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¡La encontré!

 

Cada uno de nosotros va buscado algo, se afana a lo largo del día en medio de toda la carga del trabajo y la familia en intentar encontrar eso que parece levantarlo de la cama o el sofá. Y lo que buscamos tiene mucho que ver con nuestra propia vida. Reconozco que soy florista porque son las flores una de las cosas que me lanzan por ahí a caminar. Contemplarlas, meter la nariz dentro de su corola, tocar los pétalos, tenerlas cerca de mi a lo largo del día, planear diseños mas o menos imposibles,…. Algo parece que ladra dentro, ese ladrido interno que te impulsa a buscarlas dando un paseo en el campo, a lo largo de una vereda, en las cunetas de la carretera, en los mercados internacionales de flores. Como decía Goethe “ Ladran, luego cabalgamos/ Cabalgamos en todas direcciones/ después alegrías y negocios,/ pero siempre ladran detrás/ y ladran con todas sus fuerzas”.

Unas de las flores que mas me empujan a “cabalgar” desde niña son los Acianos (Centaureas Cyanus), conocidas como azulejos, clavelinas, azulinas, unas preciosas flores que nacen en los terrenos baldíos al lado de los campos de cereales y que florecen en primavera. Consideradas como signo de espacios naturales limpios, su crecimiento en estos entornos de cereales se va año tras año reduciendo por el uso de pesticidas y herbicidas, que también acaban con ellas en las cunetas, los basureros y los terrenos baldíos.

Adoro estas flores, su limpio color como de cielo y entiendo que hayan sido utilizadas a lo largo de la historia por muchos pueblos para decorar, e incluso como elemento claro de lenguaje floral: con esta flor se han dicho muchas cosas. Es la flor nacional de Estonia, y en Francia es el símbolo de la conmemoración del Armisticio de 1918. La flor favorita de Goethe y de todos los románticos alemanes con Novalis a la cabeza. Pero es también lenguaje floral y es utilizado aun hoy como emblema, así se puede ver en los bailes de salón en Austria “ Cornflower Ball” cuyas parejas danzan bajo el suelo de la ultraderecha mas cercana al nazismo. Utilizaban estas bellas flores azules para reconocerse los nazis entre si cuando su partido no estaba aún legalizado en Alemania. Podemos también rastrear el horror que causaban en la población judía estas florecitas en los testimonios de algunos supervivientes que las relacionan con sus verdugos.

Parece mentira cómo la historia va apareciendo a cada paso, incluso en la apreciación de las flores silvestres que vemos creciendo por tantos lugares, y cómo lo que inspiró a los padres del romanticismo alemán “ Die Blaue Blume” la bella flor azul que perseguían como a su amada inmortal, se convirtió en la amante del régimen del horror nazi.

Ya el botánico Mattioli en el s. XVI recomendaba su infusión para las afecciones de los ojos y tienen los Acianos como padre botánico nada menos que a Linneo, publicando su estudio en 1753 en “ Species Plantarum”

Conducía el otro día por el Valle Amblés, la mañana estaba surcada de nubes que enegrecían el horizonte y rayos de luz descolgándose parecían bañar el campo. Iba buscando piornos en la Sierra de Gredos para comenzar a diseñar las decoraciones de la inauguración en Navadijos del “Festival del piorno 2017” y la vista de la sierra berroqueña que comienza a pintarse de amarillo se quedó fijada en los campos cercanos a la carretera llenos en sus bordes de Acianos, que al aire parecían bailar. Un baile mucho mas suave y tranquilo que el de sus parientes en Austria. Recordé uno de los poemarios mas bellos de todos los tiempos, el de Vicente Huidobro  y su canto II lleno de lirismo, imaginación con nuevas formas de expresión tan sorprendentes como delicadas , “Las llanuras se pierden bajo tu gracia frágil,/ Se pierde el mundo bajo tu andar visible/ Pues todo es artificio cuando tu te presentas/ Con luz peligrosa,… Haces dudar al tiempo/ Y al cielo con instintos de infinito/ Lejos de ti todo es inmortal,…

A Vicente lo que le movía en estos versos era el amor, el motor de toda la historia que con su cadena va haciendo rodar la vida. Dentro de esa cadencia infinita, la primavera aparece florecida tras los fríos meses de rigor. Renace la vida, los piornos llenan la sierra con su dulce y a la vez agreste olor, pintando todo de color amarillo, mientras las flores de al lado del camino también arrancan a nacer. Parece que el cielo se queda reflejado por el suelo en una pequeña flor. Con ellas, desde tiempos remotos, al mirarlas sentimos que buceamos lentamente en un infinito azul que renace fresco. Eternidad, amor, anhelo de vida natural, eco desde lo mas hondo del alma, la expresión de la vida y su devenir.

Amar nuestras cosas, la cultura, el patrimonio arquitectónico, la ciudad, los pueblecitos con sus casas construidas sobre la roca, la gastronomía, el arte y la poesía, lleva también de la mano, como de paseo otra realidad: la naturaleza. Fuente de riqueza material y también hondo surtidor de emociones y de pasión. Sensibilizarnos hacia estas pequeñas flores, recapacitar sobre su belleza, su historia y lenguaje nos regala el disfrute total que podemos alcanzar con sólo pasear por el campo tranquilamente una mañana de mayo como esta. Tomando un verso de Goethe como bandera libertaria, en voz alta recitando.: “La encontré/ era en un bosque: absorto/pensaba andaba/ sin saber ni qué cosa/ por él buscaba,…

Articulo publicado en el Diario de Ávila. 18 de mayo 2017