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La historia que os voy a contar no es cuento, es tan cierta como cruel y se desarrolla en la ciudad siria de Alepo. Como si estuviéramos sentados juntos frente a este panorama, rememoro unas palabras que, dichas hace mas de un siglo, parece que van poniendo paisaje y fondo, las de Leon Tolstoi en su novela “Resurrección”: “ En vano los hombres, amontonados por centenares procuraban mutilar la tierra sobre la cual se apretujaban; en vano la cubrían de piedras a fin de que nada pudiese germinar en ellas, en vano arrancaban todas las briznas de hierba y ensuciaban el aire,… La primavera era primavera, incluso en la ciudad”

Entre las ruinas de mas de cinco años de violencia sin piedad, parece mentira que aún haya población en Alepo cuando las casa están todas devastadas y llenas de restos de metralla. Familias que llevan sobreviviendo como ratoncitos entre la ruina, protegiéndose de los francotiradores, con hambre y con pánico avanzan por cada nuevo día. Da vértigo ver cómo una niña de no mas de 7 años cuenta cómo saber en donde hay francotiradores y en qué parte del cuerpo es a donde dirigen su disparo. Una madre cuenta en un video que ha llenado las redes sociales, cómo ha tenido durante mas de dos años a sus hijos pequeños medio amordazados en una habitación de su casa para que no salieran de allí y pudieran ser diana de los terroristas, porque decía: preferimos morir todos juntos.

 

Pero frente a todo este panorama del horror fruto de aquellos que no saben nada del verdadero sentido de la vida que es el amor, parece que la primavera despunta. En 1920 Tostoi mandó una carta a Gandhi, en la que reflexiona de manera muy lucida y compasiva sobre el origen de la violencia, en ella adelanta sus pensamientos sobre lo que lanza a las sociedades a matar, y esto no es otra cosa que la resistencia al principio del amor por cuestiones de socio política, religiosas, económicas. Al no existir la ley del amor, no existe tampoco otra cosa que no sea la de la violencia. El reino del amor sabemos todos donde está porque nacemos con él en el corazón, nos sentimos amados en nuestros padres y estamos “diseñados” para amar, venimos así “ de fabrica”.

 

Pese a las bombas y metrallas, el miedo, la muerte en forma de miles de muertos por las calles, la primavera comienza a despuntar en Alepo. El resto del reino ese que no se puede arrancar, nace en el corazón de los que aún no han razonado, los que aún no se ponen como jueces de todo este horror, los niños y las personas que con ellos defienden la dignidad de cada ser y su derecho a vivir, a ser educado, a ser amado y a sonreír, los maestros, los cooperantes, los asistentes. Unicef está haciendo en esta ciudad una ayuda vital para levantar las escuelas, que nacen donde hay unas cuantas paredes en pie. Los niños, se agrupan compartiendo muy juntos los pupitres, los ojos brillantes de la emoción por volver a clase, los gorritos de lana tapando las orejas en unas aulas donde sólo se puede estar a plena la luz del día, por la falta de electricidad y de calefacción.

 

 

En 1900 llegó a la aldea de Tolstoi en Jasnaia Polaina, donde vivía como un campesino alejado de su aristocrática casa familiar y donde era maestro de escuela, un joven poeta de la mano de su amante y musa Lou Andreas-Salomé , me estoy refiriendo a Rainer Maria Rilke. Un encuentro que al menos para el alemán fue vital y que le hizo sentirse ya para siempre como un peregrino. Dieron un largo paseo con su perro por el campo. Allí Rilke afianzó el proceso de búsqueda de si mismo, la espiritualidad como motor de la existencia, el silencio como alimento del espíritu y el mundo poético encontró su zona de playa costera. Volvieron sobre este tema del amor, y le pusieron nombre en la persona de Jesucristo, aquel que pide conversión al corazón, para poder sembrar las semillas de la resurrección. Así dice Rilke en su “Libro de la Peregrinación” escrito tras este encuentro: “Y mis manos, que están sangrando/ de cavar, las elevo al viento, abiertas,/ para que, como un árbol, echen ramas./ Con ellas yo te absorbo espacio,/ como si allí te hubieras estrellado,… /

 

No todas las ideas que mueven el mundo, que son principios de juicio, que llevan a hacer esto, a condenar aquello, son iguales. Lo que las diferencia es el enfoque de la mirada, mi vida, mi trabajo, mi país, mi religión ,… planteamientos que comienzan en” mi” no llevan mas que al abismo. El reino de amor no es a su vez patrimonio de ninguna institución, es la raíz de todo ser humano y lo que le humaniza. Coger este principio de vida y adueñarse de él desvirtuando su valor, mancillándolo con juicios y condenas, es en palabras religiosas, un pecado.

 

Lo que hagáis a uno de estos pequeños, volverá a vosotros como el retorno de una onda, golpeando en medio de la cara. Así, cuando recordamos con compasión a estos pequeños que como ratoncitos se mueven entre las ruinas, jugando y sobreviviendo. Cuando levantamos escuelas, ayudando a tantas organizaciones que trabajan por ellos, cuando nos duele un poco su dolor y los tenemos en el corazón, entonces el reino del amor comienza a avanzar, y aunque parezca una mota de polvo entre las ruinas, vemos que es una semilla, la de un árbol que nace entre las manos abiertas.

Así en algún momento, podemos decirnos unos a otros, en las palabras de Rilke “ Te encuentro en todas estas cosas,/ ante las que me siento como hermano,/ como semilla al sol eres en las pequeñas/ y en las grandes te ofreces con grandeza”

Para mi hija Mencia, maestra de corazón, que adora a los pequeñitos .

Articulo publicado en el Diario de Ávila. 9 de marzo. 2017