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Hasta hace poco no sabíamos que unos frutos parecidos a los limones pero mucho más grandes y olorosos que nacen en la finca al sur de Gredos, eran cidras. Una fruta apreciada desde la Antigüedad por su aroma y que también se ha usado como medicina y alimento.

Estábamos admirando la caja de cidras cuando una noticia se cruzó en la cocina de casa: hay una nueva exposición del Museo del Prado con el único bodegón que pintó Zurbarán y que se encuentra cedido por el Nortor Simon Museum, de Pasadena, California.

El cuadro con las cidras que podemos visitar en el Museo hasta el 30 de junio está provocando en los visitantes una sensación parecida a la de los otros cuadros del pintor extremeño: admiración y silencio. Su lenguaje pictórico a base de luces y sombras sobre fondo negro, levanta la imagen dando a todo un aspecto que se sale de lo cotidiano. Siento que la respiración se para un rato en medio de las figuras.

Zurbarán pintó este bodegón con cidras, azahar, naranjas y una rosa, a los 35 años mientras estaba ya enfrascado en la realización de sus grandes obras sevillanas para el convento dominico de San Pablo, con su famoso Crucificado y las del convento de Santo Tomás donde está la Apoteosis de Santo Tomás de Aquino.

Según Javier Portús, jefe del Departamento de Conservación de Pintura Española del Prado, el descubrimiento de este cuadro de Zurbarán ha dado un nuevo matiz a la lectura de su obra repleta de figuras de frailes y devotos. Nuevamente se acerca a lo divino y sacro mediante el trabajo minucioso, en este caso en las frutas que parecen salirse de la realidad destacándose de un fondo negro.

Al mirar el cuadro detenidamente podemos admirar la limpia distribución de los materiales, las cidras, las naranjas en la cesta con la rama de azahar, la rosa. Los sitúa en una línea compositiva con cadencia para que el espectador pueda admirar cada una de ellas de manera individual. Siete años antes de realizar este bodegón, pintó el cuadro conocido como “Curación milagrosa del beato Reginaldo de Orleans” y allí también dibujó una taza con agua y una rosa que tiene similitudes con este bodegón que admiramos en Madrid.

Esa distribución de las figuras de las frutas, la iluminación tan depurada sobre la negritud del fondo nos da pie a tener sensaciones íntimas que transcienden, envolviendo todo el conjunto en una esfera de naturaleza mística.

El empresario y filántropo norteamericano, Norton Simon, adquirió el cuadro en 1970 para regalárselo a su esposa, la estrella de Hollywood Jennifer Jones, conocida por su participación en la pelicular “Duelo al sol”.

El zumo de las cidras, así como de naranjas y limones junto con el agua del azahar, fue durante siglos un remedio natural para combatir algunos síntomas como la eliminación de gases, para el insomnio, relajar músculos y purificar el hígado. Recuerdo a nuestra Santa Teresa y cómo recomendaba a sus monjas este remedio, como nos muestran sus cartas, en especial las que envió a la hermana María de San José en 1577 cuando estaba en Sevilla.

Poder centrar la mirada en lo que nos rodea y contemplar su belleza única, es algo que debemos hacer, tal y como Zurbarán nos muestra.  En este sentido apuntan algunos artistas a lo largo de los siglos, estoy pensando en los bodegones de Antonio López, con sus membrillos, elegidos de manera cuidadosa y pintados de forma magistral para recoger toda su belleza, esa luz que aparece en su cuadro, “Sol del membrillo”.

La pila de la cocina se llena de cidras y mientras las coloco con detenimiento, un bodegón parece levantarse frente a la luz del jardín, y un fondo negro que emerge en mi interior hace que sólo vea la sutil belleza que las constituye y puedo sentir que el sol de Las Cinco Villas aún está impregnado en su rugosa y olorosa piel. Arte con mayúsculas entre mis manos,  oloroso y ácido, aquí en Ávila.

ALTA COSTURA EN EL MUSEO

 

Han coincidido en fechas, de junio a septiembre, dos exposiciones de alta costura y zapatería en los Museos Thyssen de Madrid y la Wallace Gallery de Londres. Las creaciones de Cristóbal Balenciaga y de Manolo Blahnik ambos españoles que han desarrollado una carrera internacional realizando diseños exclusivos y llenos de belleza.

