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Vivimos días muy complicados. Este nuevo año 2021 comienza tan cargado de problemas como el anterior que nos dejó desconectados y llenos de ansiedad. En medio de tanta incertidumbre buscamos la manera de llenarnos de paz para poder continuar con nuestra vida, para poder sentir que somos nosotros los conductores de nuestra existencia y no simples viajeros forzados en un furgón.

Recuerdo el momento en que comencé a meditar como un rayo de luz en medio de mi vida. Cogí las riendas de mi propio interior de una manera revolucionaria, sentándome en silencio y respirando, sintiendo que esto que comenzaba era un regalo que iba cambiando todo.

La meditación es algo más que una practica en moda, mucho mas que una actividad de ocio ligada al consumismo del bienestar. Supone entrar en un camino nuevo que va a ir integrando toda nuestra vida, cada momento, diluyendo las barreras nítidas entre la meditación y la vida.

Las practica de meditación tan de moda hoy en día están relacionadas con el ámbito de otras espiritualidades, sobre todo con las orientales como la budista.  El mindfulnes que hoy practican millones de personas en todo el mundo, que hasta las empresas utilizan para aumentar la productividad de sus empleados creciendo en su bienestar personal, es también una adaptación de las practicas budistas en especial del Vipassana, con influencias como el budismo Zen vietnamita de Tich Nhat Hanh. Se basa en la creación de unos espacios donde pueda surgir la atención plena, focalizando el momento presente sin juzgar, sabiendo qué está sucediendo en tu mente.

Cuando veo la gran cantidad de personas de todo el mundo que van descubriendo las ventajas de la meditación, me sobrecoge pensar que el ámbito de la mayoría de estas prácticas se halla lejos de la espiritualidad cristiana, sobre todo pensando que en occidente la mayoría de las personas han sido educadas y han vivido en familias cristianas. Y este planteamiento sé que tiene como origen el conocimiento que voy adquiriendo cada día de las palabras y enseñanzas de nuestra Santa Teresa.

La plenitud personal se forja al abrirnos a lo Eterno que nos habita. Mas que practicas o rituales lo que nos brinda Jesús es un modo de vida basado en el amor. Y para poder vivir plenamente tenemos que conocernos a nosotros mismos mientras nos sentimos mirados por esa Luz que nos habita. Teresa de Jesús nos abre este camino de la oración de una manera verdadera, sin normas ni procedimientos. La meditación para ella arranca del “conocimiento de si “mirándonos en los ojos de Jesús. Cambiando la existencia a base de momentos de oración consciente, volviendo en silencio al lugar del encuentro que abrió la puerta de todo para saltar de lo meditado a lo contemplado, cuando así ocurre como don.

Frente a las meditaciones budistas, las de Teresa están llenas de presencia y de vida compartida. No es sólo el individuo que sentado se enfrenta al panorama de sus pensamientos, deseos, sensaciones sino que va poco a poco conociendo su interior para poder vivir de manera mas satisfactoria y feliz. La meditación en Teresa está habitada, y transforma la vida en el amor hacia los demás, en el camino de lo que nos dice Jesucristo.

Tenemos por tanto en nuestra Santa una maestra de meditación auténtica, que nos habla desde su experiencia, detallándonos cómo ha sido ese viaje al centro del ser. Una palabra que estamos hoy demandando por tanto estrés y ansiedad con los que vivimos en estos días, que tiene que ver con nuestra espiritualidad, creencias y cultura. No necesitamos buscar en oriente lo que Teresa nos explica en nuestra lengua, aquí en esta tierra en la que ella vivió todo lo que nos cuenta. Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa…Las palabras de Santa Teresa parecen escritas para estos días tan complicados.

 

 

 

La tecnología y las nuevas formas de comunicación avanzan de manera sorprendente, podemos entregar un mensaje en pocos minutos a cualquier persona de la otra parte del mundo. Todo esto ha provocado una multiplicación de las comunicaciones y me impresiona esto tanto como me asusta y en algunos casos me desagrada. Ahora hasta los partidos políticos se plantean cómo bombardearnos con sus panfletos, algo que como pacientes ciudadanos soportamos cada día; nos intentan vender a través de nuestro correo de todo.

En muchos sentidos aún sigo haciendo cosas de otros siglos.  Me gusta mucho escribir cartas y encontrar destinatarios con tiempo para leer y que no se impresionen por lo vehemente del contenido. Escribiendo sobre el tiempo y lo preciosas que están las ramas peladas de los árboles con el cielo entrecortado de la Sierra de Ávila y cómo el viento dibuja siluetas con los troncos.

Recibir cartas y mensajes con un poco de vida, lejos de toda la correspondencia comercial es muy difícil. Cada día cuando enciendo el ordenador miro a ver si rastreo algo especial, una carta que abra sus cosas para mi y me reconforte para empezar un nuevo día. Espero también encontrar algo en el buzón repleto de panfletos comerciales y recibos de banco.

En esta sociedad intercomunicada vamos a dejar un rastro muy triste, fotos de las redes sociales con breves frases y poco mas. Cuando alguien quiera saber algo nuestro, se va a topar con un montón de cosas que no nos retratan y que no dicen nada de quienes de verdad somos.

A lo largo de muchos siglos las personas se han comunicado con cartas, y a través de sus escritos nos encontramos con ellos. Me gusta mucho leer cartas de mis autores favoritos, de músicos, poetas, escritores. Siento que estoy un ratito con ellos, en una conversación íntima. Me aportan la cara oculta de su obra, su sombra que curiosamente es su verdadera manera de ser.

Cuando comencé a tocar al piano a Liszt tuve el deseo imparable de conocer todo lo posible sobre este músico tan genial, tan sublime y sus Cartas Cartas de Rilke a un joven poetatraducidas por Victoria Llort Llopart me abren la puerta de su alma y su sensibilidad. Sus flaquezas y también el porqué de toda su luz. Las cartas a su amada Marie d´Agoult desde las orillas del Lago Como, iban dibujando en sonidos el paisaje, con su superficie verdosa, las mansiones llenas de camelias y los barcos amarrados en los apeaderos al borde mismo del agua. Sus amores y debilidades, y cómo esto va escribiéndose en notas y sonando increíble sobre las teclas de un piano.

