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RECONOCE EL LENGUAJE QUE TIENES EN COMÚN CONMIGO

La mañana está heladora , a mas de 7 bajo cero hace un poco. Y abro un texto que parece que hoy se me regala, y me impresiona porque viene viajando hasta mi desde hace tanto tiempo, desde el siglo V d. C.

 El sol sale cada día sobre todos y 

me invita a mantenerme serena en mi interior,

a dejar de lado las querellas,

a volver a la oración.

 

No discutas con nadie, me dice,

deja a un lado tanto lío,

no te enfades con nadie,

ora por quien te cuestione o moleste.

No vayas a plantarle cara, no de manera violenta.

Habla en el fondo de tu corazón a Dios de él.

 

No digo que calles,

sino que escojas el lugar para hablar

y mira que yo también estoy ahí.

Mírame en el silencio.

 

Donde no te ve tu adversario, sé bueno con él,

y deja que hablé  de ti todo lo que quiera, que se relaje

que aunque este enemistado contigo,  es tu hermano.

 

Reconoce en tu interior, mi signo.

 

¿Porqué no reconoces el lenguaje

que tienes en común conmigo, amigo, hermano, compañero, esposo, hijo, vecino?

 

Reconozcamos el lenguaje que nos une,

hay una sola paz

y esta sólo se levanta si tu y yo estamos juntos.

San Agustín ( 354-430 a. C)

Estas bellas y hondas palabras, estas reflexiones me hacen ir al taller de las flores, a pasear en medio del hielo recolectando aquellas hojas, ramitas y flores que del frío terrible se están liberando, soltando lagrimitas de hielo. Elijo los tonos que mas me identifican hoy, el color de la tierra, cálida y amarronada. Igual que este texto ha llegado a mis manos en medio del hielo de la mañana, así siento el deseo de enviaros a vosotros todo este mundo profundo del amor y del perdón, de cómo puedo continuar con mi vida y salir adelante. Y uso el lenguaje de las flores, ese íntimo modo de comunicarnos que llega directamente al corazón, que nos hace ser realmente personas porque ponemos en marcha lo que nos hace serlo, nuestra capacidad de amar, de crear, de disfrutar de cada cosa que se nos da, el rayo de luz que sobre el hielo brilla, la familia con todos su colores, la amistad, la vecindad.

Sé desde hace años que con flores puedo deciros muchas mas cosas que con mis palabras.  Sé que si cojo un pensamiento helado con toda su carita de pétalos pintada a manchas y la pongo en mi mano y me dirijo a ti, tu sabes que te digo desde lo mas hondo y mas delicado de mi ser que pienso en ti, que te tengo muy dentro, que oro por ti también.

Sé que al ver las hojitas de las Heucheras con sus preciosos tonos granates, vas a pensar en ti, en mi, en nuestro propio ser que del barro de sus problemas, fallos, y ansiedades sale cada día, reponiéndose del hielo, asumiendo su belleza oscura y siendo al final un elemento natural radiante y lleno de belleza natural.

El tomillo te dice que te sigo con todos mis sentidos y que te encuentro mas allá de cada cosa, que tu aroma hoy veo que es así, agreste, dulce y a la vez profundo. El olor del tomillo  sobre el camino de mi vida, que avanza cada día.

Que hay elementos a veces que me elevan el espíritu, que como este texto me empujan hacia delante. Hay mas vida por vivir que el enfrentamiento con alguien. Hay vida y vida junto con ellos. Y poner a cada uno dentro de nosotros es ir considerando a cada poco que mi vida se complementa con la suya y mis colores se mezclan con los suyos y ya poco a poco puedo decir no suyos, sino tuyos, porque ya estás en este regalo de vida conmigo. Tu conmigo.

 

Es un regalo y es un circulo, una meditación, un paseo. Es eso que decía Teresa que es la oración, hablar con nosotros mismos, y con los demás desde dentro de nuestro ser, iluminados de la Vida que se nos regala, incluso en medio del hielo y de la depresión.

Reconozcamos el lenguaje que nos une,

realmente hoy siento que hay una sola paz,

y que está contigo siempre cerca.

Os dejo esta preciosa música para meditar un ratito,.. perfecta para este tiempo de Cuaresma…..Erbarme dich, mein Gott,

 

Erbarme dich, mein Gott,
Um meiner Zähren willen.
Schaue hier,
Herz und Auge
Weint vor dir bitterlich.
Erbarme dich!
 
Ten piedad de mí, Dios mío,
advierte mi llanto.
Mira mi corazón,
mis ojos que lloran
amargamente ante Ti.
¡Ten piedad de mí!

 

 

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