La museología moderna como ciencia que estudia el modo de dar a conocer el legado de la historia, el arte y los conocimientos al publico, intenta ir mas allá en sus postulados, y la interrelación de las artes hace que la experiencia del publico en el museo sea realmente distinta. En el caso de la alta costura de Balenciaga o de los zapatos de Blahnik , es algo que sientes muy cercano y connatural. Los bellos salones del Palacio Herford House en Manchester Square, con sus enormes salones y cámaras tapizadas de bellísimas sedas de intensos colores, son el lugar donde los stiletos de Manolo Blahnik encuentran su lugar, salones de bailes con damas vestidas de manera sublime, como aparecen en los cuadros de las paredes, así en El columpio de Fragonard, fuente de inspiración para que Manolo diseñara los zapatos de la reina María Antonieta, tal y como aparece en la película de Sofía Coppola.

Con ello las obras de arte parece que salen de las paredes a veces un poco asépticas y frías de una sala de exposiciones contemporánea, llenas de explicaciones eruditas y separación entre cuadros, a formar parte de un conjunto mucho mas vivo, cercano e inspirador.  Los cuadros se mueven en la Wallace sobre las sedas de las paredes, la belleza de los Canalettos se junta con Rembrandt, Murillo, Velazquez, Frans Hals… en un continuo de belleza y percepción.

Siempre he visto los museos como fuentes de inspiración, como lugares donde vivir por momentos en otros tiempos y culturas, viajes a lo mas bello de la creación del hombre, focos vivos de conocimiento.

Balenciaga con todo su legado en la alta costura es un referente mundial del buen gusto, la maestría en la costura y la artesanía mas delicada, desde que siendo niño conoció a la Marquesa de Casa Torres, la abuela de la Reina Fabiola, cuando llegaba los domingos a misa en Guetaría y bajaba de su tilburí. Hijo de una costurera del palacio, se atrevió a pedir a la marquesa poder ver su armario y hacerla un traje. Tenía 12 años y así comenzó su fulgurante carrera, siendo considerado hoy en día el diseñador mas importante de la historia. En el museo Thyssen podemos disfrutar entrando en un momento muy especial en su trabajo, la inspiración. Al poner junto a cuadros de Goya, Velázquez, Zurbarán, Murillo los vestidos que se hicieron basándose en ellos, podemos entrar en ese momento único de chispa y creación.

Cuando todo el mundo se quedó prendido del vestido de boda de la Reina Fabiola, aquel 15 de diciembre de 1960, por su belleza tan sobria y genial, no era consiente de que la inspiración del modisto tenía que ver con la caída suave de la luz sobre los hábitos blancos de los monjes de Zurbarán. El satén duquesa reflejaba ese mismo efecto, con su falda sostenida, el escote en barco, la manga japonesa, la cola-manto que cae desde los hombros, como una estilización formal de las batas del s. XVIII o Robes alla Watteau.

Comparto con muchas personas la admiración absoluta por Zurbarán, con esos personajes que se salen del fondo oscuro bañados de una luz tan especial. Así también lo analiza la escritora Florence Delay en un delicioso ensayo, “Alta Costura” que ha sido una refrescante lectura veraniega. Cuando esta francesa se encontró con los cuadros de las damas y santas que aparecen en los cuadros de Zurbarán, se quedó impresionada por su elegancia, parecía damas de la alta sociedad vestidas con Balenciagas del s. XVII. La belleza de los tejidos bordados, el movimiento de los pliegues, los detalles bordados, y sobre todo el color que tan genialmente muestra el pintor sevillano. Así el cuadro de Casilda de Toledo, la hija del emir de Toledo del s. XI convertida al cristianismo y que terminó como eremita en Briviesca. Isabel de Portugal, Margarita de Antioquía, Marina de Aguas Santas. Bellas y distinguidas, damas de la Sevilla del momento, dotadas de algo que las hace salir del cuadro hacia el espectador, la luz que emanan mostrándonos en ella su interior.

Vamos mas allá de nuestra propia vida y experiencia artística, cuando visitamos museos y exposiciones e interaccionamos con las obras de arte dejando que estén vivas en nuestra mirada personal.

Articulo publicado en el Diario de Ávila, 29 de septiembre, 2.019

 

 

Muchas veces cuando nos paramos ante un cuadro, una escultura, una sinfonía, al sentirnos impresionados por su belleza, por lo cuidado de su ejecución, la técnica o el significado, tenemos el deseo de emprender un viaje al momento en el que se estaba realizando, el porqué de su inspiración, el rostro del autor con toda su propia vivencia, el taller dónde trabajaba, los compañeros de faenas y sus rutinas, las salas donde se exponían o donde sonaban, la cara de los mecenas y compradores ante su futura obra de arte, las paredes dónde se colgaban, ….