De nuestra Santa diré, que sus cartas son realmente su reflejo. Sus cartas son ella, mujer, valiente, astuta, veraz, enamorada, mística, a veces con problemas en las cosas del día a día, en una vida sentada sobre una carreta por los caminos de España. Allí te sobrecoges con sus cosas, desde remedios para curar algún resfriado, hasta el relato de experiencias místicas y momentos de gracia, amor y amistad.

Los poetas que admiro también suelen tener epistolarios tan bellos como su propia obra poética. La Carta de Rilke a un Joven poeta, ha sido mi compañera durante toda mi vida lectora, y su epistolario español me va abriendo España los ojos de aquel poeta que por aquí vino y se quedó fascinado y a veces sobrecogido con nosotros, la cultura y nuestro país.

Conocí también más a Whitman, al verdadero en sus cartas, y a Emily Dickinson con toda su tristeza llena de algas. A Tolstoi y su variopinta lista de destinatarios y amigos de todo el mundo.

En estos días en los que nos disgustamos con toda esta montaña de mensajes y correos que sobre nosotros caen en tormenta, es el tiempo de soñar un poco. Para eso somos hombres y no máquinas, ordenadores y robots. Soñar con recibir cartas de verdad de alguien que nos cuente sus cosas, su vida y al que poder enviar todas esas tarjetas y papeles tan bonitos que atesoro para estos momentos en mi escritorio, junto al nogal pelado y las nubes que se siguen rayando con este sol.

En estos días pesa en el ánimo y el corazón de todos tanta violencia sin sentido, en las muertes de mujeres que van a correr, que salen a disfrutar una noche con sus amigos, o simplemente están en casa preparando la cena y tomando las lecciones a sus hijos.

Entra en nuestras familias como un berbiquí que taladra, nos plantea cuestiones e interrogantes que tienen que ver con el amor, el cariño, la integridad, la libertad y nuestro papel en medio de todo esto, la defensa, la protección, la ayuda.

Hablaba estos días con mis hijos de Virginia Woolf, animándolos a leer sus escritos. Una abanderada de la defensa de las mujeres en una sociedad que en muchos aspectos se parece a la nuestra, aunque hayan pasado ya mas de cien años.

Nació el 25 de enero de 1882 en Gran Bretaña en el seno de una familia acomodada dentro de los círculos académicos y culturales. Su padre Sir Leslie Stephen fue un destacado critico literario e historiador y la familia de su madre Julia Duckwoth se dedicaban al mundo editorial. Toda esta situación familiar privilegiada en una Europa con los latigazos del hambre y la miseria, no la libró de sufrir abusos sexuales de dos de sus hermanastros. Esta desgracia transformó su vida y no se fue ya nunca de dentro de su alma, su inestable personalidad se vio truncada y la sombra del suicidio del que terminó con su vida en el rio Ouse, estuvo siempre planeando.

Escribió cientos de artículos, relatos y libros algunos de los mas significativos de la literatura del s. XX. En todos ellos rastreo su extremada sensibilidad y sobre todo su mirada tan penetrante sobre la vida, las personas que la rodearon, los acontecimientos sociales y políticos.

Estos días de descanso he vuelto a leer el relato póstumo de Virginia, el que se quedó encima de su escritorio, buscando en él las huellas de la escritora: “El Balneario”. Un lugar donde el oleaje no se oye debido al choro de la cisterna del retrete de un aseo del local. Y es que frente al mar de incertidumbres y violencia que nos salpica y nos desgarra, a veces vivimos en medio de todo como una verdadera ostra, dentro de un caparazón. Caparazones de personas a las que se hubiera extraído su propio ser. Seres tan habladores, incapaces de oír, de sentir, de razonar, viviendo en una concha de ostra que las aísla de su propio mar y del de los demás. Tertulias de radio, televisiones llenas de opiniones manidas, ideas que salen de un sinfín de pensamientos, de dentro de la concha y la caracola.

Virginia me impresiona por su capacidad de ampliar sus perspectivas mas allá de la narración al uso, con hilos conductores guiados en un proceso mental, pensamientos, consciencia, visiones, deseos. Comparaciones y metáforas llenas de verdad, dolorosas en este caso al sentir que somos muchas veces conchas cerradas, vociferantes e incapaces de ver lo que sucede alrededor, en casa, el mercado, el trabajo, el bar de copas. Repitiendo a gritos las mismas ideas vacías de contenido, y sin mostrar una experiencia de vida y de amor, la educación comienza con esta escucha.

La educación que damos a nuestros hijos constituye parte fundamental de ese mar. No es ajeno, nace y se desarrolla en las familias, las mismas que estos días hemos celebrado la navidad. Violencia, vejaciones, humillaciones que aparecen en todos los ámbitos sociales y de vida, nacen en nuestro entorno a veces y ni nos percatamos.

En estos días que hemos pasado tantos ratos juntos, hemos recordado la historia de la familia, construyendo con estas charlas el sustrato de crecimiento de todos. Pero, como dice también Virginia en Orlando, “la memoria es costurera y caprichosa. Pasa su aguja de dentro a fuera, arriba y abajo, aquí y allá. No sabemos pues que viene después, ni lo que sigue”. La memoria estructura nuestra historia, no la dejemos libre porque podemos y pueden hacer con ella cualquier planteamiento ajeno a la conciencia, la dignidad y la verdad.

Virginia escribió “Un cuarto propio”, escrito que ha sido el suelo del movimiento feminista en todo el mundo. Me fijo en su rica aportación, su mirada de la que tanto tenemos que aprender, quitando caparazones y vendas, viendo que la vida, la sexualidad, el amor son algo mas complejo y rico de lo que aparece desde afuera cuando lo invocamos a base de gritos. La belleza de cada ser, su dignidad y el respeto a todos lleno de esa capacidad de escucha atenta. Dejando los instintos primarios, el gregarismo de las manadas, las ideas manidas de tantos foros de opinión. Y construyendo todo este nuevo mar en donde puede cambiar el mundo, en nuestra propia casa.

¡AQUÍ  EN EL REGAZO DE LA SIERRA, ME SIENTO YO

Feliz Navidad en la Sierra de Gredos.

