LA SEMANA SANTA EN AVILA, CON LA MÚSICA DE TOMÁS LUIS DE VICTORIA.
Una reflexión sobre la historia de Ávila y el tesoro musical que tenemos.
Estaba el sábado pasado colocando unos Lotos en medio de un camino de gravas volcánicas rematando mi exposición de Mistica y arte floral “Los ojos del corazón” cuando me di cuenta que la muralla allí también aparecía mas que en la foto solamente, en toda la realidad del Museo y de los arreglos florales. Por la calle se veían muchos grupos de turistas y en el ambiente de toda la ciudad se empezaba a sentir la Semana Santa. Intenté pensar cómo se vivían estos días en los años de Teresa de Jesús y de Juan de la Cruz, qué arropaba la espiritualidad, mas allá de los pasos y las cofradías. Y el nombre de Tomás Luis de Victoria comenzó a llenarlo todo, especialmente en su “Tenebrae”, una música depurada, que parece levantarse en medio de la oscuridad de la Semana Santa, y que de manera cristalina construye una nueva catedral sobre los oyentes que sin saber qué es lo que oímos, nos sentimos impresionados.
Es Tomás un músico único, según musicólogos de reconocido criterio como mi buen amigo Alfonso de Vicente, el mejor compositor del Renacimiento tardío español y uno de los mas sobresalientes de todos los tiempos. Tomás es a la música religiosa, a la que se dedicó toda su vida desde que con 9 años y huérfano de padre, llegó a la catedral de Ávila, lo que Teresa es a la literatura religiosa. Son ambos junto con San Juan, místicos profundos y universales. Un autor al que se le define como “El compositor de Dios”, algo así como aquel que compuso las obras que casan perfectamente con los cuadros de otro artista profundamente religioso y genial como el Greco. Llenos ambos de la mas depurada técnica artística del momento, con una educación elevada, supieron llenar de color en forma de pinceladas o de notas las imágenes del alma de los creyentes.
Y me encuentro con este poema de José Hierro, al igual que él que componía siempre en los cafés, dejando sus versos recogidos en las servilletas de papel, en un momento de descanso dominical . El proceso o camino que me ha llevado a considerara su poema “ Acordes a Tomás Luis de Victoria” como uno de los mas depurados y bellos de su producción, tiene que ver con haberlo leído tranquilamente con los “Tenebrae” victorianos sonando en mis oídos. Son un conjunto de dieciocho motetes para cuatro voces a capella. textos litúrgicos para oír en el oficio de Tinieblas de toda la Semana Santa , en el Triduo, en los laudes de Jueves Santo, el Viernes y el Sábado Santo. Fueron compuestas y publicadas en Roma en 1585. Este oficio, que se celebraba con mas frecuencia antes de 1962, es realmente impresionante. Los rezos de las Horas se adelantan a la víspera por la tarde para no interferir a los oficios solemnes y se celebra en la entrada de la noche. Imaginémonos la catedral toda a oscuras, con el candelabro denominado “ tenebrario” con sus 15 velas encendidas. A cada canto de un salmo, se va apagando una vela, hasta llegar a la última que viene a significar la pasión de Jesucristo y en la que se canta el Salmo 50 “Miserere”, y se sitúa en la parte de atrás del altar ocultándolo. En ese momento los fieles producen un ruido de carracas para simbolizar los fenómenos naturales que precedieron a la muerte de Cristo.
La música que impresiona, va como pintando al modo del Greco, en pinceladas como lágrimas, todo el momento. Así dice Pepe poniendo palabras y versos al momento:
¿ Aún abrirás los bosques?,
¿Aún talarás las olas?
¿ Alzarás las columnas
de la noche a la gloria?…
¿ Poblarás con tu lumbre
crepuscular aurora”
Harry Christophers, director del famoso conjunto de música renacentista “The Sixteen» en un estupendo reportaje realizado por la BBC con motivo de los 400 años de la muerte de Victoria, habla de algo que yo y muchos oyentes de su obra hemos sentido algunas veces, que se mueve algo dentro de nosotros, y que parece que nos eleva a otra dimensión por momentos, entre sonidos tan dilatados en el tiempo que rompen los límites de la audición convencional, las voces cristalinas de los niños, ahora interpretados por sopranos de brillantes y limpios registros. Y esto, desde luego sitúa a Tomás en el lado de los místicos, desde la composición musical, sobre toda la estructura que parece tan férrea de la armonía que acampaba en las iglesias del Renacimiento. Parece que nos hay constancia de la relación directa de Teresa con Tomás en Ávila, por la diferencia de edad, y por la marcha del joven a Roma a los 17 años. Pero lo que no podemos dudar es que ambos junto con Juan, muestran en el arte místico, la belleza insondable de los lienzos de la muralla, el cielo cristalino sobre las almenas, el frio del ambiente que lucha por congelar el hondo sentir de un pueblo que aparece lleno de pasión y amor, que abre los bosques, que está orgullosos del pasado que aún mira dentro, con los ojos del corazón …
“ luna verde y redonda
ojo donde los hombres
apacientan sus horas”
Es la música religiosa un patrimonio increíble y bellísimo, que debería volver a ocupar su lugar en nuestras celebraciones, para construir así nuevas catedrales bajo las vidrieras de las actuales, taladrando olas, alzando columnas. Feliz Semana Santa, poblada con lumbre crepuscular y auroras.
Acordes a T. L. de Victoria.
José Hierro. 1952
¿Estarás donde estabas,
Tomás Luis de Victoria?
¿Al pie de las vidrieras
abiertas a las olas?
El órgano de plata.
Los rosales sin rosas.
El viento galopando
por la luz misteriosa.
El amarillo otoño
besándonos la boca.
¿Aún abrirás los bosques?
¿Aún talarás las olas?
¿Alzarás las columnas
de la noche a la gloria?
¿Gotearás de estrellas
las rojas amapolas?
¿Harás brillar los peces
sobre la orilla sola?
¿Prenderás tus marfiles
en las cimas remotas?
¿Poblarás con tu lumbre
crepuscular la aurora?
¿Serás el mismo que eras,
Tomás Luis de Victoria?
¿Llevarás en la mano
la dorada limosna,
misteriosa moneda,
luna verde y redonda,
ojo donde los hombres
apacientan sus horas?
Silencio. Del instante
lunar, la fuente brota.
¡Dios mío! Estamos muertos.
Gira el astro. Se borra
la eternidad herida,
las heridas palomas,
el cristal donde estalla
la luz que se desploma.
Todas las almas llevan
sangrando su corona.
Sin tiempo. Sin caminos.
Como un árbol sin hoja.
Como una primavera
muda, y errante y rota…
Articulo publicado en el Diario de Ávila, 5 de abril, 2017https://www.youtube.com/watch?v=KKeL6_NaHtg