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COMPASIÓN. La historia de Annette Cabelli en el infierno.

El pasado sábado 28 de enero vivimos una jornada muy impactante en el Museo de Superunda- Caprotti, al oír la experiencia de Annette Cabelli, victima y superviviente del campo de concentración de Auschwitz. Una anciana de 94 años que como una pluma, delicada, recorre medio mundo para que no olvidemos el acero de las cámaras de tortura mas sangrientas de la historia de la humanidad que sobre la conciencia del mundo se lanza. Su testimonio es tan cercano, que parece que esa pluma se posa sobre todos nosotros como una losa de piedra y nos hace también temblar, nos acerca al infierno nazi.

Al comienzo del encuentro, celebrando así el Día de la memoria del Holocausto, el director de la casa Sefaraz, Miguel de Lucas, puso sobre todos nosotros una palabra para que reflexionáramos sobre ella: la compasión. Desde entonces no dejo de dar vueltas en mi corazón a todo esto. Los nazis se adoctrinaban en la lucha contra la compasión, “ no miréis la cara a los niños” se decían mientras marcaban con una cruz a judíos, homosexuales, dementes, gitanos. Todo ello en el camino para la creación de una nueva humanidad donde brillara con luz propia un nuevo superhombre que basado en la filosofía de Nietzche quedaba reflejado en Hitler, desbancando con ello la figura de Jesucristo, arrancando su predicamento de amor y compasión. La humanidad no se compondría ya mas de hombres con los mismos derechos y una intacta dignidad como miembros de una misma familia, sino de seres seleccionados que elevándose sobre los demás con su raza aria, torturan y aniquilan al resto.

La Creación de un nuevo mundo, reinterpretando el Génesis, como aparece en el comienzo de la película propagandística nazi que dirigió Leni Riefenstahl de la mano de Adolf Hitler” Triumph des Willens.” 1935. El mundo se divisa desde las nubes de donde va bajando un nuevo avión cuya sombra ilumina a todo el paisaje en una nueva humanidad. Nuevamente pongo ante esta mujer alemana la palabra, compasión. La que le repitieron en los mas de 50 juicios que tuvo que pasar durante su vida, acusada de ser la propagadora de tanto horror.

 

Contaba Annette que su familia es sefardí y que todavía anhelan volver a España. Hablan un precioso castellano antiguo, cantan viejas canciones que las madres enseñan a los pequeños en la lengua que se habla en las cocinas de sus casas. Nos cantó la Piconera, recordando el gusto que le dio a su madre ir a ver la película al cine en Grecia, donde vivían. Con un hilo de voz cantaba, y con el mismo hilo iba tejiendo su historia: el traslado en tren durante días como animales encerrados, la llegada al campo de concentración, los camiones de ayuda médica que se transformaron en furgones que llevan victimas a las cámaras de gas, sus 18 años cumplidos en unos barracones donde la gente se moría a trozos y donde era imposible ver a los demás como seres, sufrir con sus angustias. El proceso de dureza de sentimientos, de costra ante el horror y la muerte, era lo único que podía empujar su supervivencia. Aun no se perdona esto la pobre Annette, “ éramos como bestias,…” nos contaba.

La historia contada en libros, en miles de películas, y en documentales estaba allí viva y levantada como un ciprés en su persona. El tatuaje en la muñeca con el número del campo, el relato de cómo era ese pijama de rayas, su testimonio y vida en las puertas del infierno. La marcha de la muerte contada en primera persona.

Decía la filosofa francesa Simone Weil que “el mal es ilimitado, pero no infinito. Sólo lo infinito limita lo ilimitado”, lo infinito es sin duda el amor como parte del alma de las personas. Ella que murió a los 34 años en Londres, después de negarse a comer mas de lo que comían sus compatriotas franceses en la zona ocupada por los nazis. Solidaria con el dolor ajeno hasta dar la vida, se vistió como pocas personas de la palabra compasión, así decía “ amar a alguien es preguntarle: ¿ qué te duele?”. Tuvo Simone un amor secreto que nunca ocultó, el hermano herido, Jesús de Nazaret , el mismo que ha dado una vuelta a la historia basada en el amor y en la compasión. El antagonista de Hitler y el constructor de la dignidad humana.

Como cantaba Annette el otro día,… “ ya se ocultó la luna/ luna lunera/ y ha abierto su ventana/ la piconera, la piconera “, si, se ocultó la luna y el infierno descendió de las nubes en avioneta para pisotear a tantos seres. Un infierno que no tenía fondo. Pero hay un reducto que queda intacto dentro de nosotros, sintiéndonos parte de la historia , lo infinito, lo regalado, la verdadera compasión. Aquello que hace aún a esta anciana tan tierna seguir cantando las canciones en su lengua castellana tan antigua, recordando como era su madre, sus abuelos, cómo era ella antes de que la barbarie como un rodillo pasara sobre ella. Acero sobre una pluma que pudo escapar de todo, y que aún vuela sobre nuestras conciencias para que nunca olvidemos la palabra compasión, poniéndola en práctica, abriendo el infinito que nace con el amor a los demás.

Articulo publicado en el Diario de Ávila. Jueves 9 de noviembre, 2017

 

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Meditando sobre la nieve con Simeon y la cantata n. 82 de Bach , con el poema de amor mas bonito del mundo.