Este viaje, el que todos hemos querido hacer en algún momento, en las salas de un museo, en una colección privada o en una sala de conciertos, nos lo brinda ahora el Prado en una exposición brillante y llena de interés. El verdadero rostro de los artistas comienza a mostrarse en la selección de obras que bajo la dirección de Javier Portús se muestra con el nombre de “ Metapintura”, que viene a significar algo así como lo que está mas allá de la pintura como ventanas al exterior y espejos de lo que hay dentro.

Me escapé el primer día de las rebajas al Museo del Prado, huyendo de tanto trajín. Allí entre oleadas de visitantes de todo el mundo, me sentí muy afortunada de tener este lugar tan cerca. Poder en sus salas disfrutar, aprender y maravillarme con la belleza de lo que se expone. Pero pude además viajar a lugares donde siempre he querido ir, como al oratorio de Zurbarán dónde se inspiraba fijando su atención en el rostro de Cristo crucificado. Pude ir al momento en el que en Toledo el Greco se inspiró para pintar a San Lucas mirando cómo este a su vez ejercía su trabajo como pintor dibujando a la Virgen y a su pequeño Hijo. Pude ver a algunos amigos de Goya, de los que andaban cerca de su taller cómo el doctor Arrieta que cuidó al maestro y con su dedicación médica le salvó la vida.

Allí se expone la pintura mas evocadora que puedo imaginar, aquella que nos narra tanto de los pintores que admiramos desde hace tanto tiempo. La verdadera historia de detrás de los cuadros aparece como una sombra tras de las escenas representadas, como ocurrió en la mitología tal y como nos lo cuenta Plinio: Cora tras una noche de amores apasionados quiso dejar plasmada la sombra de su amado proyectada en la pared por una vela.

Las obras maestras mas reconocidas y admiradas de la historia del arte y la literatura española, “El Quijote”, “Las Meninas” y “Las Hilanderas”, están llenas de este metalenguaje. No sólo nos muestran una escena o una historia, sino que aparece en ellas el momento y el proceso creativo. Aparecen pues como verdaderas obras de reflexión sobre lo que es el arte, el lenguaje, las perspectivas, las luces y las sombras de lo contado y dibujado. En ellas siempre hemos sentido el rostro, la palabra, la imagen del autor que es cercano, que casi sentimos que dialogamos con él.

Llena de impresiones y con el catálogo de la exposición como un tesoro en mis manos, me relajo un rato tomando un café en el atrio del museo, leyendo por encima un ensayo de Wilde que he comprado en la exposición“ Las artes y el artesano”, un texto lleno del genio de Oscar. Y nuevamente siento que el autor británico tiene mucho que decir al respecto. Lo primero es que frente a mi deseo de compartir esta belleza de exposición madrileña con todos vosotros, el dice así en un momento de su ensayo: “ debería haber una ley que prohibiera escribir de arte en los periódicos diarios”. Esta afirmación se encuadra a su vez en todo su pensamiento basado en las ideas de John Ruskin y que dieron motor a las vanguardias artísticas inglesas del s XX. En su planteamiento proclama la unidad espiritual de las artes, destronando a las que el clasicismo nos coloca como banderas, y situando en su mismo lugar a la artesanía. Así el arte se sitúa en la vida, en lo cotidiano. Ese deseo de crear arte, de esmerarnos en hacer cosas bellas, en aprender cómo hacerlo de manera mas depurada, va configurando a toda la sociedad como parte de ese taller del artista. Podremos así admirar por ejemplo mas a Tiziano en su autoretrato, viendo cómo se sale del marco en cuanto a la profundidad de su mirada , viendo que en la imprenta también se depuró mucho el trabajo, mostrando libros tan bellos como las obras de arte representadas.

La imagen de la exposición de Pere Borrell i del Caso “ Huyendo de la crítica” 1874 que procede de la colección del Banco de España, y muestra a un chico joven saliéndose del marco del cuadro cómo huyendo, de las criticas artísticas parece decir. Rompe el molde de las representaciones, y nos empuja a decir con Oscar, “ no podemos pensar que la belleza de la vida es cosa sin importancia”, que a todos nos importa. Lo bello es siempre bello y lo feo suele ser muy feo.

Si Oscar, podemos escribir de arte en los periódicos, y creo que debemos. Romper con nuestra mirada el marco de las obras de arte, dejar que sus parámetros, y profundidades ataquen vigorosamente nuestro trabajo, y que todos los artistas consagrados, los que lo intentan en sus estudios modestos, los artesanos y los aficionados que en sus horas libres se dedican a estas cosas, consideren que esto va todo de lo mismo. “La belleza artística, no es un mero accidente de la vida del hombre sino que resulta necesaria para vivir de acuerdo con la naturaleza, para ser hombres en pleno sentido de la palabra”.

Articulo publicado en el Diario de Ávila. 12 de enero 2017