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En estos tiempos donde prima lo digital en ocio, trabajo y relaciones interpersonales, me siento naufragar muchas veces, como si estuviera con los pies sin asiento en medio de un mar oscuro. Y vuelvo a anclar la mirada, a tocar, sentir, oler aquellas cosas que me enseñan, me consuelan, llenan mi vida de verdad y de vida. Libros con su olor tan característico en los que volver una y otra vez a los párrafos y capítulos favoritos, anotando ideas, dejando que todo quede ahí como testigo de tantos buenos ratos. El libro como un todo en si mismo, abriendo las puertas a lugares lejanos que comienzo a visitar, la belleza de sus hojas, los cantos y la edición, las láminas que hacen a los ejemplares únicos, bellos y llenos de rotundidad porque son y no porque parecen ser, reflejados en la pantalla de los ordenadores y los móviles. Porque los cojo y me pesan entre las manos, ocupan lugar y este es verdadero.

Los libros digitales como otro montón de cosas, películas, series, música, conversaciones, ideas, relaciones, se van volando en un momento presos de una actualización, el desfase de los soportes, un cambio brusco de presión, y comienzan a volar, dejándome una sensación de vacío y de soledad. Como esas imágenes de orientales que viven con un espectro de amigo, novia o sirviente en el salón.

Y todo se hace virtual, y siento que este momento de pandemia me empuja aun mas a este nuevo espacio, lleno de reuniones virales, trasformando las plazas, parques, bares y salones en la soledad de una pantalla que me lanza lejos de los demás. Falta cercanía entre nosotros y lo que me preocupa es que no sé si volveremos a abrazarnos y besarnos como antes, o si este camino lleno de pantallas viene ya para quedarse y aislarnos en casa, lejos del contacto real.

Todo esto cuando lo analizo me preocupa mucho. Estamos todos dentro del dominio de una nube digital, donde nuestras neuronas se van confundiendo con los circuitos de la red que va entrando por dentro modificando nuestra capacidad de decisión, hasta en los sueños todo esto repercute.

Dejamos nuestras relaciones en las redes sociales pensando que tenemos muchos amigos, y que nos comunicamos continuamente con ellos, y son los propios Ceos de las grandes compañías como Facebook, Twiter, WhatsApp, los que nos hablan de su trabajo en nuestro cerebro, siendo hackers de nuestro pensamiento, deseos, relaciones, como comenta Chamath Palihapitiya, que con Mark Zuckerberc construyó la red de Facebook del 2007 al 2011.  Chamath se encuentra ahora en el lado de las personas que conociendo lo que han hecho, se lamentan profundamente de su trabajo, y son verdaderos objetores de conciencia. La utilización de corazones y pulgares hacia arriba que fomentan el aumento de las endorfinas creando verdaderos procesos de dependencia al modo de las drogas mas conocidas. Los hackers ahora están en estas tareas, entrando a controlar nuestras neuronas.

Frente a todo esto, tenemos una herramienta muy fuerte que debemos aplicar desde ahora mismo. La herramienta del  “no”, para salir de la adicción y volver a ser las personas que realmente somos. Hacer un ayuno de esta nube que nos oprime, al menos alguna vez al mes. Así podremos disfrutar de los libros, de las plantas, de la música, las charlas con los amigos, los cuadernos, la escritura, los pinceles, las recetas de cocina.

Me imagino un futuro muy distinto a lo que quieren que vaya acostumbrándome. Sociedades mas cultas y comprometidas con el medio ambiente, responsables y solidarias con los que tienen menos y están menos preparados. Ayudándonos entre todos, hablando y sintiéndonos cerca, lejos de ser meros conejillos de Indias de desalmados con muchos masters y muy poca ética personal.

El futuro comienza ahora mismo, y voy a empezar a hacer ayuno de muchas cosas que me sientan muy mal y con las que no quiero vivir mi vida. Volviendo en este bucle vital a fijarme en lo concreto y tangible que ponga mis pies y mi cabeza en el suelo de la realidad y de la vida.

 

 

 

 

 

JUAN DIEGO FLÓREZ, Sinfonía de humanidad.

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El pasado martes 4 de octubre el Teatro Real de Madrid se puso en pie para aplaudir y ovacionar al admirado tenor peruano Juan Diego Flórez en una gala benéfica patrocinada por Telefónica, presentado por Mario Vargas Llosa, en la que conmemora sus veinte años de carrera, recorriendo los teatros mas importantes de todo el mundo.