 

Este año he felicitado las fiestas navideñas con una frase sobre lo que quiere de verdad la navidad, su deseo de ser libre y de acampar en nuestra vida cada día.

Navidad como un renacimiento personal que tiene desde la época del Niño Jesús y su vida, a la familia como marco de todo, a la sociedad. Individualidad que se va restaurando y renaciendo y vida social que también con ese pulso avanza y cambia.

Esta vuelta a la vida viene siempre determinada por nosotros mismos y nuestra manera de ser, personalidad, intereses, valías. Dejar libre todo esto para que vuelva a la vida en plenitud.

Cuando reflexiono sobre nosotros como comunidad, individuos atravesados por una misma historia, cultura y espiritualidad, busco las raíces profundas de nuestra existencia. En muchas cosas y aspectos puedo bucear en esta búsqueda, pero en pocos como en la naturaleza encuentro su verdadero valor. En concreto en la Sierra Gredos, su belleza limpia como de cielo de Castilla, como la leía Miguel de Unamuno.  Encuentro la verdad en su silueta rotunda, en su tradición y costumbres. Todo esto desde hace unos años se muestra de manera sorprendente y muy emotiva en el Festival del Piorno en flor.

Hace casi nueve años, un grupo de personas comenzamos a soñar sobre todo esto, Gredos con su belleza primaveral, viendo cómo potenciar la vida rural en esta Sierra en los meses donde menos gente se acercaba por allí, en mayo y junio. Nos sorprendíamos al analizar esto, porque justamente es en primavera cuando la sierra de aspecto pardo y sobrio calzada de botas de granito berroqueño y fumando nieve se volvía toda juventud y belleza, oliendo a cantuesos y llenado todo de color amarillo piorno, agreste y dulzón. 65.000 hectáreas de flores amarillas llenando la vista de un mar increíble.

Desde entonces han pasado muchas cosas, sin que la comparación se considere exagerada diría que ha renacido la comarca en estos meses de primavera con el empuje del Festival de piorno en flor. Mas de 30 pueblos participan en las actividades, y estas son un motor de desarrollo social impresionante. Los vecinos decoran sus casas, el ayuntamiento, la iglesia, el pilón de la plaza. En unas actividades que promueven no sólo las visitas de los turistas que van creando riqueza económica, sino de familiares y amigos que quieren ir a ver sus pueblos, los de sus antepasados y se comienzan a sentir muy orgullosos de vivir en tanta belleza natural. Se trabaja todo el año pensando cómo decorar los pueblos y las casas, en talleres, ideas, y sobre todo en una maraña de pequeños grupos de vecinos que colaboran y cooperan para ayudar a la naturaleza que rodea sus localidades a ser aun mas bella en sus manos. En un entorno social de naturaleza rural preocupante, con cifras que aterran, según las cuales Ávila perderá mas de 16.000 habitantes hasta 2022, el 10 % de la población total. Todo este empuje y energía que aporta el Festival del Piorno, indica un nuevo camino de desarrollo sostenible para unas comunidades rurales que comienzan a sentirse orgullosas de su entorno e idiosincrasia. Y muestra a tantas personas hartas de la vida saturada de las grandes ciudades, el regalo impresionante de vivir en esta Sierra, la calidad de vida y de paz.

En estas navidades siento que todo esto nos empuja a ir mas allá. A teñir de color amarillo piorno el entorno del Portal y dejar que vaya renaciendo toda esta comarca. Todo el festival y el desarrollo de estos bellos pueblos también entran en nuestra esfera personal, nos pide que abramos nuestros ojos y que colaboremos, sintiendo que toda la sierra es nuestra, patrimonio que debemos defender y dinamizar.

Creo que estamos entrando en las sociedades occidentales en un tiempo nuevo y de diferente matiz. Los ciudadanos tenemos que aportar, cambiar nuestra mentalidad. Muchas cosas que nos rodean sentimos que pertenecen a otras personas e instituciones, a la esfera política, empresarial, gubernamental y tenemos que empezar a sentir que donde pertenecen realmente es a nuestra propia casa.  Es nuestro deber aportar nuestra valía, pensamiento, aportación de cualquier tipo de manera libre, sin condicionamientos, ni sociales, económicos ni políticos. Gredos, el desarrollo de la vida rural y su futuro es algo nuestro, mío a nivel personal y desde mi amor por esta tierra, desde mis ojos llenos de tanta belleza, y mi corazón agradecido a los vecinos que cada año trabajan en este sueño. Desde estos parámetros nace la propuesta navideña de Apadrinar un piorno, donde podamos ayudar con nuestra aportación a este proyecto social y de belleza tan impresionante.

Así tiene sentido el espíritu de la navidad, dejando que lo que es nuestro, tenga la oportunidad de volver a nacer joven y lleno de energía, sabiendo que somos nosotros los que podemos empujar este cambio, avanzando por un camino de futuro para el mundo rural.

Así podremos volver a decir con Miguel de Unamuno:“! aquí en el regazo de la sierra, aquí, entre vosotros, aquí me siento yo! Patria ermitaña, que como nido torna siempre a la verdad. ¡Feliz Navidad!

Comparto con todos vosotros el dolor y la incomprensión con la sentencia del caso de “la manada.” Un nombre “manada” que ya muestra gráficamente su sentido, como unificador grupal, lleno de instintos primarios, actuando juntos como una camada de lobos, amparándose en un colectivo que aúna sus personalidades y las deja sometidas a su imperio. Me pregunto dónde está la individualidad, donde el pensamiento, la voluntad de cada ser, la ética y la compasión. El individuo dentro de este colectivo deja de ser libre, y se convierte en una especie de chimenea de un volcán, capaz de realizar actos llenos de violencia, vomitando lava, denigrando a una pobre chica, que dentro de sus redes sólo tiene fuerzas para sobrevivir. Si hermana, hija, amiga, yo te creo.

