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Un paseo primaveral por el Pinar de Hoyocasero persiguiendo a las Pulsatillas, con un poemario de Dámaso Alonso y las palabras de San Juan de la Cruz, de su » Cántico»

El otro día en medio de miles de compromisos laborales y familiares y un dolor de cabeza del tamaño de una nube sobre la sierra, cogimos el coche y nos dirigimos a un lugar que al menos en mi recuerdo va a ser ya para siempre mágico: El pinar de Hoyocasero en Ávila. Un pequeño entorno natural único que bajo el cielo enredado en los altísimos pinos «Pinus sylvestris»se levanta de forma sorprendente, lleno de verdor, de flores increíbles, de praderas encharcadas, un verdadero oasis botánico. Y todo se levanta bañado de luz en mi memoria.

Se levanta la luz filtrada,

se levanta la mirada,

en  mis ojos, creadores de luz

en cada  sonido, se levanta

en cada pliegue, volando

en cada aguja de pino, arriba,

en cada flor.

Iba mirando cada tronco de los pinos, las gotas de agua que sobre los pétalos de las Pulsatillas Alpinas formaban pequeños estanques en los que tendía a sumergirme, los pelos y pelusas de su tallo, el movimiento acompasado por millares de corolas hacia la luz que jugaba por allí filtrándose a veces, ocultándose al fin muchas otras. Las matas de peonías silvestres que parecían sacadas del jardín romántico mas elegante de Europa, con sus flores rosas en movimiento como de baile por las laderas. Los muguetes (Convallaria Majalis) se desplazaba por las praderas bajo las otras flores como si nada, las orquídeas de Gredos (Orchis masculla),  los sellos de Salomón (Polygonatum odoratum)…

Muchas veces sientes que vives momentos cerrados, estancos, definidos como este paseo, circunscrito a un lugar como este pinar isla. Lugares con una vegetación y condiciones sorprendentes en medio del resto, como esta sierra de Hoyocasero en Ávila.  Momentos que se quedan recostados en tu interior. Sobresale esta isla interior en medio de un paisaje duro, agreste, lleno de piedras berroqueñas, tomillos, piornos y robles. Nuestro propio interior y su paisaje.

Los días, las horas, la vida con toda su cadena de casualidades va avanzando, y sientes que nada está dejado al azar. Es como si mi propia existencia la viera escrita en un libro del que no soy yo la autora aunque al irlo descubriendo, leyéndolo,  vaya viendo mi mirada, mis reflexiones, lo hondo de mi sentir hacia algunas cosas, el tallo de la Pulsatilla, y lo tierno de su presencia en medio de la migraña que nubla a veces mi vida. Y al ver  cómo todo se va escribiendo sientes un escalofrío, algunas personas lo llaman «temor», el sentimiento de estar imbuido en una corriente cálida y paternal que te envuelve y te va empujando a caminar, a mirar y ver estas cosas, a cantar al viento lo descubierto entre lo natural. A alabar a la Creación por levantarse en mi mirada creadora, hallando la luz dentro de mis ojos cerrados, dentro de mi ceguera y mi debilidad.

En esta sorpresa, en este regalo fortuito, la Creación parece que me deja mirar y crear y caminar así. Cae en mis manos, tras un paseo por un mercado de libros, un poemario de Dámaso Alonso, y siento que esto que yo vivo es tan real como otras muchas cosas de la vida, que él con su hondo sentir poético y su lirismo delicado también lo sintió. Lo siente,… dice así

Ah, gracias por mis ojos inventores.

¿Qué es la luz sin un ojo que la mire?

Sordamente se irradia, vibración utilísima,

por mares de negrura: un mundo ciego.

 

Mis ojos inventores crean luz.

Colaboran a cada millonésima parte de segundo

en el plan providente de la gran Creación:

prologan Creación, inventan luz.

 

Soy colaborador, soy delegado

de mi Dios, a través de mis ojos.

Y mas; afirmo aun mas

( y me aterra al decirlo un terror dulce)

Ojos inventores de luz, colaborando en el plan de la Creación que mas que estática y ya creada, vamos viviendo y sentimos que está viva y en continuo movimiento, y que de donde arranca es de nosotros, de esos ojos colaboradores y creadores de luz y de belleza.

En medio de lo árido de nuestro día a día, con problemas, nubes de sentimientos entrelazados, cansancio, apatía, tristeza en muchos rincones, aparece como una isla, como este pinar mágico esta llamada a colaborar con el movimiento mas dinámico y poderosos del universo: la Creación. Se levanta con nuestra búsqueda sin fin de belleza y de luz, la isla mas bella poblada de flores silvestres increíbles como estas Pusatillas tan bellísimas. Se levanta como estos pinos tan altos al cielo, siempre buscándolo. Es necesario amigos tener esa apertura de búsqueda. Para encontrar tenemos que buscar, y en esto ir con el corazón y el alma lleno de pasión. Para poder sentirnos identificados vitalmente con lo natural, para no ser un mero espectador, sino parte de todo lo creado, tan llenos de luz y belleza como todo lo que vemos alrededor. Vemos que es bello este rincón que nos cautiva al que he vuelto en muchos ratitos desde entonces, pero que es bello en general todo el paisaje, el nuestro, el interior. Que en muchos lugares de dentro hay aridez y dureza, zonas llenas de arenas y de salitre. Que el mar desde luego se extiende por dentro y que está ahí para  aprender a navegar sobre y con él, a bucear en él sin perder nunca la vista en la luz que como columnas se van levantando en mi vida. Hay bellos bosques que nacen en medio de la niebla y el dolor, y su belleza depende de mis ojos, de mi sensibilidad que es la que levanta toda la belleza y colabora con su Creador.

Con las palabras de Dámaso se unen los bellos pensamientos de mi paisano del alma de San Juan de la Cruz en el cántico Espiritual B, 1,11, que hago mis en este paseo por el pinar

Dicho queda,! oh alma!, el modo que te conviene tener para hallar al Esposo, hallarte en tu escondrijo ; pero, si lo quieres volver a oír, oye una palabra llena de sustancia y verdad inaccesible: es buscarla en fe y en amor,….que esos dos son los mozos del ciego que te guiarán por dónde no sabes, allá a lo escondido de Dios.

Ese Esposo que como Creación se levanta en nuestros ojos, que los deja amorosamente ser ellos los creadores de la luz. Un Amado al que hay que buscar en lo escondido de nuestra existencia, en el silencio interior, abriendo de manera valiente el escondijo mas profundo del alma, estando allí muchas veces, tomando en esto posesión. Una naturaleza, una Creación en pie, que se eleva en la mirada. Buscar con pasión, poniendo en esta aventura todo nuestro ser, avanzar, volver a caer y levantarnos, gatear, bucear, subir a las cumbres y bajar al fango del corazón.  Y como nos dice Juan creernos de veras que esto es así, que la vida se compone también de esto, de la interioridad habitada y florecida, de que la luz nos ilumina siempre aunque a veces nuestra migraña nos impida mirar.

Me encanta esta imagen de los dos mozos, la fe y el amor. Dos mozos que pueden guiarme hacia lo escondido de Dios. Mozos de ciego que me guían, pasión, empuje, determinada determinación de caminar, fe  y amor.

Os dejo una maravillosa música de Liszt en la interpretación del gran pianista Claudio Arrau.  Bendición de Dios en la soledad de las Harmonies poétiques et reeligieses. Unas piezas para piano que compuso en 1847, en donde toda la creación en forma de sonidos se levanta para los oyentes, toda creada para disfrutar.