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LA NATURALEZA: NUESTRA CASA

LA NATURALEZA, NUESTRA CASA COMÚN.

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Decía un poeta japonés de hace mucho tiempo, Kobayashi Issa ( 1763-1827) en sus haikus, breves poemas que contraponen en pocas palabras dos ideas que juntas dan sentido al pensamiento, que la casa común, la naturaleza se duele “ El mundo que sufre/ bajo un manto / de flores.” Dice por tanto que pese a sentirse aplastado, mutilado, contaminado, pese a verse convertido en basurero en tantas partes, sobre los desperdicios y la mugre sigue maravillándose de ver florecer la primavera. Si ya andaba Kobayashi en estos pensamientos hace tantos siglos, cómo hoy en día no vamos a estar preocupados y mucho por el estado de esta casa común.

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El papa Francisco en su última encíclica con nombre franciscano “ Laudato, si”, apunta esta realidad cruda en la que vivimos y el panorama desolado que vamos a dejar a las futuras generaciones. La madre natura, se ve desbordada por la acción incontrolada de tantos y la reflexión sobre la riqueza inconmensurable que tenemos en toda la creación y el regalo que recibimos al nacer y poder poner un pie en una pradera de hierba toda florida, está siempre presente. Es nuestro patrimonio y junto a la explotación de los recursos naturales, muchas veces llevado al extremo del exterminio, de especies vegetales y animales, de cambio climático , de salinización de grandes partes del mundo, arrasando bosques y contaminando las aguas, debemos situar la fuente de riqueza material y de equilibrio espiritual que nos brinda.

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“El mundo sufre” y este sufrimiento tiene diversas caras yuxtapuesta. No sólo sufrimos al pensar que perdemos fuentes energéticas o materiales, sino que nuestra casa poco a poco en basuras y derribos se va llenando. Dónde podremos encontrar entonces ese equilibrio emocional y vital que supone la vida en contacto con la naturaleza. Cómo podremos como hombres avanzar por un camino distinto que el de nuestra propia naturaleza creada para vivir como una parte mas de todo, somos unos seres mas del planeta tierra, pequeños, como una mota de polvo en el universo pero dentro de nosotros contenemos la esencia explosiva mas mortífera que hay, el ansia por consumir y apropiarnos de todo como si lo creado es sólo para nosotros.

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Dice el Papa que ninguna persona puede vivir feliz si no está en paz consigo mismo. Muchas maneras violentas contra el medio ambiente tienen en el fondo un problema interior de guerra. Separar los aspectos ecológicos de los sociales con toda su larga cola de problemas y consecuencias, es imposible. La paz y la ecología se deben también construir en políticas sociales equitativas, mas justas y solidarias, pero el problema que subyace en el fondo tiene nombre propio y es el nuestro, el de cada uno de nosotros. Pararnos como sociedades y como individuos a pensar dónde se encuentra la felicidad y cual es el motor vital de nuestras acciones, qué nos conecta con nosotros mismos, con nuestra propia naturaleza y nuestra vida. Esa falta de equilibrio influye en la actitud y usos en relación con el medio ambiente.

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Kobayashi, que tras una infancia muy dura, terminó componiendo poemas en un templo budista, también decía en otro de sus haikus “ Huye el rocío/ en este mundo sucio/ no hago yo nada”. La contemplación de lo que le rodeaba creó en él la capacidad de fundirse anímicamente con la naturaleza, de disfrutar con su belleza, llorar con la basura que la embota y mancilla, y querer cambiar las cosas, empezando por uno mismo. Si no nos embarcamos valientes en un bosque, si no nos relajamos paseando sobre las arenas de un rio, o andamos mojándonos bajo los goterones de lluvia en un pinar, no podremos sufrir también cuando veamos huir de allí la niebla y el rocío, cuando las basuras lo contaminen todo, y el fuego calcine tanta belleza, y la sal colonice las praderas. Y si esto no lo vivimos de manera personal, no va a cambiar nada. La pequeña mota en el universo llamada hombre, tiene la llave de todo, para acabar con un bosque y también para plantar uno donde la miseria y la basura coloniza nuestra vida. Una llave en la mano, en su interior el asombro de ver cómo sobre un basurero lleno de inmundicias y desolación, en primavera todo se llena de ese manto de flores, impresionado desde hace milenios con la belleza lo natural. Una casa, la nuestra para cuidarla y poder vivir.

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