entendiendo y aprendiendo: lo primero quizá fue el descubrimiento del fondo profundo de cada palabra. Cogerla, abrirla y dejarla libremente volar. Abrir las Sagradas Escrituras por donde va planeando, y ver sorprendida que por donde viaja es por mi interior.
Como en tantas cosas de la vida, la naturaleza y su contemplación nos empujan a comprender de manera intuitiva y sensorial. Una tarde iba dando un paseo en medio de una ladera llena de mentas florecidas, el sol iba ya cayendo y un montón de mariposas volaban alrededor. Una de ellas, bellísima estaba posada tranquilamente sobre una ramita. Me quedé mirándola tanto rato que pensé en hacer una foto para recordarla. Y no se movía, estaba allí, la tomé en mi mano, se veía como una joya exquisita. Estuvo un momento y luego majestuosamente, al menos para mi, se marchó volando. Sentí que lo que nos cuenta Juan tiene mucho que ver con ella, que el instante que estuvimos juntas fue suficiente para recordarlo, que para disfrutar una mariposa, su colorido , su planeo sobre las mentas, tienes que estar también tu en el suelo, con una actitud de contemplación y espera. Dejando que vaya sola volando por ahí.
Y es curioso cómo somos:pretendemos siempre referir lo vivido a los esquemas mentales que sobre cada cosa de la vida tenemos. Usamos los mismos adjetivos: bella, multicolor, suave, elegante, tierna, y dejamos cada experiencia dentro de esas coordenadas. Hacemos lo que ella no hace, quedarse encajada en un lugar. Ella, lo que hace es volar, y dejar que mi mirada en ella descanse y se maraville. Había leído siempre al santo de manera muy poco intuitiva, y vi que cada una de las cosas que pone te llevan a dejarlas volar libres y ver por donde planean, lejos de moldes de cualquier tipo.
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Que una lectura te rompa los moldes de tu pensamiento es algo muy potente, sobre todo si ya tienes unos años.Y esto siento que ocurre cuando esas palabras lo que hacen es reforzar el verdadero sentido de la libertad interior. Así pasa cuando te acercas a Juan y vas poco a poco dejando libres los pensamientos que bajo su lírica tan brillante, se esconden. Tengo esa sensación de que todo por dentro de mi es ahora una especie de puzzle y que estas lecturas lo han llevado todo bajo una lengua de aire a volar por ahí. Es ese vientecillo que sopla dentro de nosotros el que nos voltea y el que en determinados momentos va componiendo cada pieza casando con las demás, provocando que sintamos a veces que todo lo planea así y que nuestra existencia está trabada, que en cada momento ocurre aquello que quiere que ocurra. Es complejo todo, pero a la vez es así y configura el vuelo al que a veces se nos empuja, como a mi este verano en medio de la vida familiar, las cosechas, las cacerolas llenas de pisto, y las largas charlas al fresco.
Desde que leo a Juan tengo esa sensación de ser realmente un ser valiente. Es como si él, al desmontar todo mi mundo interior con su palabra, me diera la valentía que muchas veces he creído no tener. Nada amarra a nadie que no se deja atar, sobre todo porque es en el fondo de su ser espíritu y amor, habitado por él, el Amado de cada uno de nosotros y se nos da así, lleno de luz interior.
Las vacaciones siempre son momentos para el crecimiento personal, nuevas oportunidades de descubrir otros mundos, paisajes, terrenos, personas, y también son únicos para emprender con valentía estos viajes interiores, yendo de la mano de amigos como Juan que no nos dejan solos nunca. Él en vida fue un verdadero maestro de vida espiritual, que acomodaba el camino en la vida de la fe a cada persona, a su paso y velocidad, a su distinto paisaje interior. Solía meter en los bolsillos de sus amigos pequeños papelitos con dibujos que les hicieran reflexionar, versos llenos de amor y pasión hacia su Amado Jesús, pequeñas notas muy personales y basadas en cada ser. Él que recorrió miles de kilómetros por los pedregosos caminos de España andando a pie y descalzo, cuando después de una larga caminata llegaba al convento que lo acogía, volvía agotado pero feliz a irse al campo que rodeaba el lugar para encontrarse con el amor, tomar fuerzas y sobre todo para mirar dentro de sí la gruta oscura habitada que hundía su ser en el cielo mismo de su Señor.
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando,y eras ido.
Los días despojados de rutinas, dejando sencillamente a las horas que vayan pasando se convierten en un verdadero remanso de vida. Veo cómo me complico muchas veces con cosas, sentimientos, actos que lo único que hacen es enredarme y que en estos días, leyendo a Juan descubro donde está la fuerza liberadora de todo: descubro que está en mi, en vosotros, en cada uno de nosotros, en el interior. Esta dentro pero está escondido, y para encontrarlo tenemos también nosotros que escondernos, …. escondernos dentro de nosotros. Ahora el silencio y la paz de estos días ayudan mucho a caminar por este nuevo camino interior, y le pido a la vida que me ayude también a encontrar todo esto en el ritmo diario lleno de trabajo, preocupaciones y horarios. Porque es allí donde está realmente el suelo de este lugar interior: la vida de cada día, como dice Juan, al final nos van a examinar sólo del amor.
Espero que estas vacaciones familiares os llenen hijos de energía y de paz, que quede en vosotros el poso de la naturaleza hermosa y vigorosa que se os regala en cada paso. Leyendo a San Juan encontramos, hijos, el camino a casa. Siempre encontrareis allí el camino, dentro de vosotros.
Os dejo una música mágica y divina, de Brahms, nota a nota, sonido a sonido se va posando en nuestro corazón. En la interpretación de un grandísimo pianista, Arthur Rubinstein.