Aplaudimos a un tenor único, considerado como sucesor de Pavarotti por el mismo cantante italiano, cuando le conoció en una cena entre amigos en Pésaro, y a los postres el manager de Juan Diego, Ernesto Palacio le animó a interpretar así “ a cappella” una de las arias mas complicada para un tenor ligero de todos los tiempos, “ Ah, mes amis” de la ópera La fille du régimen de Donizetti con sus famosos nueve dos de pecho. Unas notas estratosféricas para un tenor, que él con su voz única y con su depurada técnica vocal, hace de manera tan sencilla que parece fácil, como para poder cantarlo a los postres de una reunión entre amigos, como la de aquel día.

Juan Diego mostró el martes en la elección e interpretación del programa, lleno de arias tan difíciles, como bellas y especiales en su carrera musical, su interés por esta gala, y por el trasfondo de la misma, su dedicación social de ayuda a los niños y jóvenes peruanos con pocos recursos económicos, sociales y de oportunidades, a los que con su Fundación “ Sinfonía por el Perú”, abre una nueva perspectiva vital, familiar y social.

La primera parte se abrió con un valiente grito de amistad y de confianza en su capacidad como tenor de primera línea, interpretando la complicada aria de la Matilde di Shabran “Alma Rea”, aquella con la que se lanzó al ruedo de la ópera de Rossini, en 1996 sustituyendo al tenor que iba a cantarla en el Festival de Pésaro cuando era tan sólo un joven veinteañero, recién terminada su formación en el Instituto Curtis de Filadelfia. Desde la butaca los espectadores veíamos como su voz empezaba a lanzarse al ruedo-teatro, y él como un acróbata-tenor, en sus endiabladas melodías, llenas de coloraturas y todo tipo de adornos vocales, así al empezar.

Cogió el bólido de su voz, llena de empuje esa noche, para interpretar los duos rossinianos de Le Comte Ory, “Ah, quel respect , Madame,” con la soprano valenciana Marina Monzó y el de “ Tutto è deserto,…” de la Cenerentola con la mezzo francesa Karine Dashayes, para terminar con el acelerón que provoca siempre su interpretación de “Cessa di piu resistere del Barbero de Sevilla. Cuando se refiere a esta última pieza, Flórez suele comparar el ritmo trepidante que la voz tiene que marcar, con la conducción de un coche de carreras, que lleva acelerado todo hacia el final, y en el que el cantante se juega mucho, por la dificultad de cada compás y deja al espectador en una especie de baño de adrenalina musical.

El público del Real poco a poco iba estando cautivado por el tenor, acompañado esta noche de la Orquesta Sinfónica de la Islas Baleares dirigida por su amigo Pablo Mielgo, con el que comparte escenario algunas veces. Lo que realmente nos dejó a todos emocionados fue la conexión con Perú en directo, oyendo a los niños y jóvenes de su Fundación tocando y él cantado desde el escenario de Madrid. Sus caritas de emoción y de orgullo por su trabajo con un instrumento en las manos que se convierte en la llave para el cambio personal y familiar de miles de personas.

La música, explicaba Juan Diego, cuando se interpreta comienza su andadura dentro del alma de las personas, tiene ya por tanto su propia vida, y vamos viéndola planear sobre y dentro de nosotros, nos provoca disfrutarla viendo como coloniza nuestros sentidos, queremos compartir con todos su belleza y se convierte también en instrumento de cambio social, en personas de hondo calado humano como él.

Cuando comenzó a cantar el íntimo y profundo aria del Orfeo de Gluck “ J’ai perdu mon Eurydice”, recordé su interpretación en este mismo teatro hace ya bastantes años, y poco a poco sentí la suerte de haber estado oyendo por tantos teatros del mundo, las óperas que hoy forman parte ya de su historia personal, de las de sus oyentes también y que son desde luego, parte de la historia de la música clásica. Un cantante único que ayer nos mostró su verdadera personalidad en el escenario. Tan cercano se mostró, que terminó con una guitarra cantando canciones peruanas y boleros, haciendo que el público entonara con él algunas estrofas. Nos dejó ver su verdadera personalidad y que detrás de esta voz sublime y bellísima de tenor ligero, hay un hombre sensible y comprometido con su país, que ha querido Josecompartir con los mas desfavorecidos la oportunidad que la vida le dio a él hace años, cuando salió de su país para fraguar la carrera de un cantante que ya es sin duda un ídolo vivo del “ Bel Canto”. Ayer tras el primer acto decíamos en los corrillos del Real,… “Ah, Rossini for ever”…. , y al final tenemos que reconocer que el “ for ever “ es ya Juan Diego y su carrera llena de brillo, de “champagne” según Placido Domingo. Felicidades, maestro por veinte años de carrera,… Ah, mes amis, quel jour de fête!!!!

www.mariaangelesalvarez.es

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