En este año nuevamente teresiano, y en esta ciudad donde vivió una mujer valiente y decidida llamada Teresa de Jesús, tenemos sus palabras y todo su pensamiento vivo, tomando forma de monasterio, de hermanas carmelitas, padres descalzos, de cielo, muralla, roquedo y luz. La tenemos a ella de pie, alzando la voz, pidiendo la palabra, decidida ante los avatares de la vida, haciéndonos ver qué es lo que hay dentro del ser humano, la gran dignidad que tenemos por dentro. La que tiene esta pobre mujer maltratada y vejada, y que también tienen sus violadores aunque a veces el espiral de la violencia, haga de ellos bestias sin un pequeño signo de piedad y de humanidad. Así decía Teresa de este tipo de personas que también atacaban como lobos en el s. XVI, que eran “peores que bestias”

Teresa nos da imágenes, las abre para entendernos a nosotros mismos. Desde estas líneas me gustaría que llegaran a estos lobos que actúan en manada, a tantos maltratadores de otras personas, a tantos violentos que humillan al que tienen cerca, que lo someten y lo denigran. Nos dice que somos por dentro un gusano, viviendo en la inmundicia de la vida, siendo mas crueles que los lobos. Un gusano y un jardín también. Y que tenemos que dejar que toda la metamorfosis que en mariposa nos va a convertir, se realice en nuestra vida. Para no vivir por fuera de nosotros mismos, rodeados de barro, sino para ir sintiendo cómo nos salen alas de dentro del alma, y con ellas podremos dejar de ser lobos y volar como mariposas hacia la luz y hacia la vida.

Teresa también tuvo que llorar por dentro muchas injusticias y vejaciones contra seres indefensos como las mujeres. Sus cartas nos hablan de casos concretos, y allí está ella mas que mostrándonos un camino en esta transformación, señalándonos que lo que el hombre es por dentro es ese camino, día a día, en cada respiración, cambiando y avanzando.  Un camino que nos va transformando a cada pisada. El caso de Santa Paula Barbada que en estos días celebramos en este barrio suyo de San Segundo, inocente campesina que al venir a vender sus productos al mercado se encontró con un caballero también cubierto con las pieles de un lobo, y cómo pudo salvarse en el milagro de su barba.

Estaba el otro día, mientras me enteraba de la resolución del caso de la manada, en el Museo del Prado en la Exposición de los bocetos de Rubens. Estaba por primera vez encontrándome con el hombre que hay detrás del artista brillante, polifacético, lleno de color, riqueza y barroquismo vital.  Un barroco tan exuberante que siempre me deja fuera. Pero el oro día me encontré con el genio y con el hombre, el que se maravilla con un movimiento y hacer de él, una imbricada composición para mostrar el dinamismo de la vida y como ese fluir pasa de unos personajes a otros, de ti a mi, de Teresa a la eternidad. Los esbozos nos abren no sólo el taller del artista, el momento de la venta del cuadro, sino la mente, y el verdadero nido del arte que está en el alma del artista. Un hombre que pintó la Contrarreforma desde el lado católico, en un momento en el que nuestra Santa era ya un baluarte de santidad y de vida. Rubens la pintó en muchas ocasiones, como en los retratos que pudimos ver en la exposición antológica del año del centenario en la Biblioteca Nacional. Frente a las opulencias y ricos vestidos, movimientos ampulosos, colorido extremado de sus otros cuadros, retrata a Teresa de otra manera, en la verdad sencilla y limpia de su ser. Mostrándonos cómo esto es lo que arma la verdadera belleza, el fondo negro del que emerge la figura en su verdad. Y nos muestra que el castillo mas brillante que el ser humano tiene está dentro de su ser. Un castillo todo de diamante y de muy claro cristal donde nos vemos, desde dónde aprendemos a volar.

Es siempre radical la palabra y el pensamiento de los místicos. Nos sitúan al lado de la verdadera humanidad, también y de manera acentuada cuando está humillada, violada y aplastada por la bota del león, cuando el barro de los gusanos la terminan de aplastar. Siempre al lado de la persona humillada, del castillo pisoteado, de la mariposa cazada en manada. Al lado de ti hermana.  Y es radical su pensamiento místico porque nos dolemos al seguir leyendo. Porque apunta que estos violadores sin piedad son también gusanos y tienen dentro de si la potencialidad de vivir en un castillo, y de ser verdaderamente personas y de volar sobre la manada y poder así ser libres.

Me gustaría que la palabra de Teresa llegara y pasara como polilla entre los barrotes de la cárcel de estos lobos. Y que leyeran y comprendieran un poco de qué va la vida, y qué es el hombre y su dignidad. Estoy segura que si reflexionaran de verdad, allí en la celda, solos y apartados, sentirían una vergüenza infinita por sus actos y unas ganas enormes de vomitar tanta violencia, de abandonar la manada, para siempre.  Aprenderían de golpe a mirar a las mujeres con un poco mas de respeto y sentirlas dignas, llenas de belleza y valor. Si hermana,  amiga, yo te creo y todo esto también me duele.

Articulo publicado en el Diario de Ávila. 2 de mayo. 2018

 

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Mientras nieva, hiela y hace un frio tremendo me acomodo tranquilamente tras los cristales. El panorama es bellísimo, con los árboles cargados de nieves en sus ramas, el hielo acristalando los paseos, la luz rasgándose entre las nubes a ras del suelo. De la manta helada del invierno me levanto disfrutando con todas las plantas del mirador.  Emprendo así un paseo por el campo en una maceta, la eterna primavera, el aroma de la tierra mojada, la gota de riego brillando entre las hojitas que del crudo invierno se refugian. ¿Cómo disfrutaban nuestros antepasados, cómo iban metiendo el campo en casa?

Un paseo que me lleva a lo largo de la historia olfateando tierra húmeda, matas, hojitas y flores como un sabueso en medio de la estepa helada: el disfrute de lo natural recluido en el interior, en el claustro de la vida diaria. Nos hablan ya de esto los antiguos romanos en los restos de la sepultada por el volcán Pompeya con sus casas construidas con patios ajardinados en el interior, el trabajo topiario en mirtos, boj, lentiscos, y plantas con flor como las adelfas y los rosales Damascenos. Plantas para acompañar las oraciones y el tributo a los antepasados, los lararios domésticos, y los jardines sagrados con esculturas de dioses entre árboles de sombra. Plantas aromáticas para cocinar, verduras y hortalizas.

