Sigue el movimiento… meditación con flores en enero.
SIGUE EL MOVIMIENTO.
Meditación con flores en enero, en medio del Concierto de Flauta de Cécile Chaminade.
Estaba el otro día de visita turística con la familia en Praga, la navidad parecía como fondo aunque ya estábamos en los primeros días de enero. La noche se descolgó sobre la tarde y al entrar a un concierto en la iglesia de San Nicolás de Malá Strana la oscuridad invadía toda la nave rotunda y esbelta, dejando que nuestra mirada fuera como un péndulo de vela en vela, siguiendo la luz que bañaba las cúpulas y doraba las imágenes barrocas de los retablos. Concertino para flauta op. 107 de Cécile Chaminade. ( 1902), con órgano.
Al comenzar el concierto, los sonidos del órgano volaban desde lo alto de la nave lateral y comenzaron a mezclarse de manera muy suave y envolvente con las melodías de la flauta, en un diálogo desigual pero lleno de belleza. A veces no sabías qué oías, por dónde estaba el lírico movimiento de la flauta destacando entre los cientos de tubos soplados del órgano que en un momento todo lo llenaba. Nunca había oído esta mezcla, y creo que es sublime, porque parece que es el mismo instrumento fundido en su devenir, y de repente el discurso ligero y suave de la flauta te reconcilia con el momento, al sentir su cercanía, como si de repente tu propio movimiento, el que se desprendía de la emoción, se volviera melodía y volara entre las volutas barrocas de las cúpulas.
Cécil Chaminade compuso esta obra para su amigo y profesor de flauta en el conservatorio de Paris, Paul Taffanel, y la belleza impresionista de la pieza ha llevado a todo tipo de rumores sobre la relación entre ellos, que desde luego se trasluce que era muy especial. Cromatismo como elemento estético que transforma la melodía en miles de pinceladas que en la voz de la flauta, vuelan.
Y después, algo de todo esto quedó, un nuevo souvenir checo dentro de mi cabeza. Seguir el movimiento también es posible, me repetía sin cesar, las ondas de sonido se visten a veces de corporalidad y avanzan ante nuestros sentidos que atónitos intentan surfear con todo.
Al llegar al taller de las flores intenté marcar los movimientos vividos sobre una superficie muy arañada y vieja con trapillos en madeja reproduciendo el ritmo aquel, para que las flores naturales siguieran el movimiento. Al suave contoneo de las Alstroemerias magentas le siguió el tieso y esbelto tallo de las Gerberas y los Iris, los Narcisos trompeteros que como altavoces se comían la luz, las bolas verdes de los Crysanthemum Feeling Green en musgo disfrazadas. Y dejé que continuaran los bucles del movimiento adaptando su propia naturaleza vegetal en ello, para constituir todo junto, un insólito sonido floral armónico y elegante en el que la vista se desplazara, disfrutando, con flautas de madera de colores en la unión de las volutas del trapillo con las flores que a veces volaban. Flautas que soplaran, musicalizando la luz del sol que por allí caía.
Cómo sonidos tan desiguales pueden fundirse y moverse de manera armónica difundiendo belleza a todo aquel que por allí se encuentra, cómo. Cómo puedo intuir los movimientos de la belleza, la luz, la sombra y su poso plateado, seguirlos para diseñar su silueta , haciéndola mía y fundiendo todo dentro de las cortinas de mis ojos.
No se trata pues sólo de sentir la belleza, el arte, la música,… la palabra, el matiz de un pincel, no se trata sólo de disfrutar con los sentidos perfilados y atentos, se trata de seguir el movimiento para fundirnos en él, traspasando el momento. Pasar de una actitud pasiva de espectador en su butaca, la de cada día en pantalla grande, al del creador que siguiendo el movimiento, lo dibuja en el aire, lo siente como parte de su respiración, duerme con él cada noche sobre la almohada y lo lanza para sentirse parte de él , para darlo en vida y plenitud a los demás. Si nos regalan movimiento , belleza, elegancia, suavidad, locura de amor, cómo, me pregunto, cómo puedo dejar que en mí no pare, sino que se proyecte reflejándose, volando como la flauta que junto al órgano que la acompaña deambula por las cúpulas, los arcos, las dovelas, el suelo recién barrido, las esculturas monumentales de los santos, de esta imponente iglesia checa.
Algo así debió sentir Cecil cuando la serpiente de la melodía que creaba daba la vuelta a su alrededor, y utilizando su maestría musical pudo pintar en notas y sonidos todo, el amor, la luz, la paz y el viaje hacia el vacío.
La mañana en el taller aunque luminosa y radiante estaba heladora y las plantas del vivero congeladas brillaban bajo el sol. Y al juntar las flores heladas con las otras que tranquilas en sus floreros tomaban agua, me di cuenta que el puzzle se completaba. El hielo achicaba las violas que minúsculas entre las otras flores se escondían, pero sus escamas heladas, las gotas de agua en diamantes preñadas, la luz chupando todo desde lo alto del invernadero, les devolvieron su verdadera belleza sin par. Hielo, agua, gotas, lágrimas, cristales, polvo de nieve por las que el movimiento, mas que parar helándose, se proyecta en los miles de colores que la luz nos muestra cuando sobre ellos se posa.
Sigue el movimiento, parece decir, sonidos, pinceladas, suspiros, anhelos, luz descolgándose, flores enredadas en sus sentimientos, hielo como filtro, y una flauta cantarina bailando ante todos, fundiéndose en un suspiro, regalándose así.
Os dejo este concierto de flauta , en el que toda la orquesta suena como los cientos de tubos del órgano checo. Para disfrutar un ratito.
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