TERESA DE JESÚS EN EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE AUSCHWITZ.
TERESA DE JESUS EN EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE AUSCHWITZ.
Mientras estamos en nuestra ciudad y en tantas partes del mundo homenajeando a nuestra paisana Teresa de Jesús en su 500 cumpleaños, las lecturas de sus obras, estas que levantan una casa espiritual para todos, se juntan estos días con las imágenes del Holocausto del pueblo judío por parte del partido nazi. Y este conjunto de documentales, fotos, testimonios en primera persona, estudios de diversa índole, levantan a su vez otra casa mucho mas gris y sucia, embarrada y nauseabunda, la de los campos de concentración y las moradas de las cámaras de gas.
Conocemos a Teresa de verdad, si nos acercamos valientes a sus obras, cargados de paciencia para entender este lenguaje complicado del s. XVI. Y ahí está ella de verdad, porque lo que pinta, las paredes de todo esto, es la verdad. Su experiencia, como un tren cargado de humanidad, arranca de su propio interior valiente, sin miedo al desgarro físico o intelectual, al qué dirán, a la Inquisición que como sombra se tiende. Una casa, ésta de Teresa en hojas escrita, que no está ya ahí creada por ella esperando que entremos, ya levantada. No, no es un espacio reservado para un grupo especial, religioso o intelectual, es un edificio en construcción continua, lectura a lectura y para todos. Ella nos lleva como en un vagón entre las vaguadas, mostrando las moradas del mundo interior que habita dentro de la lectura. Descubrimos al momento que es también nuestro, y que aquí se levanta. Aquí y ahora en estos días del Centenario.
De la casa de la amistad, la introspección personal y la alegría, cómo podemos pasar en unas hojas de periódico, en un segundo de video televisivo a uno de los horrores mas grandes de la historia de la humanidad, y digerirlo con normalidad. Cómo podemos habitar como humanidad en casas tan dispares que juntas se levantan en la misma calle, la nuestra. De la belleza del ser humano del que habla nuestra santa, ese diamante de fino cristal, esa joya preciosa llena de luz , podemos volvernos lobos con nosotros mismos, devorándonos en un camino de exterminio, terror, intransigencia y muerte. Somos capaces como hombres de lo mejor pero también de lo mas atroz contra los otros.
Y si sobreponemos ambas realidades, dejando que el testimonio de Teresa se transparente sobre el horror pintando nuestro panorama vital de colores mas luminosos, ayudándonos a volver a creer en la humanidad que planta cara con valentía a sus propios errores históricos. Si creemos que las Moradas siguen levantadas y listas para poder habitarlas hoy, incluso sobre el humo de los campos de exterminio, la sinrazón y la violencia con su planteamiento de libertad y amor, nos aventuramos en algo que parece una proeza pero que existe y es posible, una construcción que deja de contextualizarse hace siglos y se hace real. Abrimos una puerta en las palabras de la Santa y nos aventuramos a mirar, en su lenguaje a contemplar, como hizo una alemana, profesora de filosofía y buscadora de la belleza del ser humano llamada Edith Stein. En su búsqueda personal y filosófica llegó a la vida contemplativa como un paso mas en sus planteamientos sobre la empatía dentro de la escuela de la fenomenología de Husserl. Descubrió la casa de Teresa leyendo “ El libro de la vida” de un tirón, se convirtió al catolicismo desde el ateísmo de una vida religiosa judía átona. Murió, víctima del horror en este campo de concentración de Auschwitz, vestida con el hábito de carmelita descalza, mostrando en su tragedia la maraña de cables que se entrecruzan en la mente de los hombres, y cómo es posible habitar las Moradas de Teresa, en las barracas de los campos de concentración .
Leamos a Teresa con un ánimo constructivo, aventurándonos en nuestra interioridad, apostando por la morada de cristal que sobre el humo y las cenizas, se erige.
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