Me remonto a Egipto para seguir el rastro de las plantas pequeñas, aquellas que acompañaban la vida de las familias, con sus huertos en la vega fértil del Nilo con sus limos. Habitando junto a los grandes jardines de los faraones que se extendían, agigantándose por momentos.  Recuerdo las escenas talladas en los relieves de las tumbas como la de la reina Hatshepsut del Museo del Cairo, que nos muestran el viaje al país de Punt, contándonos cómo amaban las variedades botánicas y cómo disfrutaban de ellos en esta y en la otra vida.

Hay restos de macetas de terracota ya desde Grecia, arrastrándose hasta nuestros días entre patios ajardinados, donde se plantaba entre fuentes y cauces de agua. Me acuerdo de los árabes con toda su delicada sensibilidad, dejando a la naturaleza invadir las partes centrales de sus palacios, sus lugares de ocio, de placer, los negocios y asuntos caseros, las amistades. Los patios floridos como manifestación del poder y su vivencia de la naturaleza a diario, plantas y sobre ellas, arcos y artesonados llenos de filigrana y belleza. Naranjos, jazmines, madreselvas entre cipreses, cedros y palmeras.

Las nuevas variedades que ya desde la conquista de América se iban trayendo para estudiar nuevas especies, dieron lugar a los jardines botánicos, algunos con patrocinio real como El Real Botánico de Madrid levantado sobre El Jardín de Migas Calientes, en el trabajo ingente de José Quer y Martinez.  Los jardines y huertas eclesiásticas plantadas a la sombra de las abadías y monasterios pobladas de Abrotanum, Ambrosía, Menta, Nepeta,…

La historia mantiene su pulso en las plantas como en todo lo demás. El disfrute de las plantas a nivel individual y el proceso que ha llevado a llenar nuestras casas y miradores de plantas de procedencia, floración y follaje increíble, abarcando todo el planeta está nuevamente relacionada con el desarrollo de las revoluciones industriales y el nacimiento de la clase media burguesa. En el s XIX las plantas de interior comenzaron a estar a disposición de la gente. Los invernaderos y Orangeries llenaban los parques de belleza, y dentro de las casas se comenzó a coleccionar plantitas, helechos, plantas crasas, palmeras, nuevas variedades de orquídeas, para el disfrute personal.

Ahora nos encontramos rodeados de una variedad increíble de plantas, de orígenes tan diversos, americanas muchas de ellas, asiáticas, llenas de interés, floraciones increíbles, y llenan así la parte de dentro de casa de vida natural en estos días terribles de frio.

Dice el investigador Daniel Chamovitz en su conocida “ What a plant knows” que las plantas debido a su falta de extremidades inferiores locomotoras, desarrollan habilidades para subsistir, y la relación humano-vegetal se refuerza, con transferencia de energía, estableciendo relaciones hasta ontológicas. Y esto es así, y me encanta que un estudio tan reputado como este fraguado en su doctorado en Yale llegue a decirlo claramente. Poder abrir las puertas de casa a la naturaleza, sobre todo cuando estamos castigados con tan crudo clima. Caminar con nuestro espíritu olfateando las flores de las gardenias del salón, es como volver a lugares naturales especiales en un momento … a la pradera esa que pintó Waterhouse con las jóvenes descritas por Bocaccio en el Decameron, mirando a Fiammeta:  “ Estaba tal lugar sobre una pequeña montaña, por todas partes alejado de nuestros caminos,… “  lugares mágicos en la naturaleza, dentro de nuestro interior.Y todo tras los cristales de casa. Un jardín en una maceta, sólo para nuestro disfrute que llega tras una larga historia llena de amor por la naturaleza, buscando formas para plantarla cerca de nosotros, en nuestra casa, ciudad, templo, jardín, paseo, monasterio, invernadero, parterre diseñado por Gertrude Jekyll, senda florida, jarrón de flores, maceta de aromáticas, abetos, rosales en flor, … Ya sabía de antemano que al hablar de plantas tendría que terminar con puntos sucesivos …

Articulo publicado en el Diario de Ávila. 8 de febrero, 2018

 

POR DÓNDE VAGARÉ

Cuando me enteré de la muerte en septiembre del poeta norteamericano John Ashbery, (1927-2017) tuve la sensación de no haberle nunca entendido, de que por donde el “vagaba” yo nunca había vagado. Conocer las Consolaciones de Listz por él me había enganchado a sus cosas: yo tampoco me he consolado mucho con ellas, quizá un poco con las de tono menor. Considerado como uno de los poetas más grandes de la literatura actual, comparándole con Wallace y con Whitman, sus poemas me producían un torbellino del que me sentía fuera al finalizar los versos. Sabía que era un camino poético diferente, sentía que era también mío pero que algo me lanzaba fuera inexorablemente.

El otro día me comunicaron que los chicos de la Casa Grande de Martiherrero querían hacerme su embajadora. La impresión y la responsabilidad me ha lanzado de manera increíble a los brazos poéticos de Ashbery. Es como si ese “¿por dónde vagaré?” se hubiera convertido en mi interior en una especie de mantra.

Tengo esa sensación de que la maraña de palabras que de los versos se lanzan y que sentía como un vendaval sobre mí, ahora como ligera nieve van cuajando, levantándose y mostrándome su belleza y lo radiante de su verdad.

“Sigue una cosa a otro toldo en el horizonte de acontecimientos. Al marchar cambia una vida de tema. Tenían sentido unas cosas, otras no. No esperaba morir tan pronto. En fin, supongo que tenía que haberme tabulado de algún modo. Había hablado de escribir en tu pierna ,…” Heavy home, 2005.

La llegada a la Casa Grande de Martiherrero te traslada en un momento a otra época cuando era sanatorio para la tuberculosis. Esperas ver por allí enfermeras con cofias blancas y largas tertulias de enfermos en los miradores. El jardín con sus altos árboles, que dejan en el verde un montón de caminos laberínticos por donde vagar. Pero cuando traspasas de veras su puerta, comienzas a hablar con los cuidadores, monitores y los chicos, sientes que eso es lo grande que como adjetivo va a las espaldas de su nombre. De ser una casa de reposo y curación se ha transformado en algo grande, lleno de humanidad que palpita, porque los que por allí viven, los que trabajan cada día en estos largos salones, se quieren.