IMG_1638Y comenzó a nevar. Durante días desde las ventanas de casa, la oficina, el coche no veía mas que nieve y hielo brillando por ahí. Las temperaturas bajaban tanto que parecía imposible que la vida pudiera continuar en medio de todo. Estábamos a principios de febrero, y la estampa era tan navideña como la decoración de casa que presa del trajín, aun seguía allí con sus nacimientos y estrellas. Todo se juntaba nuevamente como una nevada. La liturgia nos hablaba de Simeón sujetando al niño Jesús el día de la purificación de María (Lc 2, 25-35). Blanco y radiante todo se vestía bajo la nieve. Sentí por momentos que esta escena con el anciano sujetando ensimismado a Jesús niño, es la mas bonita de la navidad, cuando ya el lío y los compromisos festivos han pasado y de repente sentimos que la vida aparece en medio del frío y de la nieve, resplandeciendo. Como dice la cantata 82 de Bach compuesta para estos días e interpretada en este video por el famoso contratenor Andreas Scholl,… » tengo suficiente, en mis brazos cabe toda la nieve del universo, en este momento,… lo he visto y esto empuja como un trineo de montaña, mi fe».

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Ich habe genug,


Ich habe den Heiland,

das Hoffen der Frommen,


Auf meine begierigen Arme genommen;


Ich habe genug!


Ich hab ihn erblickt,


Mein Glaube hat Jesum ans Herze gedrückt;


Nun wünsch ich,

noch heute mit Freuden
Von hinnen zu scheiden.

 

Tengo suficiente,


pues he tenido al Salvador,

esperanza de los justos,


en mis brazos anhelantes.


¡Tengo suficiente!


Lo he visto,


mi fe ha estrechado a Jesús contra mi corazón,


y hoy mismo quiero 
partir de aquí con alegría.

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Dejé el sillón al lado de la chimenea y el último libro de poesía que había llegado a casa, encima de un cojín:  George Herbert » Antología poética» en la traducción de Misael Ruiz y Santiago Sanz,  y salí a dar un paseo. La capa de nieve cubría los caminos, en pequeños montones descansaba helándose encima de las ramas de los Durillos; Las flores secas de los tilos parecían joyas de brillantes, pendientes para un baile de cuento; la cantarina fuente en catarata de hielo se transformaba sobre las carpas que al fondo se movían buscando la luz. Los mirlos y las urracas dejaban su ruta sobre las praderas buscando las últimas manzanas que por allí quedaban bajo las ramas.  Un manjar, un banquete nevado. Parecía que como cantaba Simeon, todo sujetaba la vida en un momento. La nieve posada sobre el aire ingrávida volaba,  mientras la mañana en centellada de frío, como magia ante los ojos, se volvía. Un fuego de artificio con pólvora de nieve y hielo en su cometa, que volaba.

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Al abrir el libro de  George Herbert ( 1593-1633) y comenzar a leer la sorpresa fue mayúscula. Este pastor isabelino » metafísico», uno de los favoritos de T. S.Eliot » Tierra baldía», » Wast land» ( 1922), poeta de culto para tantos de nosotros, aparecía allí. Me encontré de repente metida nuevamente en esta nevada vital.  Varias veces tuve que dar la vuelta a la tapa del libro para ver su cara enjuta con la peluca para volar en el tiempo a tantos siglos atrás, cuando mi lectura me lo presentaba vivo y actual. Frescura, un lenguaje poético sencillo  para expresar ideas metafísicas de fondo místico, de un lector de Cambridge  de familia culturalmente cultivada, que terminó caminando por una senda tan nevada como la que veo en el jardín. Y ya  vais a ver lo que dice, … preparados,…ahí es nada :

Me llamó Amor: mas vaciló mi alma

de polvo y de pecado llena.

Amor, veloz, mi desmayo advirtiendo

desde que entrara yo primero,

se me acercó, dulcemente inquiriendo

si alguna cosa me faltaba.

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Un huésped, contesté, digno de ti:

mas dijo Amor, ese eres tú.

¿Yo, el áspero, el ingrato? Ah, Señor,

yo no puedo mirarte a ti.

Amor tomó mi mano sonriendo:

¿ y quien tus ojos hizo sino yo?

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Cierto, mas los eché a perder: arrastro

en mi deshonra mi castigo.

¿ No sabes, dijo Amor, quién con la culpa

cargó? Cuenta,  Señor, conmigo.

Siéntate, dijo Amor, prueba mi carne:

entonces me senté y comí.

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Me resulta imposible decir nada mas. Entiendo que  Simone Weil tan buscadora y especial como fue, lo considerara el poema de amor mas bonito de todos los tiempos, aquel que le acompañó en los últimos años de su vida, el que repetía sin descanso cuando toda su existencia se vio revolcada. La sensación de que nieva sobre nosotros a veces, y el regalo de saber que cada copo va caer sobre mí, que viene como una bola de una batalla de niños, contra mí. Que la navidad se prolonga a veces mas allá de las fiestas marcadas y como Simeon podemos sentir que la mañana sujeta cada madeja de nieve encima de las ramas y de la pradera de nuestro interior.  Nuestra senda aparece ahora toda nevada,  la ola que buscamos, aquella que surcamos aparece, …

Saliendo por ahí,

siempre rodando, siempre,

calándonos los pies, cortando

la respiración, cogiendo

todo con las manos hasta helarlas,

blanco soplo,  blanco copo, verso blanco sobre

mi almohada, «Me llamó amor, amor,

mas vaciló mi alma» que en asperezas y

resbalando entre polvo, se fundía.

 

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