Hablamos en estos días mucho de amor. Una palabra que queremos que ocupe, como decía Wallace Stevens el lugar de una montaña. Allí la ponemos, y estos días prenavideños la decoramos con luces, la vestimos de regalos. Me pegunto qué es el amor, y en qué consiste.

Creo que podría escribir con todo en estos días de descanso navideño un poema al estilo de Ashbery. Usando imágenes impactantes, como piernas escritas con amor en cada sala de fisioterapia. Diciendo que los toldos que vemos desde la carretera son realmente tejados fuertemente construidos para proteger a este lugar de la inclemencia del tiempo, de la crítica, el egoísmo y la indiferencia. Expresaría de algún modo poético que muchas cosas no tienen sentido en mi vida pero que habitan junto a otras que poco a poco se van levantando como casas robustas: estar al lado de los más sencillos y necesitados tiene cada día más sentido y verdad.

 

Dice Andrés Ibañez que no se lee un poema como otro texto, novela o artículo. Un poema se lee, soñando. Pasan entonces las palabras a ese lugar de penumbra entre la luz y la ensoñación, un lugar que cuando lees así de manera profunda y dormida, se queda dentro hasta que un buen día algo los hace resurgir y tienes la certeza de que siempre han estado allí. Los títulos de los poemas de Asberry pertenecen a ese tesoro que se esconde en lo hipnótico de mi ser, como este “por dónde vagaré”. Leer un poema es ajustar los ojos a la profundidad a la que queramos mirar.

El otro día recorriendo el centro con su directora Pura Alarcón y con Esther Martín, viendo con sus ojos todo aquello, dejando que sus palabras y sus gestos tan llenos de amor me salpicaran, sentí que por estos pedregosos lugares de la sierra de Ávila, lo que la lectura de la vida nos deja es algo cercano al granito, a sus musgos y a la luz. A la verdad en palabras de Teresa de Jesús, que da también el nombre a todo. Y es que ella parece también vagar por estos lugares, como de la mano de estas amigas. Granito que brilla al sol más que un fino diamante, lleno de durezas y de belleza. Parece que sus palabras sobre esto aún nos salpican, la belleza de los seres humanos está en nuestro interior, y allí somos tesoros y hermosura. La de los que levantan este centro con su trabajo, apoyo y tesón. Los que ayudan económicamente, los que se acuerdan de ellos, lo que por ellos oran, los que trabajan en definitiva por la paz. Creo que todo lo que la realidad de este lugar nos envuelve, se queda vagando en el interior. Podremos escribir un día un largo poema lleno de inconexas palabras que como copos de nieve formarán una silueta. Una roca brillante de hielos en forma de corazón.

Articulo publicado en el Diario de Ávila el día 14 de Diciembre. 2017

» A LO QUE SALGA»

Decidí hace ya bastantes días escribir sobre la lectura, la aventura, el placer, ese mundo que se abre cuando te sientas tranquilamente y comienzas a leer. Y poco a poco, mientras los días iban pasando tenía muchas cosas que recoger y sobre todo en mi mente como si de una biblioteca se tratara, se iban poniendo libro sobre libro una pila muy alta, como esos rincones que vamos levantando al lado del escritorio.

Libros que mas que han sido, tengo que reconocer que son lugares a los que me arrimo a veces. Los leo y vuelvo a abrir sus páginas, buscando ediciones mas bellas, traducciones mas certeras, eligiendo en qué lugar y momento quiero volver a ellos. Algunos, como “Persuasión” de Jane Austen estuvieron en mi bolso durante años, hasta que en otra Semana Santa en medio de unos jardines de arte topiario de una Quinta de Oporto, encontré su lugar, y mientras mis hijos correteaban por allí, comenzó la lectura. Así que creo que comparto con muchos de vosotros esa sensación, que el lugar, influye y mucho en la aventura de leer. Las bibliotecas antiguas como la de la Universidad de Salamanca donde pasé media carrera de historia, me dejó la afición a los libros antiguos, con sus pastas de piel, y el papel ese tan fino que tienes a veces que mojar el dedo para pasar la página.

“ A lo que salga” tituló Miguel de Unamuno un ensayo que estoy leyendo estos días. Una reflexión sobre la lectura, que recalca algo que es vital para poder ponerla en su lugar, la escritura. En definitiva, ponerse a leer, y también a intentar escribir, en un circulo que nos va empujando. Cuando queremos contar una historia, un cuento, recrear una página del pasado, nos encontramos con la dificultad de cómo escribir. Algo así creo que pasa cuando me acerco a Proust, que me deja tan impresionada por su manera de escribir, que ya no necesito que cuente nada, sólo disfruto de sus largas descripciones, y de esas maravillosas frases que no terminan jamás. Me pasa algo con él que creo que es compartido por muchos, me pongo a leer su único libro, y a pesar de ser tan extenso y ocupar una balda muy larga de la biblioteca, no quiero que se termine jamás, y voy dosificando la lectura.

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Decía Dº Miguel, que nadie debería ponerse a leer poesía sin haber intentado escribir unos versos.

La pila de libros de los que quiero comentar cosas, va creciendo. Quizá, en un intento último de elegir a un autor que me sigue impresionando a cada lectura, me quedo con Virginia Woolf. Comenta su biógrafa Nadia Fusini, en el ensayo “ Poseo mi alma” que hubo un pensamiento decisivo en la vida de Virginia y que junto con su desorden psíquico de naturaleza bipolar, la llevó al suicidio. Durante su ultimo año de vida, Virginia conoció a una nueva amiga, una medio prima llamada Octavia. La amistad se fortaleció, y Octavia cuidaba un poco de la casita de los Woolf , le llevaba leche y mantequilla para que no parecieran como viejas gallinas, de lo demacrados que los veía. Un día animó a Virginia a escribir, y esta le preguntó qué debía escribir, una novela, o un cuento, un ensayo,… “ tengo muchos fragmentos de ideas en la cabeza, pero quiero saber qué es lo que quiere el público. Me siento como “ una mosca pegada al papel mosquicida, y no quiero caer en el pesebre de la desesperación”.

Justamente este laberinto de ideas que provienen de los sentidos y que revolotean sobre la cabeza, como mostrando la vida en primera instantánea, es lo que mas me impresiona de la obra de Virginia. Recuerdo la impresión al leer “ Las olas”, y cómo vuelvo muchas veces a sus páginas para aprender a ser mas receptiva, a tener los sentidos en la vida abiertos y ser capaz de comunicarlos, creando a su vez todo el mundo increíble que describen y que dibujan.

Creo que este titulo que he elegido tan de “ a lo que salga”, va muy bien con todo. Es la lectura un placer en el que hay que dejarse caer de manera placentera, y esto último creo que es lo mas importante, disfrutar a tope. No debemos ser en esto radicales, lo mejor que puedo hacer por mi si no me gusta un libro es cerrarlo. Pero, si queremos disfrutar de ello de manera total, debemos dejar de tener una actitud pasiva. El sillón de casa, la biblioteca, el banco en el jardín nos abren con la lectura un camino, el nuestro que tenemos que transitar. Cómo hacía Virginia con los sentidos abiertos, intentando ir en la palabras un poco mas allá.

Como dice Dº Miguel para terminar “ Y basta. Basta por ahora. Hay que dejar siempre suelto el cabo de la vida, ¡ Qué no acabe este escrito, que mi vida no acabe, Dios mio”.

Articulo publicado en el Diario de Ávila. 20 de abril. 2017

 

 

La historia que os voy a contar no es cuento, es tan cierta como cruel y se desarrolla en la ciudad siria de Alepo. Como si estuviéramos sentados juntos frente a este panorama, rememoro unas palabras que, dichas hace mas de un siglo, parece que van poniendo paisaje y fondo, las de Leon Tolstoi en su novela “Resurrección”: “ En vano los hombres, amontonados por centenares procuraban mutilar la tierra sobre la cual se apretujaban; en vano la cubrían de piedras a fin de que nada pudiese germinar en ellas, en vano arrancaban todas las briznas de hierba y ensuciaban el aire,… La primavera era primavera, incluso en la ciudad”

Entre las ruinas de mas de cinco años de violencia sin piedad, parece mentira que aún haya población en Alepo cuando las casa están todas devastadas y llenas de restos de metralla. Familias que llevan sobreviviendo como ratoncitos entre la ruina, protegiéndose de los francotiradores, con hambre y con pánico avanzan por cada nuevo día. Da vértigo ver cómo una niña de no mas de 7 años cuenta cómo saber en donde hay francotiradores y en qué parte del cuerpo es a donde dirigen su disparo. Una madre cuenta en un video que ha llenado las redes sociales, cómo ha tenido durante mas de dos años a sus hijos pequeños medio amordazados en una habitación de su casa para que no salieran de allí y pudieran ser diana de los terroristas, porque decía: preferimos morir todos juntos.

 

Pero frente a todo este panorama del horror fruto de aquellos que no saben nada del verdadero sentido de la vida que es el amor, parece que la primavera despunta. En 1920 Tostoi mandó una carta a Gandhi, en la que reflexiona de manera muy lucida y compasiva sobre el origen de la violencia, en ella adelanta sus pensamientos sobre lo que lanza a las sociedades a matar, y esto no es otra cosa que la resistencia al principio del amor por cuestiones de socio política, religiosas, económicas. Al no existir la ley del amor, no existe tampoco otra cosa que no sea la de la violencia. El reino del amor sabemos todos donde está porque nacemos con él en el corazón, nos sentimos amados en nuestros padres y estamos “diseñados” para amar, venimos así “ de fabrica”.

 

Pese a las bombas y metrallas, el miedo, la muerte en forma de miles de muertos por las calles, la primavera comienza a despuntar en Alepo. El resto del reino ese que no se puede arrancar, nace en el corazón de los que aún no han razonado, los que aún no se ponen como jueces de todo este horror, los niños y las personas que con ellos defienden la dignidad de cada ser y su derecho a vivir, a ser educado, a ser amado y a sonreír, los maestros, los cooperantes, los asistentes. Unicef está haciendo en esta ciudad una ayuda vital para levantar las escuelas, que nacen donde hay unas cuantas paredes en pie. Los niños, se agrupan compartiendo muy juntos los pupitres, los ojos brillantes de la emoción por volver a clase, los gorritos de lana tapando las orejas en unas aulas donde sólo se puede estar a plena la luz del día, por la falta de electricidad y de calefacción.

 

 

En 1900 llegó a la aldea de Tolstoi en Jasnaia Polaina, donde vivía como un campesino alejado de su aristocrática casa familiar y donde era maestro de escuela, un joven poeta de la mano de su amante y musa Lou Andreas-Salomé , me estoy refiriendo a Rainer Maria Rilke. Un encuentro que al menos para el alemán fue vital y que le hizo sentirse ya para siempre como un peregrino. Dieron un largo paseo con su perro por el campo. Allí Rilke afianzó el proceso de búsqueda de si mismo, la espiritualidad como motor de la existencia, el silencio como alimento del espíritu y el mundo poético encontró su zona de playa costera. Volvieron sobre este tema del amor, y le pusieron nombre en la persona de Jesucristo, aquel que pide conversión al corazón, para poder sembrar las semillas de la resurrección. Así dice Rilke en su “Libro de la Peregrinación” escrito tras este encuentro: “Y mis manos, que están sangrando/ de cavar, las elevo al viento, abiertas,/ para que, como un árbol, echen ramas./ Con ellas yo te absorbo espacio,/ como si allí te hubieras estrellado,… /

 

No todas las ideas que mueven el mundo, que son principios de juicio, que llevan a hacer esto, a condenar aquello, son iguales. Lo que las diferencia es el enfoque de la mirada, mi vida, mi trabajo, mi país, mi religión ,… planteamientos que comienzan en” mi” no llevan mas que al abismo. El reino de amor no es a su vez patrimonio de ninguna institución, es la raíz de todo ser humano y lo que le humaniza. Coger este principio de vida y adueñarse de él desvirtuando su valor, mancillándolo con juicios y condenas, es en palabras religiosas, un pecado.

 

Lo que hagáis a uno de estos pequeños, volverá a vosotros como el retorno de una onda, golpeando en medio de la cara. Así, cuando recordamos con compasión a estos pequeños que como ratoncitos se mueven entre las ruinas, jugando y sobreviviendo. Cuando levantamos escuelas, ayudando a tantas organizaciones que trabajan por ellos, cuando nos duele un poco su dolor y los tenemos en el corazón, entonces el reino del amor comienza a avanzar, y aunque parezca una mota de polvo entre las ruinas, vemos que es una semilla, la de un árbol que nace entre las manos abiertas.

Así en algún momento, podemos decirnos unos a otros, en las palabras de Rilke “ Te encuentro en todas estas cosas,/ ante las que me siento como hermano,/ como semilla al sol eres en las pequeñas/ y en las grandes te ofreces con grandeza”

Para mi hija Mencia, maestra de corazón, que adora a los pequeñitos .

Articulo publicado en el Diario de Ávila. 9 de marzo. 2017

 

 

 

Ínsulas extrañas

 

El pasado día 12 de diciembre se desarrolló en el Auditorio de San Francisco un nuevo encuentro poético musical con San Juan de la Cruz, en la sala pequeña con cubierta estrellada y las paredes recubiertas de madera. La imagen sanjuanista elegida, las ínsulas extrañas, allí parecía reflejada, la forma casi de isla, la música rebotando por las paredes que reflejaban imágenes azuladas, dando a todo una profundidad de mirada.

Alumnos de CITeS , músicos y poetas interactuando, creo que creamos un momento lleno de poesía, en su sentido mas vital y vivo, moviéndose y haciendo presente al Santo de Fontiveros de una manera muy diferente a la académica y de biblioteca.

El acercamiento a la obra de San Juan, debe ir envuelta con experiencias artísticas que estén vivas, porque así la lectura profunda de lo que nos dice encuentra su verdadero campo abierto, su lugar en la expresión artística.

Un 3 de diciembre de 1577, con la detención del santo en la casita de la Encarnación denominada “ La Torrecilla”, su posterior ingreso en la prisión del convento del Carmen justo en el lugar de la muralla donde la vista se perdía desde su casa, y su traslado a la diminuta celda de Toledo, se cerró temporalmente la puerta a la vida activa del santo, a su tarea pastoral, de acompañamiento espiritual de monjas y seglares, de ayuda a la Santa en su tarea de reforma del Carmelo, y se abrió otra ventana nueva, la de la creación. Dentro de la celda- prisión, donde no podía casi ni moverse, con un ventanuco abierto arriba a las inclemencias del tiempo, sin papel ni pluma, pudo crear la obra poética mas bella de la historia de la literatura de todos los tiempos, “ El Cántico Espiritual”. Hubo por tanto un proceso íntimo y humano profundo previo a la cárcel, donde sin duda, Juan se encontró absorto en la belleza de todo lo Creado, y no sólo lo disfrutó y se maravilló, lo hizo suyo tan profundamente que ya nada, ni nadie pudo quitárselo. Así dice “ Míos son los cielos, y mía la tierra; mías son las gentes y míos los pecadores, los ángeles son míos, y la Madre de Dios es mía,… y sólo para mi”. Experiencias profundas en la naturaleza y comunión con ese Creador de todo al que conoció tanto, que se atrevió a llamarlo Amado. Oh Amado las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, ….”

Cuando analizamos todo lo que hay detrás, sentimos realmente emoción por vivir en el lugar donde él vivió, Ávila. Todo lo que experimentó en los años en la Encarnación, los paseos al borde del Adaja, las excursiones a los collados y montañas graníticas de mas allá de los Cuatro Postes y las estribaciones del Amblés, las nieblas pegadas en las copas de los fresnos del Soto, el cielo azul sobre la atalaya, …. Todo esto configuró el sustrato del Cántico, así lo he reflexionado algunas veces con el pintor Díaz-Castilla. Ávila estaba sin duda dentro de toda esa maravilla creada que lo subyugó, que fue realmente el flotador para no enloquecer. Ávila entendida como lugar de encuentro con el Amado, mientras su vida activa como fraile y sacerdote continuaba, en confesiones, celebraciones y clases, levantando con su esfuerzo la nueva espiritualidad que con Teresa estrenaban.

Y esta idea creo que si la hacemos nuestra, en la vida diaria acercándonos a la naturaleza de manera contemplativa nos muestra el camino de la Creación, y comprendemos cómo él la recreó tan bellamente y sentimos que nos empuja a caminar por ahí. Acercándonos a sus palabras como él se acercó a la naturaleza y absorto se encontró con el Amado. Recreamos su creación al leer sus cosas desde la hondura de nuestra vida de hoy. Las recreamos cuando tenemos ese deseo de poner en pinceladas, versos, escritos, flores, fotografías lo que vemos dentro de nosotros bajo la sombra de lo que él nos dejó. Y así el proceso continua, y entramos en la misma dinámica creadora, cada uno desde su propia manera de ser y de expresarse. Dejamos a un lado, aunque reconozcamos su valor para ir con las armas del conocimiento, lo académico, y nos hundimos en lo que hay en el fondo y que empuja a las artes a recrearlo, cuadros, partituras, poemas.

Ínsulas como la de ayer, llenas de color azul, y el movimiento circular que las envuelve, como un aire, también ya nos va a envolver a todos los que tuvimos la suerte de estar allí. Realmente nos extrañábamos como islas de lo que sentíamos, la palabra de Juan rebotaba en los espectadores, y se hacía palabra en el verso de los poetas. Y todos volvíamos una y otra vez al Cántico, y él nos lanzaba en circulo sobre nosotros a la naturaleza. Lo Creado se recrea así una y mil veces y dentro de cada uno de los que avanzan en este camino, se recrea, dentro de su interior, como su propio patrimonio, a veces toma forma de palabras, de siluetas, de tonalidades, sutiles detalles que se configuran como un todo lo vivido.

Como recitó María Ángeles Pérez López en un haiku : En el silencio,/ diecisiete gorriones,/ alzan el vuelo. El planeo sobre el Cántico y las palabras de San Juan que nos envuelve y nos lanzan a volar.

Articulo publicado en el Diario de Ávila. 15 de Diciembre, 2016